Las estaciones mudan de domicilio con el cambio climático

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El clima mediterráneo, bajo el que la mayor proporción de la población del país vive, trabaja y produce, experimenta modificaciones irreversibles, según expertos.


Ya lo advirtieron expertos en meteorología: este verano, la zona central de Chile enfrentará peaks de temperatura que podrían llegar a 39°C. Al mismo tiempo, la "alerta roja" ya está activada en los organismos encargados de enfrentar incendios forestales.

No obstante, hace una semana la misma zona central afrontó una jornada casi invernal, con tormentas eléctricas acompañadas por precipitaciones y una granizada inédita, que causó graves daños en más de 16.600 hectáreas de frutales en la Región de O'Higgins. Y en otra vuelta de tuerca, a partir de hoy se pronostica una ola de calor con máximas que llegarían a 33°C en la capital, por lo que se dictó alerta meteorológica.

¿Qué está ocurriendo con el clima? Entre los especialistas hay consenso en que la sucesión de eventos meteorológicos inusuales seguirá incrementándose. Y más aún: hay evidencias de cambios estructurales que impactan especialmente en el clima mediterráneo, predominante en la zona central, bajo el cual vive la mayor parte de la población y que es crucial para actividades económicas como la agricultura.

"Vamos a visualizar un traslado de las zonas climatológicas del país", señala Kay Bergamini, doctor en Gestión Ambiental e investigador del Instituto de Estudios Urbanos de la UC.

El propio clima mediterráneo, que se extiende en el país entre Aconcagua y la zona de Traiguén, cubriendo casi siete regiones, está experimentando modificaciones estructurales. "Las estaciones que caracterizan a los climas mediterráneos se han ido perdiendo. Tenemos casi seis meses de verano y las estaciones intermedias, como primavera y otoño, se han ido acortando", describe Patricio González, profesor de agroclimatología del Citra de la U. de Talca.

El experto ha analizado las "huellas digitales" del cambio climático en esa región a través del análisis de datos que abarcan desde la década de 1860 a la actual. La data muestra, por ejemplo, que mientras en el siglo XX los días con temperaturas superiores a 30°C eran en promedio 55, en nuestro siglo se han elevado a 73. Las precipitaciones, en tanto, han descendido en 158 mm en los últimos 100 años.

"Esto define el cambio estructural: ya no están las cuatro estaciones demarcadas, sino que hay un largo verano muy cálido, muy seco, y un invierno relativamente corto", describe.

¿Y qué se prevé para Santiago? En este caso, además de este escenario general influye el fenómeno de "isla de calor", generado por el pavimento y los edificios, los cuales "atrapan" las altas temperaturas. "La ciudad también tiene un microclima urbano, potenciado por la falta de árboles", apunta el académico. Por ello, las temperaturas en la urbe usualmente son uno o dos grados más altas que en campo circundante.

Al mismo tiempo, la capital se encuentra hoy en el borde de la zona semiárida, situación que podría cambiar para peor en las próximas décadas. No se pueden descartar temperaturas máximas que superen ampliamente los 33°C este verano, y desde la presente temporada, y por los próximos 15 años, serán cada vez más fercuentes los días estivales con máximas en torno a 39°C.

En tanto, el clima de estepa cálida, asociado al semidesierto de los valles transversales, avanza hacia el sur a un ritmo de alrededor de 400 metros por año. Esto ha cambiado ya los patrones de cultivo en comunas situadas al norte de la Región Metropolitana, indica Fernando Santibáñez, director del Centro de Agricultura y Medio Ambiente de la U. de Chile.

"Perdimos la batalla"

Los climas mediterráneos alrededor del globo están experimentando cambios estructurales análogos, desde el sur de California a Europa: en el Viejo Continente se registró el mes de julio más cálido en 260 años.

"El planeta perdió la batalla contra el cambio climático", advierte González, quien recuerda que pese a los esfuerzos internacionales para bajar las emisiones de gases de efecto invernadero, la concentración de dióxido de carbono (CO2) ha crecido de unas 360 partes por millón, en 1995, a 402 partes por millón en 2017. Por ello, recalca, hoy es crucial planificar e invertir en mitigación y prevención. En este plano, el director nacional de Onemi, Ricardo Toro, recordó que Chile tiene siete de los nueve criterios que definen el impacto del cambio climático. "Debemos desarrollar e incorporar nuevas capacidades tecnológicas y operativas de monitoreo y alerta, acordes a estos nuevos escenarios", recalca.

Paradójicamente, otro riesgo creciente es el de los aluviones. Pese a que las precipitaciones disminuyen en promedio año a año, tienden a concentrarse en episodios de corta duración y alta pluviosidad. El riesgo es tan cierto que en distintos puntos del norte árido el MOP construye amplias obras de mitigación. En la Región Metropolitana, Raúl Valenzuela, investigador del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2 de la U. de Chile, revela que mediciones en el cerro El Roble evidencian eventos únicos que arrojan hasta 50 mm de precipitaciones, los que se presentan de manera cada vez más continua.

La misma climatología se enfrenta a incertidumbre debido a la celeridad de los cambios. "Los modelos climáticos a nivel mundial solo conocen 40% del clima. Hay otro 60% en el que no son capaces de determinar cómo responderá el clima a factores como el calor en exceso que absorbe la atmósfera, el que puede generar tormentas eléctricas, granizadas o sequías de manera aleatoria", explica González.

Tormentas en la transición de "La Niña" a "El Niño"

En el "área chica" de la proyección meteorológica, además de los efectos de largo plazo del cambio climático, se producen contingencias cíclicas que afectan decisivamente al clima de la zona central chilena. La sorpresiva tormenta eléctrica acompañada por granizadas que se produjo hace siete días fue originada por una baja segregada, fenómeno desencadenada por un masivo flujo de aire frío en altura. El evento estaría relacionado con el actual período de transición entre los fenómenos de "La Niña" y "El Niño", vinculados a cambios en la temperatura del océano Pacífico y que tienen amplias repercusiones sobre el clima mundial.

Según el meteorólogo de la Oficina de Servicios Climatológicos, José Vicencio, "la neutralidad en el ciclo Enos (El Niño-Oscilación del Sur) significa que no estamos ante la presencia ni de 'El Niño' ni de 'La Niña'. Estamos, eso sí, en un proceso de calentamiento acelerado del Pacífico Ecuatorial Central, lo que implica que es altamente probable que la neutralidad pase muy pronto a condiciones de 'El Niño'".

En general, precisa el experto, todos los pronósticos indican "que será un evento más bien débil en cuanto a anomalías de la temperatura superficial del mar, y de corta duración. No debería extenderse más allá del otoño de 2019, según las primeras estimaciones".

Eso sí, tal "debilidad" no significa en absoluto que sus efectos sean también débiles, advierte. De hecho, las consecuencias clásicas de "El Niño" incluyen incrementos en las temperaturas mínimas y máximas y cambios importantes en los patrones de lluvias.

Presupuesto a la baja

Pese a las evidencias científicas del creciente riesgo ligado al cambio climático, los recursos destinados en Chile a prevenir y mitigar no están precisamente al alza. Un ejemplo es el presupuesto para el próximo año destinado a la Agencia de Sustentabilidad y Cambio Climático (ASCC). Podría llegar a $ 2.600 millones en 2019, pese a que para el año actual regía un monto original de $ 3.000 millones. A mediados del presente año, por ajustes presupuestarios, el monto se redujo a $ 2.900, admite el director de la entidad, Giovanni Calderón. "Es relevante poder seguir realizando estudios para cumplir con los objetivos trazados", sostiene.

La insuficiente inversión también se da en las regiones, advierte el agrometeorólogo Patricio González. "La pelota está ahora en la cancha política", afirma.

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