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María Victoria Peralta, la primera educadora de párvulos galardonada con el Premio Nacional de Educación: "Me preocupa que tengamos siempre que llegar a paros para sacar adelante las cosas"

La académica e investigadora de la Universidad Central reflexiona sobre la sobreescolarización de los niños, el agotamiento de las familias chilenas, y la escasa preocupación de las gobiernos por resolver las urgencias de los profesionales que siguieron esta carrera.

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Yo fui disléxica pero no lo supe hasta que entré a la universidad. Eso es lo importante de no tener una etiqueta. A los 8 años escribí un librito que se llamaba Las Palomas, a partir de mi observaciones en la Plaza de Armas que solía frecuentar en mi infancia. No hay niño chileno que no haya jugado con palomas. Pero eso parece que está cambiando. Hace algunos días iba caminando por el Paseo Bulnes cuando vi a un niño, que no debe haber tenido más de dos años, caminando de la mano de su mamá pero con la mirada en su celular. Alrededor de él habían otros niños, también perros, hojas, árboles, pero él ni siquiera se dio cuenta de lo que ocurría. Me dio mucha pena ver esa escena porque su madre no se daba cuenta que justo ahí estaba la experiencia educativa y no en ese celular
Tuve una familia bastante singular, como la mayoría de las familias. Soy hija de una pareja conformada por un oficial de Ejército -amigo de Salvador Allende- y de una egresada de la carrera de Leyes que estudió en una época difícil para las mujeres. Mi padre tenía otra familia de antes, pero como en esa época no existía el divorcio, yo nací bajo la categoría de hija ilegítima. Un día mi mamá me explicó lo que eso significa mientras mirábamos mi certificado de nacimiento. Me alegro de que las épocas hayan cambiado, pero ha costado mucho de que los niños sean iguales y tengan los mismos derechos
Cuando tenía 15 años me enfermé de tuberculosis y el médico me recomendó que eligiera una carrera universitaria corta y que no requiriera de mucho estudio ¡Imagínate el consejo que me dio! Yo comencé a revisar las distintas mallas currículares y me gustó mucho educación parvularia porque integraba todos los saberes. Después de titularme seguí la carrera de educación musical, cursé dos magíster (en Ciencias de la Educación y Ciencias Sociales mención Antropología) y un doctorado en Educación.
En la escuela, éramos muy exigidos en lo académico y nos vinculábamos mucho con la comunidad. Todavía recuerdo esa época en que participé en trabajos de verano, invierno, y de otoño,  alfabetizando y trabajando en poblaciones. En definitiva, conociendo la realidad de los niños y las niñas de nuestro país. Por esta experiencia siempre les digo a mis alumnos de la Universidad Central que la formación de un nuevo Chile está en nuestras manos. En mi época nos creíamos ese cuento, y yo hasta el día de hoy yo me lo sigo creyendo.

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Los primeros educadores son siempre las familias, pero me preocupan la familias de hoy porque las siento muy ocupadas y muy estresadas, y eso ocurre en todos los niveles sociales. El sistema que estamos llevando nos está deshumanizando. Por eso, entiendo estos proyectos de flexibilizar o acortar la jornada laboral, estoy a favor de eso.

En Chile las educadoras de párvulos son mayoritariamente mujeres, pero en otros países esto ni siquiera es tema. Si vas a Estados Unidos, a Europa, ves a varones ejerciendo este rol. Incluso en pueblos originarios, como los otavalos en Ecuador, son hombres los que trabajan con niños chicos. Creo que en Chile esto no pasa, principalmente, por dos motivos: una sociedad tabú, un poco conservadora en algunas áreas; y también influye el tema económico porque antes se planteaba al hombre como jefe de hogar, y en esta carrera, por ser mujeres, se nos pagaba menos

La dignidad del educador de párvulos empieza hasta porque nos nombren adecuadamente. Que no nos digan 'la parvularia', que algunos pronuncian como algo despectivo. No existe ese término. En español es la parvulista o el educador de párvulo

El paro de profesores levantó el tema de las precarias condiciones en que trabajamos, pero una vez más quedamos fuera. Vino a verme el otro día el presidente del gremio, Mario Aguilar, y me comentó que lo tienen muy presente. Me preocupa que tengamos siempre que llegar a paros para sacar adelante las cosas, y en todo ámbito. ¡Por qué no lo hacemos de una vez por todas!. Y así no se dañarían ni los niños, ni los colegios, ni los profesores. ¿Cómo no nos va a doler cuando veíamos como los carabineros llevaban arrastrando a Mario (Aguilar)? ¿Dónde queda la dignidad de los profesores?

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En mi vida he marchado varias veces. Tengo cortes en mi cabeza y cicatrices de un balín de cuando protestábamos en dictadura. A la última marcha feminista no alcancé a llegar porque a esta edad uno ya tiene sus limitaciones físicas, pero me considero feminista en términos de reivindicar nuestros derechos
Este movimiento ha sido muy importante y las cosas han cambiado. Había problemas en las universidades, por los abusos sexuales, y las mujeres tuvieron que golpear la mesa. Pero eso es lo malo, que tengamos que golpear la mesa para que recién las cabezas inteligentes de este país digan 'tenemos que revisar las cosas'.
Cuando me avisaron que había recibido el Premio Nacional de Educación, conversé con la ministra Marcela Cubillos y con mucho respeto le señalé mis inquietudes. Le dije que no podía ser que las educadoras en nivel de transición sigan estando a cargo de 45 niños por curso, porque así lo señala la ley Ese es, justamente, el nivel que está sobrescolarizado, haciendo preuniversitario para entrar a la educación básica. Eso no existe en ningún país de Latinoamérica, ni siquiera en los más pobres. En esa ocasión le pedí una audiencia para conversar y se lo cuento ahora al país porque cuando empiezan la discusión presupuestaria salen mil cosas más y nuevamente quedamos fuera. Pero ya hemos esperado 155 años
La vejez de un educador en Chile es muy difícil. Honestamente, si no hubiese sido por lo que aporta este premio me habría preocupado. Los profesores nunca hemos ganado mucho. En general, los educadores no tienen una vida para nada buena. Y eso no habla para nada bien de nuestro país. Por eso insisto en la dignidad del profesor desde todo punto de vista: económica y también de trato. Por mis nietos, sé que están enfrentando muchas dificultades en los colegios. 
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