Histórico

Arte político actual: ironía y banalidad

Más insolentes que nunca, hoy los artistas revelan la frivolidad del poder usando rostros conocidos, desde Obama a Bachelet. Una muestra los reúne.

No hay duda, la imagen política ya no concita la misma respetabilidad que antes. En 2006 el poeta Nicanor Parra vio la sombra de la censura asomarse a su retrospectiva Obras Públicas en el Centro Cultural La Moneda, donde estrenó la instalación el Pago de Chile, en que reprodujo fotos a escala de los ex presidentes, ahorcados. La obra encendió la polémica, con quejas de la ex ministra de Cultura Paulina Urrutia, y se resolvió con la salida de la directora del centro, Morgana Rodríguez. Hoy, sin embargo, ya nadie parece escandalizarse cuando un artista se mofa de los políticos utilizando sus propios rostros como blanco de crítica abierta. Y sólo han pasado nueve años. Para el curador español Paco Barragán, el fenómeno de este cinismo con el que se expresa la reflexión política en el arte se debe sobre todo a la explosión de  las redes sociales. “Hoy las figuras políticas se han convertido en verdaderas celebridades dispuestas a conectarse con su público de cualquier forma. No basta con tener un buen programa de gobierno o ideas inteligentes, al político se le pide carisma, simpatía, incluso fotogenia. Tony Blair, Silvio Berlusconi , Nicolas Sarkozy y ahora Barack Obama son ejemplos de políticos que coquetean peligrosamente con la frivolidad. El arte contemporáneo se cuelga de ese hecho y juega con estos íconos, de la forma más burda”, dice Barragán, quien reunió a un grupo de artistas locales y extranjeros en la muestra Política y celebridad, que se despliega hasta el 27 de septiembre en la Sala de Artes Visuales de Matucana 100.

En la muestra se ve, por ejemplo, la obra Hommo corruptus del artista local Prem Sarjo, quien retrató a  diez políticos chilenos y extranjeros en el fondo de bacinicas: están Sebastián Piñera, Eduardo Frei, Augusto Pinochet y también Carlos Menem y George Bush. Una operación similar a la que realiza otro chileno, el pintor de 26 años Muñoz de Marco, quien enfrenta en dos murallas paralelas el gabinete de Piñera, con retratos de sus ministros en marcos dorados, y el de Michelle Bachelet, sostenidos sólo con tachas; colgando del retrato de la Presidenta está la imagen del ex ministro Peñailillo. Una propuesta similar, pero en el contexto de EE.UU., propone el puertorriqueño Antonio Cortés, quien retrata la relación entre Hollywood y la Casa Blanca con pinturas de Arnold Schwarzenegger, Ronald Reagan y Clint Eastwood.

“Con esta muestra quise distanciarme del pesimismo del arte, de esa vieja noción de arte político grave y hermético.  Aquí la obra devela la banalidad del poder de forma muy directa, lo que finalmente funciona como un reflejo de la misma política”, dice el curador.

Dividida en cinco apartados, la exposición también exhibe otras relaciones de arte y poder. Hay un mesón completo dedicado a la figura del pintor Salvador Dalí, en el que a través de fotografías, documentos y cartas se revelan sus volteretas políticas: desde sus inicios en el movimiento surrealista asociado a la izquierda, pasando por su admiración por Hitler y desembocando en el apoyo y la amistad que forjó con el dictador Francisco Franco, a quien incluso le obsequió pinturas. “En España es tabú el tema de la relación de Dalí con el franquismo, se suele ocultar esa faceta por ser muy polémica. La verdad es que Dalí veía la política como un instrumento para triunfar en el arte, él quería a toda costa ser famoso”, explica Barragán.

Un lugar especial ocupa la instalación de Alfredo Jaar, inédita en Chile, 1 de mayo 2011, donde se exhibe la controversial foto que dio la vuelta al mundo: en una sala privada se ve al presidente Barack Obama y su equipo de seguridad nacional, incluyendo a Hillary Clinton, presenciando en vivo la captura y muerte del líder de Al Qaeda, Osama Bin Laden. Lo que ve el espectador son los rostros atónitos de los captores, y al frente Jaar ha puesto otra pantalla en blanco que cuestiona la veracidad de la escena, pero también critica a la política convertida en reality show.

Compromiso o provocación

En Chile la relación entre arte y política se estrecha sobre todo en los años 50, con la obra de artistas como Francisco Brugnoli, el grupo Signo, liderado por José Balmes y Gracia Barrios, y Guillermo Núñez, quienes comienzan a plasmar en sus trabajos su compromiso político. Antes de eso, el arte se había expresado políticamente pero siempre desde la realidad social, el mundo obrero, la miseria de las clases bajas. El primer grupo en adoptar estos temas fue la Generación del Trece, con Camilo Mori y Pedro Luna, pero la clase política nunca fue representada directamente.

Recién a fines de los 50 el tema aparece y tiene su clímax a fines de los 70, en pleno régimen militar, con la aparición del Grupo C.A.D.A y la Escena de Avanzada, que hacen de la represión política y los Derechos Humanos su bandera de lucha. “Estos grupos se caracterizaron por comprometerse a develar los ejes del poder, pero con un lenguaje siempre velado y muy académico. En general el arte chileno es muy serio. Es muy posterior la aparición de artistas más frontales y el uso de imágenes de circulación pop, que es algo que nace con Andy Warhol”, explica la periodista y autora del libro Chile Arte Extremo, Carolina Lara.

La muestra en Matucana 100 toca la tecla de arte pop con un grabado de Warhol donde aparece Mao Tse Tung y con otras obras protagonizadas por nuevos íconos de poder como Mark Zuckerberg, el creador de Facebook, o Julian Assange, fundador de Wikileaks. “En el último tiempo han aparecido artistas que van más al choque, provocadores como Papas Fritas o más literales como Norton Maza y Camilo Yáñez. La obra de Arturo Duclos también ha dado un giro hacia esa línea”, agrega la crítica de arte de La Tercera.

Duclos, uno de los más jóvenes de la Escena de Avanzada, partió en los 80 con obras que mezclaban símbolos ideológicos, políticos y religiosos, también utilizó huesos, orina y sangre humana. Ahora en Matucana 100 se exhibe un afiche con la foto de Michelle Bachelet en entrevista con Don Francisco, acompañada por un texto de La República de Platón. “La muestra no sólo interpela a la clase política, la idea también es trasladar la responsabilidad al espectador, el ciudadano que ya no se interesa por los programas políticos sino por lo bien que se ve su candidato en televisión. Es quizás la política que nos merecemos”, aventura Barragán.

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