Ese es el concepto. Manoseado y todo, esta frase es una de las más repetidas y famosas en este mundo occidental desde la llegada del libre mercado. Ni hablar en nuestro país, donde la empresa adquirió una importancia suprema, haciéndose cargo de la educación, la salud y hasta de nuestras carreteras. El fútbol  también sucumbió a esta forma de vivir, cúanto tienes , cúanto vales. Tanto pagas, tanto obtienes. El problema no es ése. Aún cuando daría para una discusión larga. El inconveniente radica en la escasa importancia que esta frase tiene para muchas sociedades anónimas que transformaron a los hinchas en clientes y no otorgan las mínimas satisfacciones que los usuarios del fútbol adquieren con el pago de una entrada.

En el cine te prohíben hasta el ingreso de un chocolate que no se haya comprado en sus confiterías. Es que no te venden sólo un ticket para ver una película, argumentan, sino, una gran experiencia que incluye incluso las golosinas que quieras comer dentro de la sala. Un abuso, es posible, pero cumplen. La película la puedes ver completa, los baños están limpios y no hay temor a asaltos o macheteos. En los espectáculos deportivos esto no ocurre.

Los clubes, hoy sociedades anónimas, en algunos casos ni siquiera se preocupan por la seguridad de quienes asisten. Incumplen, sin ningún pudor, la cantidad mínima de guardias, no les importa si pudiste sentarte donde compraste tu asiento y menos si el equipo satisface las expectativas de sus hinchas o clientes. Sólo es fundamental ajustarse a un presupuesto que les permita seguir a cargo de ese vehículo de pasión que mueve a tanta gente.

Por eso se valora lo hecho por Santiago Wanderers. El equipo del puerto regaló a su gente el regreso de David Pizarro. A él le agregaron 3 o 4 nombres importantes para generar felicidad y expectación en quienes lo siguen. No se debe ser injusto, ha habido otros buenos ejemplos en los últimos años, pero lo que han hecho en Wanderers resalta como una luz de esperanza, de que en este fútbol empresa todavía hay quienes piensan que la alegría del público es un concepto mucho más profundo que la maldita Atención al Cliente.