Histórico

Biógrafos desnudan los misterios de Sandro

Las barreras casi impenetrables con que cercó su intimidad son las culpables de que el registro de la vida de Sandro sea casi nulo.

Pese a la leyenda que durante décadas copó crónicas de todo el continente, el testimonio acerca de la vida y obra de Sandro es exiguo. Las barreras casi impenetrables con que cercó su intimidad son las culpables de que su registro sea casi nulo. Pero los periodistas Graciela Guiñazú y Mariano del Mazo lograron derribar el muro.

Accedieron a su mundo más privado, fueron los dueños de las últimas exclusivas del argentino y formaron parte del círculo más íntimo que pasó por su casa-búnker en Banfield. Por eso, ambos configuran para La Tercera un perfil del ídolo y coinciden: un puñado de su grandeza está en el misterio con que rodeó su vida. "Siempre le temió a la prensa y lo que hablaran de él. Pero lo que más temía era que eso afectara a su madre", detalla Guiñazú, autora del libro Sandro, el ídolo que volvió de la muerte (2004).

Además, la escritora estima que la preocupación por su madre, fallecida en 1992, afectó su proyección planetaria. "En los 70 ya había conquistado hasta el último rincón de Latinoamérica y parte de Estados Unidos. Su representante de ese entonces lo motivaba para que ahora fueran a Europa y le ponía el ejemplo de Julio Iglesias: 'Mirá, alguien con menos talento que tú ya triunfó allá', le decía. Pero Sandro nunca se animó. No quería viajar más, extrañaba a su madre, a su pareja de ese entonces (Julia Visciani) y decía: 'Lo más seguro que tengo en mi vida es una valija en Ezeiza, nada más'. Por eso Europa fue su gran deuda".

¿Otra deuda? Una despedida multitudinaria en la avenida 9 de julio, el ícono porteño que ya había atiborrado Soda Stereo. Siempre fue una idea que le dio vueltas y quería concretarla en 2004, año en que un infarto casi lo mata en el escenario.

Como buen hombre hermético, el "Gitano" también odiaba la traición. Por eso sus amigos eran cada vez menos y se quedó con apenas un puñado, como el cantante Jairo, su más cercano en el espectáculo argentino. La contraparte es María Martha Serra Lima: en uno de sus recitales, la cantante confesó que había tenido un amorío juvenil con Sandro. Guiñazú puntualiza: "Eso Sandro no lo aguantó y lo tomó como oportunismo promocional".

Pero su perfil duro desaparecía en las reuniones más cercanas. Casi siempre las cenas rasguñaban la madrugada y él animaba todo con chistes, descorchando vinos mendocinos y hasta riéndose de su enfermedad. Del Mazo, autor de Sandro: el fuego eterno (2009), lo entrevistó en 2003 y recuerda que su ánimo de fiesta se mantuvo arriba incluso en los últimos días antes del trasplante. "Era muy sabio y tenía un humor bárbaro. Era un tipo muy valiente que decía 'prefiero perder la vida, pero no perderme la vida'", comenta. Además, agrega que gran parte de la recuperación de su enfermedad la pasó leyendo, escuchando música clásica y aprendiendo cocina oriental.

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