Los bomberos del estado australiano de Victoria están de nuevo en alerta por posibles fuegos al darse las peores condiciones desde que el pasado 7 de febrero comenzaran los devastadores incendios que causaron 209 muertos.

Tras la celebración ayer en Melbourne de una jornada de luto en homenaje a las víctimas del "Sábado Negro", comunidades que ya fueron arrasadas por las llamas están amenazadas otra vez, y las autoridades han prohibido encender fogatas en todo el estado.

En estos momentos, cuatro enormes frentes continúan ardiendo fuera de control animados por las altas temperaturas, por encima de los 40 grados centígrados, y fuertes vientos.

Cientos de bomberos, apoyados por camiones cisterna y helicópteros, trabajan para extinguirlos.

En la localidad de Warburton, 80 kilómetros al este de Melbourne, y en otra quincena de pueblos del Valle de Yarra, gran parte de la población ha decidido abandonar sus propiedades, pero algunos se han quedado a defender sus casas.

Las autoridades les han pedido que si quieren correr ese riesgo, no cambien de opinión en el último instante para no quedar atrapados por las llamas.

Neil Bumpstead, portavoz de los bomberos, advirtió de que si el fuego alcanza Warburton, pueblo al que se accede por una única carretera a través del bosque, los residentes no podrán ni entrar ni salir de allí hasta que el fuego no haya sido apagado, y eso puede tardar varios días.

El frente gigante de Kilmore y Murrindindi, cien 100 kilómetros al norte de Melbourne y que ya ha arrasado 26.000 hectáreas, sigue siendo el más peligroso y propenso a cambios en la dirección de los vientos.

A los expertos también les preocupan el fuego del parque nacional de Wilsons Promontory, en el sureste del estado y donde han sido quemadas 21.000 hectáreas, y el de Bunyip Ridge, oeste de Melbourne.