Histórico

Byron, Brian, Jason, Shirley y Yamileth, los nombres más estigmatizados del país

Estudio de la U. de Concepción determinó cuáles son los nombres que generan más rechazo y más aceptación en Chile.

¿Cómo te llamas? Es la pregunta que inicia cualquier interacción social. Y pese a que parece una interrogante inocente, la respuesta puede no serlo tanto, ya que puede generar desde reacciones positivas, o dar paso incluso a discriminación.

Es que los nombres en Chile tienen poder. Pueden dar prestigio o causar desvalorización, según demostró un estudio de 2013 de la Universidad de Concepción. Lidia Pereira, licenciada en Educación con mención en Español y una de las autoras de la investigación, explica que para determinar qué reacción puede generar un nombre entre distintas personas, aplicaron una encuesta a alumnos de primer año de Fonoaudiología de dicha universidad.

Pereira junto al grupo de investigadores confeccionaron una lista de 60 nombres de hombres y mujeres, actuales, comunes y elegidos entre los más presentes en los medios de comunicación y telenovelas, para probar cuán estigmatizados o prestigiosos eran . "Hicimos este ejercicio tratando de probar que existe un nivel de prejuicio, y los resultados arrojaron que sí", dice la experta.

Se consultó a los estudiantes con qué nombres de la lista creían que sus amigos se reirían o los molestarían. Shirley (95,23%), Yamileth (95,23%) y Sharon (90,47%) fueron los nombres femeninos más mencionados.

En el caso de los hombres, Byron (94,70%), Brian (84,21%) y Jason (73,68%).

Para muchos, estos nombres no se vinculan a discriminación, pero en jóvenes que tienen presente el concepto de movilidad social, dice Pereira,  saben que implica discriminación. "Cuando les preguntamos cómo se sentirían si tuvieran algunos de esos nombres, dicen que se lo cambiarían, que serían vistos como de estratos bajos y les daría vergüenza".

El estudio no hace ningún hallazgo, sino más bien muestra algo presente en la sensibilidad del día a día, reflexiona Gastón Salamanca, doctor en Lingüística y académico de la U. de Concepción, otro de los autores del estudio.

Así como las personas son discriminadas por su apariencia, el lenguaje también lo genera. "Tal como existe en el aspecto fónico (en el tono), también hay discriminación en el ámbito léxico, como decir nadie o nadien. Inmediatamente, hay una vinculación con un estrato sociocultural. Tristemente nuestro país muestra evidencias de esto en distintos niveles", destaca.

Los nombres de origen anglo eran los más discriminados. Inspirados en el cine o la televisión, no siempre se escriben correctamente, lo que crea un estereotipo que se asocia a estrato bajo, explica Pereira.

PRESTIGIO

Pero así como hay nombres que generan burlas, otros provocan el efecto contrario: prestigio. En este grupo aparecen Agustina (66,66%), Martina (66,66%) y Josefa (57,14%), en el caso de las mujeres, y Agustín (52,6%), Alonso (52,6%) y Joaquín ((52,6), entre los hombres.

La experta de la U. de Concepción indica que la mayoría de los alumnos encuestados los elegiría, asumiendo que los ayudaría a ser mejor vistos y tener estatus.

Sin embargo, el nombre socialmente no debería tener ninguna relevancia, explica Daniella Leal, académica del Instituto de Sociología de la U. Católica. "Da lo mismo cómo la persona se llame, lo que importa es la persona. Pero es la carta de presentación, actúa como la primera barrera y luego aparecen otras preguntas, como el apellido, en qué comuna vives, de qué colegio saliste, si no es el nombre puede ser cualquier otro factor que busque distinción".

¿Qué efectos tiene esa discriminación? Nombres estigmatizados, como Malcom, Justin o Jeremy, dice Salamanca, evidencian una carga negativa muy potente. "Las implicaciones son de diverso orden, desde lo académico, etc. Alguien que tiene nombres desprestigiados siente que tiene que hacer un mayor esfuerzo para compensar aquello que se asocia a menos valor".

El porqué ocurre esto, dice la experta de la UC, es bastante complejo. "Se puede decir que es un tema cultural, pero no me queda claro si es característico de la sociedad nacional o también se da en otras sociedades más avanzadas, acá estamos acostumbrados a caricaturizar un poco".

PREJUICIO Y TRABAJO

Si esto constituye una desventaja o una ayuda a la hora de entrar en el mercado laboral, David Bravo, director del Centro de Encuestas y Estudios Longitudinales UC, indica que no está tan claro.

Junto a los economistas Sergio Urzúa y Claudia Sanhueza, en 2006 realizaron un estudio para analizar si existe discriminación por nombre y apellido al buscar trabajo. Consideraron 1.400 avisos de empleo, a los que postularon con ocho currículos ficticios, cuatro con nombres de clase alta y cuatro de clase baja. El indicador de éxito era si lo llamaban a entrevistas.

Y si bien al comienzo, al sondear qué nombres podían ser discriminados, comprobaron que hay estereotipos, en el mercado laboral fue diferente. Hicieron 11 mil currículos y no encontraron asociación entre nombre y apellido en la selección. "Un currículo con nombre de clase alta no sirvió para que los llamaran a más entrevistas, las diferencias en la tasa de respuesta no fueron significativas. Lo que quiere decir que no hay discriminación por nombre o apellido", resalta Bravo.

En el estudio, dice Bravo, se vio que sí se cree que hay discriminación por este tipo de cosas, pero la evidencia no soportó otras consecuencias. "Lo que ocurre en la realidad es que nombres y apellidos de una clase social baja es gente que tiene menos educación e ingresos, entonces la cadena hacia menor empleo no es clara, no es sólo el nombre".

Se requieren cambios que favorezcan la coexistencias de los distintos estratos sociales, pide Salamanca. De ese modo, los distintos nombres tenderán teóricamente ser más familiares y no generar desconocimiento y a, en último caso, discriminación. "En la medida en que lo que estaba segregando sea más común y habitual, se podrá fortalecer ese proceso de tolerancia".

Claudia Sanhueza, académica del Instituto de Políticas Públicas de la U. Diego Portales, señala que en términos sociales, se deberían minimizar al máximo los prejuicios de grupo. Se trata, dice, de ideas erradas. "Primero, porque no sabes si esa idea que te haces por el nombre es correcta y hay un tema ético, porque mientras más peso se le dé a esa ingnorancia, mayor inmovilidad social".

Una solución puede venir de un sistema educativo menos segregado y con más interacción social. "Como país hemos crecido, pero todavía está presente que no nos conocemos entre las clases", dice Sanhueza.

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