Canal Om: Retiro y bienestar en Los Vilos
<img height="16" alt="" width="60" border="0" src="http://static.latercera.cl/200811/193728.jpg " /> A un par de horas de Santiago, un maestro yogui abrió las puertas de un proyecto que partió décadas atrás, como un sueño.
El maestro bosteza, acaricia a su pequeño hijo y se despide por hoy del mundo aparentemente real. Sus discípulos, o sea, sus alumnos, una veintena de instructoras e instructores de sattva yoga (casi todas brasileñas, algunas españolas y un par de locales) lo despiden dándole abrazos con sentimiento y la cara llena de risa.
Le dicen "gracias", suavemente, esperan un rato en la mesa frailera del pequeño restaurante vegetariano de bambúes chilenos en medio de jardines, como niños, y en cosa de minutos lo que se oye en la radio ya no es new age: es reggaetón, y en el aire, risas, y las yoguis y los yoguis bailan, beben vino tinto, ríen y anotan sus correos en servilletas. La Casa de Bambú arde, y no es para menos: ellos llevan un mes aquí, practicando diariamente los nuevos ejercicios, despertando a las 4 y media de la mañana, comiendo sano, tomando té verde, portándose bien, y esta noche es la última de todas. Mañana deben regresar. Y los que no somos yoguis y estamos aquí –un par de gerentes, un inversionista, un empresario, una publicista, todos alucinados con esta onda tan libre y natural– podemos sentir esa nostalgia que viene antes de tiempo. Un par de días más tarde, los mundanos sentiríamos lo mismo. No hay que ser especial para querer quedarse acá.
Es que algo pasa en Canal Om. Algo bueno. Es un viaje de dos horas desde el aeropuerto, por la Ruta 5 Norte, y un desvío en el kilómetro 213, entre Quilimarí y Los Vilos, bajando por un camino de tierra de mil metros hacia los negros roqueríos de Ensenada, y allí están los dos grandes portones de fierro y roble que dividen las tres hectáreas que prometen mucho "wellness retreats", como dice el website. Retiro y bienestar. Es, también, un viaje hacia el interior y en el tiempo. Les diré por qué: todo aquí fue pensado y diseñado por el maestro yogui –quien, además, es escritor y fue diplomático y estrella de la televisión japonesa– para desintoxicar la mente y el cuerpo, y conectarse con el silencio y la naturaleza minimalista que vive junto al océano, o en los jardines orientales, o en las lagunitas con lotos o en las piscinas de roca y agua marina que construyó en el mar, no cerca ni al lado. O en los ínfimos caminitos que terminan en miradores solitarios y escondidos que miran hacia el horizonte y que terminan, ineludiblemente, en una estación que está dentro de nosotros.
La vista desde la torre que tiene pintados los ojos de Buda es una foto que, hace años, sólo existía en la mente de un hombre: abajo, la casa grande, diseñada con el sentido común que es el feng shui, especial para la estada y reuniones de ejecutivos vip más bien silenciosos, y las rocas, la playita y la piscina natural, con agua del mar, fría y caliente; las siete pirámides de piedra, el pequeño muelle y el Café del Mar, en la arena. Atrás, los árboles tan bien cuidados, la laguna verde y el botecito, como una postal de la tierra del sol naciente, la sala de yoga, el sauna, los senderos, la canchas de tenis y de tiro con arco, el huerto orgánico, los pozos y las montañas costeras. Y al centro, sobre un pequeño cerro, la imagen de Buda meditando, como siempre, que se ve de todas partes.
Fue así: en los 80, el maestro aún no era maestro, y tuvo un sueño. Mientras dormía, soñó este lugar, arrendó una avioneta, sobrevoló la costa, miró, eligió y compró el sitio.
El resultado tardó un poco, 20 años; todo fue hecho sin prisa, lento, como las cosas buenas de la vida, dicen. Canal Om es un lugar que hasta hace algunos meses era visitado sólo por yoguis, aprendices y grandes maestros de todo el mundo, y que hoy es para todos, pero para pocos. Las 18 habitaciones, seguro, no aumentarán. La idea es mantener, de alguna forma, la dicha del silencio, los diálogos con el Pacífico, lo que se oye en la brisa si uno está atento.
El objetivo acá es descansar, activar el cuerpo y refrescar la mente, pero sin sufrir. En chileno: si su onda no es el yoga ni la meditación trascendental, hay una "ruta tortuosa" que lo dejará más o menos igual de vivo (o muerto). Se inicia con un tecito rico y el pan amasado integral del restaurante, y sigue por el caminito de las lagunas, los miradores al infinito y más, una pasada por el sauna y un chapuzón frío en una piscina que se funde con el horizonte. Continúa por las escaleras que van hacia el mar, parando para una sesión de masajes, otra de hidromasajes y una de talasoterapia: piscina de madera y agua salada y caliente a metros del mar. Un café para la puesta del sol, una fogata en la noche y una comida sabrosa, contundente y sana, para terminar el día lleno de químicos placenteros dando vueltas por el cerebro.
Si los yoguis saben celebrar con vino y reggaetón, a los tóxicos citadinos sistémicos nos viene bien caminar por la otra vereda aunque sea un rato. Algo pasa, ya saben, que uno se va contento.
GUÍA DEL VIAJERO
- Cómo llegar
Por la Panamericana Norte, en el kilómetro 213, entre Quilimarí y Los Vilos, tomar salida izquierda si es que viene del sur, y bajar hacia Ensenada.
- Comer
La Casa de Bambú está habilitada con un mesón frailero donde todos comen y conversan, degustando las preparaciones de Pancho, chef de comida vegetariana, la que prepara en su mayoría con verduras del propio huerto. Si quiere comer pescados frescos, recién traídos de la caleta Los Vilos, sólo tiene que encargarlos de un día para otro. Lo mismo con los vinos, a menos que lleve los suyos.
- Dormir
Son 18 cómodas habitaciones, con vista al mar o a los jardines, calefacción central, algunas con chimenea y sin televisores. Los precios se acuerdan directamente con la administración, dependiendo de la habitación, el tiempo de estada y el número de pasajeros. Tarifas que van desde los US$ 100 e incluye comidas y comodidades, excepto los masajes.
- Qué hacer
Desde Canal Om puede organizar cabalgatas con asado y vino a los cerros del interior, el valle de Quilimarí, Huanhualí y las minas de cuarzo de Tilama. También se puede contratar los servicios de un profesor personal de surf y kitesurf, por $22.000.
Reservas a los fonos 233 1524, 232 2452 y 09-239 2145, o www.canalom.cl
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