Carácter, educación, entorno




La situación disciplinaria de los jugadores de Universidad Católica, sumado al último evento de Arturo Vidal, deja en el tapete un tema tanto interesante como delicado. La gran atención se queda en los hechos, pero el origen de éstos merece un análisis aparte. Más serio y profundo que un mero titular.

En estos menesteres es necesario apelar a dos puntos fundamentales: el carácter y la educación.

El carácter porque el futbolista, que efectivamente quiere ser profesional, vive una adolescencia llena de privaciones. Usualmente abandona su círculo de amistades y se sumerge en un mundo exigente en tiempo y dedicación. Son precisamente esas privaciones las que necesitan ser satisfechas cuando llega el profesionalismo.

Es ahí, con algo (o mucho) de fama y recursos económicos, donde se juntan peligrosamente el pan y las ganas de comer. Con una maduración forzada, el jugador queda con un escenario poco habitual para su edad. Salvo casos excepcionales, ¿qué joven de 20 o 21 años gana 10 veces el sueldo mínimo o más?

Pues bien, aparece el segundo factor. La educación. Y ésta no se refiere necesariamente a la recibida en el colegio. Hablo de la familiar. La que debe contener y poner límites.

Y no es fácil. Porque existe una realidad poco conocida en nuestro querido fútbol. No son pocos los jugadores que, con sus ingresos, mantienen a todo el grupo familiar. Padres, hermanos, primos y hasta amigos. Por tanto, ¿quién es capaz de ponerle límites? Los representantes que ofician muchas veces de papá orientador no siempre logran su objetivo.

Sumen otro dato. El séquito de amigos que suele pulular alrededor y que profitan de la fama del futbolista. ¿Son éstos capaces de controlar a la superestrella que paga desde las zapatillas hasta las rondas de trago?

Definitivamente no. El deportista es muchas veces víctima de un entorno que lo endiosa y mima sin reparos. Es el líder y referente en su mundo, su círculo, desconociendo incluso restricciones legales como quedó evidenciado en el accidente que protagonizó Arturo Vidal.

Pero también es cómplice de no romper ese circulo y dar un salto cualitativo fuera de su ámbito. Uno más normal. El que tendrán que enfrentar inevitablemente cuando se acaben los grandes ingresos, dejen de desfilar en luminosas pasarelas. En definitiva, cuando las luces se apaguen y se baje el telón.

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