Cenicienta está de fiesta
Uno podrá tener ciertas dudas respecto de esa frase que sostiene que el dinero no hace la felicidad -sobre todo si eres infeliz y no tienes ni un solo peso-, pero lo que parece indesmentible es que el dinero no necesariamente asegura el éxito deportivo. La liga Premier y el increíble rendimiento del Leicester City -líder absoluto de la liga a pesar de la derrota de ayer ante el Arsenal- es una prueba de esto.
Un par de datos para entrar en materia: mientras armar el equipo titular del Manchester City le costó a los citizens más de 300 millones de euros, conformar el once dirigido por el italiano Claudio Ranieri no superó los 30 millones de euros; si el máximo precio del Leicester, Jamie Vardy -actual goleador de la liga con 19 tantos-, fue fichado por 1,3 millones de euros, la estrella del City Sergio Agüero fue transferido en su momento por casi 50 millones de euros.
Pero no sólo las diferencias en términos de inversión relegaban a principio de temporada las posibilidades del Leicester de asumir algún protagonismo. La historia propia tampoco le permitía ilusión alguna. Por lo pronto, no era parte del grupo selecto de clubes que se ha repartido la liga en los últimos veinte años -Arsenal, Chelsea, Manchester United y Manchester City-. De hecho, la mejor actuación en la Premier League se perdía décadas atrás: en la temporada 1928-1929 había rematado segundo detrás del Sheffield Wednesday. Y sería todo. Es más, tras una permanencia de diez años en la serie B, recién en abril de 2014 había conseguido la promoción, y en la temporada inmediatamente anterior había tenido que luchar con ahínco para mantener la categoría.
Pero ese carácter de Cenicienta no es una condición que sólo acompaña a la institución: la mayoría de sus jugadores había cumplido largas carreras en clubes que siempre estuvieron lejos de la disputa por el título y parecían destinados a morir sin demasiadas luces defendiendo a sus clubes. Robert Huth, por ejemplo, había completado su sexta temporada defendiendo al Stoke City y estaba más cerca del retiro que de una aventura por el título de liga; lo mismo que Wes Morgan, quien antes de fichar para el Leicester sumaba diez temporadas en el Nottingham Forest.
Ahora bien, de todos ellos, ninguna historia más emblemática que la del propio Jamie Vardy, el delantero estrella del equipo de Ranieri. Vardy había sido desechado por el Sheffield Wednesday cuando tenía 16 años por su baja estatura. Ante la imposibilidad de convertirse en futbolista profesional siguió practicando el fútbol a nivel amateur, compartiendo su tiempo con los estudios primero -no resultó ser muy dotado- y luego trabajando en una fábrica de prótesis ortopédicas de fibras de carbono.
Ganaba poco -30 mil pesos a la semana-, se alimentaba mal -básicamente comía en locales de comida rápida- y el trabajo diario le destrozaba la espalda. Aún así, los fines de semana se destapaba marcando goles. Con 23 años, se convirtió en el mejor jugador de la sexta división y fue fichado por el Fleetwood Town de la quinta división, quien pagó 150 millones de pesos por su pase. Un año después, en 2013, fichaba por el Leicester City. Demoró en demostrar de lo que era capaz. De hecho, en la temporada pasada apenas marcó cinco goles. Pero cuando apareció, lo hizo con todas sus luces.
Nadie sabe qué puede pasar de aquí al final de la liga con el Leicester City. Pero una cosa está clara: sus hinchas no olvidaran nunca esta temporada donde la Cenicienta puso de rodillas a los gigantes.
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