Histórico

Crítica de cine: La muerte de Pinochet

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Desde Chi-chi-chi Le-le-le, Martín Vargas de Chile (2000), Bettina Perut e Iván Osnovikoff vienen afirmándose en un lugar distintivo –y controvertido- de la no ficción. Así lo evidencian su retrato del promotor boxeril Ricardo Liaño (Un hombre aparte, 2001) y su mirada a la Gran Manzana en Welcome to New York (2006). Ahora estrenan La muerte de Pinochet, que ambos definen como "crónica sarcástica de la muerte y los funerales del dictador". Que este sarcasmo se sostenga en personajes cuyo patetismo los desborda  habla de las particularidades de un filme que destaca también por la cuidada puesta en escena, que incorpora imágenes de alto impacto al patrimonio fílmico chileno. Un ex militar, una quiosquera agradecida de Lucía Hiriart, un ex conscripto que dice haber visto a Allende el "11" y un cuidador de autos alcohólico. Todos salen a la calle, en ánimo fúnebre o de carnaval, el 10 de diciembre de 2006. La cámara los muestra más allá del primer plano: en las arrugas, en las imperfecciones del rostro, en los detalles de la dentadura. Con ello se obtiene un registro que raya en el freak show y que en efecto exhibe un Chile surreal.

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