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Crítica de cine: No me quites a mi novio

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Si en la vida andas en la búsqueda de la originalidad, las comedias románticas nunca son un buen lugar para partir. Por supuesto que en el género hay excepciones, como la próxima a estrenarse Damas en guerra, pero hay también las que se encargan de transitar por cada lugar común en el terreno, como es el caso de No me quites a mi novio.

Rachel y Darcy son amigas desde siempre. La primera es una chica buena onda que siempre ha visto su persona opacada por la extrovertida personalidad de Darcy.

Tanto es así, que el destino y un guión forzado han querido que Darcy esté a punto de casarse con Dex, el amor de toda la vida de Rachel. El mayor pecado que puede cometer una película del género que sea, es que nos presente a un grupo de personajes por los cuales no sintamos atracción alguna. Ginnifer Goodwin (Rachel) y Colin Egglesfield (Dex) demuestran su falta de encanto y química en cada una de sus escenas, mientras que Kate Hudson (Darcy) demuestra sus dotes de comedia, pero en un personaje tan desagradable, egoísta y egocéntrico, que no importa lo bien que ella pueda estar, nunca queremos pasar mucho tiempo con Darcy. El director, Luke Greenfield, quien ya había dirigido barbaries como La chica de al lado, se extravía en una historia poco atrayente y rebosante de situaciones que ya hemos visto infinidad de veces. No contento con esto, introduce en su historia a un grupo de personajes secundarios a los que nunca saca provecho ni logra acomodar dentro del relato, haciendo que todo el desbarajuste aumente de tamaño y se vuelva un ejemplo de lo que no hay que hacer en el cine.

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