Demian Schopf trae muestra sobre diabladas al MAC
El trabajo, realizado en Chile y Bolivia, se exhibe junto a obras recientes de artistas como Bernardo Oyarzún y Tanya Maluenda.

Todos los años, en el norte de nuestro país, las fuerzas del mal y del bien se enfrentan en las diabladas, bailes de máscaras con ángeles y demonios de colores, que mezclan la tradición católica y la cultura popular. Se trata de La Tirana, la fiesta en honor a la Virgen del Carmen, que en junio logra reunir a unos 200 mil habitantes en un pueblo de no más de 600 personas. Un hito que se replica en todo el altiplano latinoamericano y que tiene su versión más espectacular en Bolivia, con el Carnaval de Oruro.
Hasta allá llegó en 2010 el artista visual Demian Schopf, interesado en retratar la devoción de los bailarines andinos. Pero no sólo había fiesta y trajes brillantes: también encontró mucha basura. "En Alto Hospicio, me impresionó que a 200 metros de donde vive esta gente, que está todo el año preparándose para el carnaval, haya cerros de basura. En Oruro hay basurales a la entrada de la ciudad y se asumen como parte del paisaje", cuenta Schopf.
El registro en fotos y video se exhibe desde hoy en el Museo de Arte Contemporáneo, en la muestra Coros menores. "La idea es contrastar lo suntuoso de los trajes con lo decadente de los basurales. En Chile, la fiesta tiene un tono más humilde, pero en Bolivia es un acontecimiento. Hay una clase emergente, conocida como la burguesía chola, que expresa su riqueza con los trajes del carnaval. Algunos pueden llegar a costar hasta 20 mil dólares", agrega.
La obra de Schopf comparte espacio con el trabajo reciente de otros cinco artistas locales, entre los que también destacan Bernardo Oyarzún, Tanya Maluenda y Rodrigo Tisi. "Lo que une las obras es la tensión entre las prácticas latinoamericanas y la cultura actual. Se recogen las herencias coloniales y se ve cómo sobreviven hasta hoy", dice la curadora Varinia Brodsky.
Así, en Doméstica, Oyarzún realiza una instalación con cientos de cojines tejidos a crochet, flores y jarrones plásticos que apelan a la estética popular de América del Sur. En salas distintas, pero en diálogo constante, están las pinturas de Cristóbal Gazmuri y de Caterina Oxley. Ambas hacen referencia a la estética barroca latinoamericana. El primero, plasmando en grandes telas grotescas escenas de banquetes, protagonizados por niños curiosos y adultos en prácticas sexuales. Mientras que Oxley pinta personajes fantásticos, con plumas y trajes metálicos, cargados con sus mascotas, aves gigantes y perros de dos cabezas. "Hay una referencia a la bisutería, a la chuchería barroca, en escenas muy exageradas y kitsch que se complementan y arman. Es un diálogo muy interesante", dice Brodsky.
La muestra finaliza con la obra de Tanya Maluenda, quien compone figuras geométricas usando espéculos, instrumentos médicos usados en ginecología, y los coloca sobre tapices de plumas. "Es una reflexión en torno a estos objetos muy violentos para la mujer, usados desde la época de los griegos, y que la sociedad los ha ido aceptando y naturalizando. La idea es cuestionar su uso hoy en día", explica Brodsky.
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