Histórico

Desafíos para la Concertación como bloque opositor

<div>La autocrítica es necesaria, pero no suficiente, para que la Concertación vuelva a ser alternativa de poder. Requiere además encontrar una causa que la unifique detrás de liderazgos comunes y propuestas atractivas para el país.</div>

Los partidos de la Concertación realizarán en los próximos días un cónclave para discutir acerca del futuro de la coalición. Después de la derrota sufrida en enero, la necesidad de un proceso de reflexión que permita identificar las causas de la pérdida del poder y establecer líneas de acción parece inevitable si se aspira a proyectar en el tiempo al conglomerado.

En primer lugar, es necesario dilucidar cómo se materializará el equilibrio de fuerzas al interior de la coalición, no sólo en términos de la relación entre los cuatro partidos que la componen, donde el eje DC-PS parece ser clave, sino también para determinar quién toma las decisiones y define las estrategias políticas. Ello exige fijar la manera en que se ejercen los liderazgos y el lugar desde el cual éstos surgen. Ahora que ya no podrá generar figuras públicas desde el Ejecutivo, seguramente la Concertación potenciará la influencia y la presencia de sus parlamentarios y alcaldes.

Aunque la Concertación nació como un pacto contrario al régimen militar, alcanzó su madurez en los 20 años que ejerció el gobierno. Por ello, no le será sencillo acomodarse a su nuevo papel de bloque opositor.

Es necesario y saludable para el país que la oposición ejerza con acierto su rol de fiscalización y ofrezca a la ciudadanía la posibilidad de la alternancia en el poder. Para estar en condiciones de cumplir ese papel, la Concertación debe decidir cómo y desde dónde hará oposición.

Al interior de ella hay voces que postulan una actitud reacia a los acuerdos con el nuevo gobierno, sobre la base de que es necesario "defender" la obra realizada en los últimos 20 años. Tal postura seguramente resultaría dañina para el país y también para la Concertación, pues la pondría no sólo en contra del gobierno, sino de la voluntad expresada por la mayoría en la votación presidencial. Hay más para ganar -para Chile y los partidos de la Concertación- si la oposición se plantea de manera constructiva.

El ejercicio del rol opositor supone también encontrar una propuesta que resulte atractiva para sus integrantes y para la opinión pública. La sola defensa de los logros de su gestión no parece suficiente para lograr estos objetivos, y por eso es positivo que se produzca una discusión como la que comenzará a darse en el cónclave de los próximos días.

Ninguno de los desafíos mencionados será fácil de enfrentar para la Concertación. Siendo la política un juego de suma cero, donde lo que uno gana lo pierde otro, habrá sectores que se sientan defraudados por la definición de los equilibrios y liderazgos internos.

Al mismo tiempo, si las voces que demandan una actitud dura contra el nuevo gobierno o la consolidación del llamado "polo progresista" terminan imponiéndose -con propuestas que, de ser aplicadas, podrían redundar, por ejemplo, en un bajo crecimiento económico-, es probable que la coalición termine quebrándose o perdiendo adeptos que podrían ser atraídos desde el gobierno. Una situación de este estilo podría acabar con las pretensiones del actual oficialismo de volver al poder en 2014 o incluso más allá.

Tras el receso veraniego, los líderes de la Concertación enfrentan la delicada tarea de intentar reconstituir una coalición severamente dañada por la pérdida del poder.

Para lograrlo, es urgente que sean capaces de reconocer los errores que permitieron la derrota. La falta de disciplina, la desaparición de los afectos internos, los problemas de probidad, la imposibilidad de solucionar algunos problemas graves en áreas sensibles como educación o delincuencia, el estancamiento económico -alto desempleo, bajo crecimiento, agravado al final por la crisis internacional- de los últimos 10 años, debieran aparecer en la autocrítica. Sin embargo, pese a que ésta es necesaria, no es suficiente para convertirse de nuevo en alternativa de poder. Para conseguir ese objetivo, la Concertación necesita encontrar una causa que la unifique detrás de liderazgos comunes y propuestas atractivas para el país.

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