Edgardo Hartley, de Rosalinda a su labor de maestro
El bailarín y coreógrafo fallecido este jueves fue una de las figuras del Teatro Municipal en los años 80 y 90.

Versatilidad, elegancia, humor. Esas tres palabras se suelen repetir entre los ex compañeros de trabajo y los amigos de Edgardo Hartley, el destacado bailarín y coreógrafo chileno que murió a los 71 años la noche del jueves en la ciudad de Phoenix (Estados Unidos). Allá pasó sus últimos meses de vida en casa de su hija Paola, que integra el Ballet de Arizona.
Afectado de cáncer pancreático y víctima de un accidente cerebrovascular hace dos semanas, Hartley fue probablemente la figura masculina más destacada del Ballet de Santiago en los años 80 y principios de los 90. Junto a la uruguaya Sara Nieto y también con su esposa Elba Rey formó algunos de los dúos dancísticos más memorables del Teatro Municipal, sobre todo en el período en que el Ballet de Santiago fue dirigido por el exigente y renovador coreógrafo húngaro Ivan Nagy. "Coincidimos a principios de los 80 en el Ballet de Santiago. Yo venía de Uruguay y él de Sudáfrica. Había cosechado grandes éxitos en Johannesburgo, pero no tenía pretensiones de nada. Me acuerdo mucho de La bella durmiente, el primer ballet que hice en Chile, donde él bailaba y además hacía la coreografía. Era un caballero, dentro y fuera del escenario, tenía mucho sentido del humor. Un bailarín con todas sus letras. No solamente tenía técnica, sino que también se involucraba mucho en la interpretación, en la expresión ", recuerda Nieto, ex primera bailarina del Municipal.
Otros de sus compañeros en el Ballet de Santiago fueron Carolina Munizaga, directora de la Escuela de Ballet que lleva su nombre, y Pablo Aharonian, el coreólogo del Teatro Municipal. "Tenía un porte muy elegante y señorial para bailar, un aplomo único. Pero al mismo tiempo era muy versátil, capaz de pasar sin problemas del rol más dramático al más bufonesco. En eso le ayudaba su humor. Por otro lado, tenía un gran apetito cultural, leía mucho, se interesaba en el trasfondo de lo que estaba haciendo", dice Aharonian. Para Carolina Munizaga, Hartley es también representante de una generación única en el Ballet de Santiago. "Fue una época maravillosa, en la que yo aprendí mucho de él. Siempre tuvo esa vocación por enseñar y por traspasar lo que sabía", dice la docente.
De su labor coreográfica y pedagógica quedan sus pasos por la dirección del Ballet Nacional Chileno (1996-1999) y la creación de la Escuela de Danza de la UNIACC en el 2004. "Recordaba con mucho cariño su paso por el Ballet de Santiago y también por el Ballet Nacional (Banch). Entre sus muchos roles, estuvo por ejemplo en Rosalinda (ballet creado en Sudáfrica especialmente para él donde hacía el doble rol del Doctor Falke y Eisenstein) y luego ganó durante cuatro años seguidos el premio Apes como director del Banch", recuerda su hija Paola, que confirma que sus restos serán cremados y permanecerán en Estados Unidos. Luego reflexiona: "Se sentía muy feliz, sobre todo ahora último aquí en Phoenix, ciudad que le encantaba. Tenía su pieza en mi casa, sus muebles, todo. Hace poco había nacido mi hijo y estaba muy contento como abuelo. El plan era que siguiera aquí, feliz. No pudo ser".
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