El arte como duelo: la retrospectiva de Doris Salcedo que sedujo a Nueva York
Tres décadas de trabajo de la artista colombiana se reúnen en el Museo Guggenheim.

Cada obra de la artista Doris Salcedo (Bogotá, 1958) tiene un trasfondo sobrecogedor. Por más de 30 años ha investigado en los duelos irresueltos, recopilando testimonios de víctimas de violencia e injusticia en Colombia y el mundo entero, para materializarlos en obras que al intentar juntar piezas rotas, con gran sutilidad y enorme trabajo, terminan por revelar la herida y el quiebre irreparable.
Su primera retrospectiva, organizada por el Museo de Arte Contemporáneo de Chicago y en muestra hasta el 12 de octubre en el Museo Solomon R. Guggenheim de Nueva York, reúne esculturas e instalaciones de tres décadas, transformando esa sutil sugerencia de pérdida en un grito ineludible que obliga al espectador a detenerse y recordar.
“La única respuesta posible que puedo dar de cara a la irreparable ausencia es producir imágenes capaces de expresar inconclusión, escasez y vacío”, dice Salcedo en el catálogo de la muestra. “Espero que mi trabajo funcione de la misma forma que una plegaria fúnebre”.
En Plegaria muda (2008-2010), 48 estructuras - dos mesas largas de madera, una encima de la otra patas para arriba, con una capa de tierra entre medio-, forman un enorme laberinto. La obra es una ofrenda para los miles de jóvenes perdidos en la violencia de pandillas en EE.UU. y en la guerrilla colombiana, a quienes llama “muertos en vida”. Sobre las estructuras, que evocan ataúdes, comienza a crecer pasto en un gesto de esperanza. “Su obra intenta crear un espacio público de duelo, restaurando un reconocimiento digno a muertes que la sociedad ha trivializado o ignorado”, explica a La Tercera Katherine Brinson, curadora del Guggenheim a cargo de la muestra.
En Atrabiliarios (1992/2004), una serie de nichos en el muro tapados con fibra animal traslucida cocida al muro, se entrevén zapatos usados como un recuerdo distante. Las prendas sirvieron para identificar cuerpos encontrados en fosas comunes colombianas a principios de los 90. Salcedo los utiliza como recipientes y testigos de un algo que ya no está. “Mi trabajo es sobre la memoria de una experiencia, que está siempre desvaneciéndose”, dice también en el catalogo. “Es el vacío generado por el olvido, un intento por agarrar lo que ya no está presente”.
Su obra es tremendamente íntima y funciona como un susurro que obliga a acercarse. Como en una serie de esculturas que realizó en los 80 con piezas de camas de hospital; en un par de esquinas, capullos de fibra animal esconden figuras de plástico en forma de bebé. O en Unland (1995-98), producida tras investigar testimonios de hijos que vieron a sus padres ser asesinados, tres esculturas donde Salcedo sutura dos mitades de mesas distintas con cabello humano y seda. El acto de zurcir, cocer y hacer puntos representa en su obra la herida que intenta ser curada. A la vez el gesto, muchas veces intensamente laborioso, le permite ponerse en el lugar del que sufre. Disremembered I, II y III (2014) muestra tres abrigos hechos con agujas quemadas tejidas a mano con hilo de seda. Y en A Flor de Piel (2014), en recuerdo a una enfermera torturada, confecciona una enorme manta de pétalos de rosa cocidos y preservados tras largos procesos.
“Doris no solo trabajó intensamente en la configuración de las obras en el espacio sino también en la iluminación, que es muy baja y fría, y crea una atmosfera especial”, dice la curadora. “La gente tiende a recorrer la muestra en silencio y reverencialmente, como impactada, algo que nunca había visto en el museo”.
Salcedo desarticula objetos que encuentra en zonas de violencia y los vuelve a ensamblar en formas improbables. Sillas cojas y deformes, con tres o cinco patas, que ya no sirven como sillas (Thou-less, 2001-02) nos obligan a ver el impacto de la violencia en cuerpos que tienen que adaptarse y rejuntarse para seguir existiendo. Piezas de armarios, camas y escritorios pegados entre ellos y rellenos de cemento, nos recuerdan el peso del trauma (Untitled, 1989-2008). Como escribe Madeleine Grynsztejn, directora del MAC de Chicago, “Le da voz a los sin voz, forma a lo que no tiene forma y poder a lo que no tiene poder”.
Finalmente, en un teatro subterráneo, el documental Doris Salcedo’s Public Works, (accesible en la página Web del MAC de Chicago] muestra sus intervenciones públicas de gran escala. Una lluvia de sillas colgando del Palacio de Justica en Bogotá en recuerdo de un ataque de la guerrilla que dejó más de cien muertos en 1985 (2002), un camino de rosas rojas de 4 kilómetros en honor del asesinado periodista Jaime Garzón, la Plaza Bolívar de Bogotá llena de velas encendidas (Acción de Duelo, 2007), una enorme grieta en el Turbine Hall del Tate en Londres que representa la línea que divide a los que tienen de los que no (Shibboleth, 2007), un lote vacío entre dos edificios relleno de sillas distintas (Bienal Estambul, 2003), una enorme bóveda de flotante de ladrillos envejecidos a mano en Italia (Abyss, 2005) y una plaza que llora los nombres de víctimas de violencia (Palimpsest, 2013).
“Cada vez que empezamos un proyecto, sea lo que sea, empezamos con la idea de producir un milagro, lo imposible”, dice en el documental Carlos Granada, uno de los miembros del equipo de Salcedo sobre su obra. “Tienes que tener fe para seguir adelante, porque si lo miras racionalmente, no tiene sentido”. Al igual que con el duelo, el trabajo de Salcedo solo es posible tras un intenso trabajo de todo su equipo, creatividad, paciencia y resiliencia.
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