El enigmático poder que ejercen los rasgos infantiles
<img height="21" alt="" width="94" src="https://static-latercera-qa.s3.amazonaws.com/wp-content/uploads/sites/7/200811/193348.jpg" /> <br /> Cada vez que una persona mira la cara de un niño, se activa una región del cerebro vinculada a las emociones. Un proceso similar ocurre cuando nos enfrentamos a un hombre con rostro infantil.
Probablemente soportaron los pellizcos en sus mejillas hasta más avanzada edad. Porque pasaron los 10, los 15 y los 20, y su rostro lozano no varió de forma significativa. Mantuvieron los ojos grandes, la nariz y el mentón pequeño, característicos de la cara de los niños, pese a haberse convertido en hombres hechos y derechos.
Su capacidad para disimular la edad puede ser motivo de envidia para algunos, pero lo que realmente ha intrigado a los científicos es la variedad de reacciones que los hombres con cara de niños generan en sus interlocutores. Se les asocia con fidelidad y calidez, pero también con debilidad y sumisión. La inquietud es si esas cualidades tienen alguna relación con la verdadera forma de ser de los llamados "baby face".
El economista de la Universidad de Hong Kong Gerard Gorn y su equipo, investigaron el impacto de los "baby face" en los puestos de responsabilidad de una empresa. Su estudio midió la reacción del público ante la imagen del gerente de una compañía en medio de un escándalo público. La conclusión fue evidente: los ejecutivos con cara de niño aparecían como un 10% más honestos y un 8% menos propensos ante la gente a cometer fraude que aquellos de rostro rígido.
Algunos años antes, otro estudio, de la sicóloga de la Universidad de Brandeis, en Massachussets, Leslie Zebrowitz, mostró que en los tribunales de ese estado los jueces eran más benévolos con los "cara de niño". Menos del 50% de ellos fue encontrado culpable en juicios por acciones intencionales, mientras que casi la totalidad de los sujetos con apariencia madura recibieron sentencias desfavorables.
¿MÁS CONFIABLES?
La razón de tanta benevolencia hacia este tipo de hombres pareciera radicar en el cerebro. Cada vez que una persona se enfrenta al rostro de un niño, su cerebro reacciona en alrededor de 150 milisegundo, 50 menos de lo que tarda ante la cara de otro adulto. Eso, porque se activa una región de la corteza llamada amígdala, área vinculada al desarrollo y expresión de las emociones.
La misma respuesta, señala la sicóloga Leslie Zebrowitz, se produce cuando nos enfrentamos a adultos con rostros infantiles.
Eso explicaría que las calificaciones de tiernos, cercanos y afables sean comunes para esos hombres en las diversas culturas. En la década de los 80 una investigación encabezada por la propia Zebrowitz mostró que la alta expectativa de cualidades hacia los rostros infantiles se daba por igual entre caucásicos y orientales.
Aunque no necesariamente estas expectativas reflejan la realidad. Sus más recientes conclusiones indican que los niños que crecen con rostros más amigables suelen contradecir intencionalmente las expectativas de la gente y no es raro que se vayan a los extremos.
Después de estudiar a adolescentes con rasgos faciales infantiles en varias dimensiones de sus vidas, por ejemplo, la sicóloga concluyó que si bien tenían mejor rendimiento académico, tendían a ser más pendencieros y hostiles que aquellos con caras más masculinas.
NIÑOS BUENOS
Los hombres se preguntan qué les encuentran las mujeres a tipos como el actor Leonardo DiCaprio, ícono del cine actual, pero impensado símbolo en tiempos donde lo que mandaban eran rasgos rígidos, como los de Charlton Heston o Humphrey Bogart.
La respuesta es simple: evocan una mayor capacidad de compromiso y, por lo tanto, aparecen como los hombres ideales para establecer una relación seria y formar una familia.
En un estudio de 2007 realizado en conjunto por las universidades inglesas de Durham y St. Andrew, 400 personas debieron juzgar rostros digitalmente alterados para parecer más varoniles o infantiles. Las mujeres consideraron que aquellos hombres con rasgos de niños eran más comprometidos y fieles. Los machos recios, con mandíbulas cuadradas, nariz larga y recta, y ojos pequeños fueron calificados como menos confiables, fríos y malos padres.
Claro que los juicios de las mujeres podrían tener cierto sustento. Porque los rostros típicamente masculinos deben sus formas angulosas a la testosterona y una investigación de 1998 reveló que los hombres con mayores niveles de esta hormona son más propensos a divorciarse.
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