Histórico

El fútbol de todas las tierras

Un combinado nacional compuesto por jugadores de pueblos indígenas disputará la primera Copa Americana de fútbol. Aquí, la historia de este torneo y del ex futbolista mapuche que soñó lo que parecía imposible.

Aldo Marinao tiene 26 años e integra la comunidad mapuche Cañadón Chileno, en la provincia argentina de Río Negro. Empleado municipal, juega fútbol desde los ocho años y hoy defiende los colores de Gimnasia y Esgrima de Bariloche, club amateur fundado hace poco más de un año. La llamada que recibió el pasado mes de abril, asegura, le cambió la vida: de Buenos Aires le informaban que debía entrenarse con la Selección Argentina de pueblos indígenas en el mítico predio de Ezeiza. Allí, en el mismo lugar donde practican Messi, Agüero y Di María, Marinao se prepara desde entonces para jugar en Chile un torneo sin precedentes.

Se trata de la Copa Americana de Pueblos Indígenas, certamen futbolístico que comenzará el próximo 16 de julio y que el pasado viernes fue oficialmente lanzado a los pies del Morro de Arica. El evento, financiado por el Ministerio de Relaciones Exteriores, junto a las carteras de Deporte, Desarrollo Social y Cultura, es organizado por la Corporación “Gol Iluminado” del ex futbolista Elías Figueroa y la Federación y Asociación Nacional de Pueblos Originarios (Fanpo), presidida por el ex mediocampista mapuche Nelson Coliñir.

El torneo se extenderá hasta el 25 de este mes y tendrá como sede los estadios de Arica y Peñalolén. Ocho selecciones integran los dos grupos donde Chile y Argentina figuran como cabezas de serie. El combinado local lo componen jugadores de la selección mapuche que ganó el Tercer Campeonato Nacional de Fútbol de Pueblos Originarios, además de dos refuerzos aimara, tres rapa nui y dos williche. En la banca, el técnico Danilo Quilán y como ayudante el ex Magallanes, Colo Colo y Atlante de México, Francisco Huaiquipán. La selección de Argentina, por su parte, quedó conformada por jugadores de origen wichi, qom, iogi, chané y mapuche. Aldo Marinao, uno de ellos. El cuerpo técnico transandino lo encabeza Esteban Pogany, ex arquero de Boca, Independiente y San Lorenzo.

Pero esta historia no partió en 2015. Su origen se remonta varias décadas atrás. Y tiene como protagonista al menor de un clan de legendarios mapuches astros del balón.

Sueños de niñez 

En la capital de La Araucanía, para muchos, el apellido Coliñir significa “futbolista” en mapudungún. Y es que páginas gloriosas en la historia de Deportes Temuco y otros equipos sureños tienen a los hermanos Pedro, Gabriel y Nelson como emblemas indiscutidos. Claves fueron en la conquista del Torneo de Apertura de Segunda División del año 1987, obtenido en el Nelson Oyarzún de Chillán tras golear 3-0 a Ñublense. Temuco era dirigido entonces por su entrenador más querido, el argentino Roque Mercury. ¿Otro título? El Nacional de Fútbol Amateur con el legendario Santos, equipo donde se formaría otro crack sureño y tan nativo como los Coliñir: Marcelo Salas Melinao.

Cuando niño, Nelson siempre soñó con ser futbolista. Y con vestir, algún día, la camiseta de algún seleccionado mapuche. Eran los sueños que rondaban su infancia mientras peluseaba en las calles de la Población Temuco, a un costado del Liceo Industrial y del entonces mítico Estadio Municipal, actual “Germán Becker”. “Soñar con el fútbol fue una cosa casi natural. Con mi familia éramos vecinos del estadio y por esos años el Green Cross Temuco era uno de los grandes de Chile. Además, éramos siete hermanos hombres; nos juntábamos y era Lincoñir Fútbol Club”, relata.

Poco duraron las interminables pichangas callejeras por el barrio. Desbordaba talento y las oportunidades tocaron su puerta a corta edad. Siguiendo la huella de Pedro y Gabriel, sus dos hermanos mayores, a los seis años fue aceptado en la prestigiosa Escuela de Fútbol de Green Cross. Allí pulió una habilidad innata y familiar, la misma que a los nueve años, en un Estado Nacional de Santiago repleto, lo llevó a robarse los aplausos con sus piruetas con el balón en el entretiempo de un partido entre su club y la Universidad de Chile. Ello bastó para encantar a la dirigencia azul.

Tras jugar por las inferiores de la “U” y Colo-Colo, su tierra pudo más. Por varias temporadas defendió la camiseta de Deportes Temuco, derivando más tarde hacia la dirigencia deportiva y social. Corría el año 1994 y Nelson no podía olvidar el segundo de sus sueños de infancia; vestir la camiseta de una selección mapuche. Como no existía, decidió junto a otros crearla de la nada. Lo hizo sin prensa, sin publicidad y con cero financiamiento. “Se trató de una locura casi familiar”, cuenta hoy a La Tercera. Por si no bastara, tuvo que vencer la opinión de varios líderes mapuches que veían en el fútbol una expresión más de la “cultura winka”. Eran los tiempos de Aucán, del etnicismo y la rabia contenida por cinco siglos. Porfiado, Coliñir se salió con la suya.

“Creamos la selección y recorrimos varias ciudades jugando partidos de exhibición. Hasta fuimos invitados a las celebraciones de los cien años de la Anfa (Asociación Nacional de Fútbol Amateur) en Viña del Mar”, rememora. “Muchos pensaban vernos con plumas o que nos pondríamos a bailar en la cancha, pero nos hicimos respetar. Fuimos el equipo revelación del torneo”, agrega Coliñir. Falta de apoyo financiero y portazos a nivel de instituciones deportivas y de gobierno hicieron que la iniciativa tuviera sus días contados. “La selección, pero no la idea”, aclara el ex mediocampista.

Partiendo otra vez de cero, una década le tomó a Coliñir consolidar la Federación y Asociación Nacional de Pueblos Originarios (Fanpo) que actualmente preside. La entidad fue estrenada en sociedad en 2012, en la I Cumbre Nacional Mapuche organizada por la Corporación Enama en Temuco. Entre los oradores del evento estuvo un viejo conocido de los Coliñir: Marcelo Salas, quien por primera vez y ante más de mil mapuches reconoció allí su cercanía con la causa indígena. Sponsor oficial de aquella nueva selección: el periódico MapucheTimes.

Tres torneos nacionales de pueblos originarios  y el premio “Champion for Peace” otorgado en 2013 por la Fundación del Príncipe Alberto II de Mónaco son parte de los logros que Coliñir atesora como las copas que ganó jugando. Hoy Fanpo es parte de la organización de la inédita Copa Americana de Pueblos Indígenas, otro de sus sueños que se ha vuelto realidad. ¿Qué se viene más adelante? ¿Una Fifa paralela? ¿Un Mundial de Fútbol Indígena?, le pregunto. “Mis sueños son como los penales de Higuaín; no tienen techo”, me responde. Es Coliñir, un crack de la vieja escuela.

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