El tesoro escondido de los cristales
<P><span style="text-transform:uppercase">[De Bohemia]</span> En un rincón del barrio Italia se esconde esta tienda de finos vidrios. Hace más de 15 años que todos llegan por dato. </P>

entenares de lámparas de lágrimas, jarrones, copas de colores, largas tiras de cuentas transparentes, botellas talladas y candelabros son parte de un paisaje donde cualquiera caminaría con temor a causar daño, pero Jaime Calderón-Favaro se mueve con completa soltura. "Estoy en esto desde niño", cuenta riendo el dueño de la Cristalería Bohemia, una casa a la que se llega por dato y que hace 15 años está en el barrioItalia. Hasta allá llegan los santiaguinos que no quieren despedirse sus finas herencias.
"Comencé como a los 6 años lavando copas en la Casa Favaro, un negocio que mi padre tenía en la calle Maruri por allá por los años 30", explica. En el empeño de ganar algunos pesos, Jaime pasó de lavador a tallador, pulidor y decorador de copas, sin saber que ese sería el oficio que desarrollaría a lo largo de toda su vida.
Su abuela italiana fue la que le heredó la habilidad para la artesanía: "Ella bordaba y trabajaba pequeñas figuras en vidrio con oxígeno. Por casualidad mi papá conoció a don Radomiro Tomic cuando era cónsul en Génova, y fue su esposa, Olaya Errázuriz, la que comenzó a mandarle a hacer bordados y figuras a mi abuela, y por ahí la alta sociedad chilena empezó a conocer este tipo de piezas finas".
Una estadía de 10 años en una casa de antigüedades en el barrio de San Telmo, en Buenos Aires, lo convirtió en un experto que a vuelo de pájaro puede descifrar los secretos de cualquier copa o de una lám- para. "Tengo un don para reconocer sin equivocarme lo que es tallado, lo que es prensado, de qué parte es la copa… Yo miro un cristal y sé de qué país viene", dice con orgullo.
Entre el 24 y 27 de mayo, en el MásDeco Market (una feria que reúne diseño, arte, decoración, antigüedades y cultura patrimonial en la Factoría Italia) don Jaime estará exponiendo sus productos.
Su pericia en el rubro lo ha hecho conocido y ha provocado que la clientela haya ido creciendo. Siempre está lleno de trabajo. Más ocupado estuvo después del terremoto del 27 de febrero. "En general, recibimos muchos pedidos de reparación desde Ñuñoa, Las Condes, Vitacura y Lo Barnechea. Es que en el taller podemos tallar, decorar, grabar… Una copa rota se puede arreglar si el vidrio es fino y vale la pena fundirlo en el horno y hacer la pieza de nuevo. Los clientes me traen ideas, fotos pequeñas, recortes para que copie alguna lámpara o el diseño de un juego de cristalería".
Conocedor de su oficio, Jaime reconoce que los vidrios de hoy ya no son verdaderamente de color, trabajados en el crisol como se hacía antiguamente. "Hoy todo es pintado, porque lo que se hacía antes para teñir el vidrio requería de muchas horas, era una técnica lenta y compleja", explica.
Pero a pesar de eso, está consciente de que el valor sentimental de las antigüedades que le traen es la rueda que hace girar su negocio. "Acá, el 90% de la clientela son mujeres que traen lámparas con lágrimas que ahora están de última moda. O copas que eran de la bisabuela, de la abuela o que compraron en un viaje. Pero son piezas que cargan de emotividad una casa. Todo lo que es hecho a mano da una energía especial, por eso me gusta la artesanía", afirma.
Jaime sabe que lo suyo es un oficio en extinción, pero está seguro de que a pesar de las producciones en serie, las copias baratas y el apuro del día a día, lo bello siempre va a prevalecer: "El arte siempre va a quedar, es como la música clásica", dice Calderón-Favaro.
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