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Encuesta revela: chilenos quieren una sociedad que premie el esfuerzo

Mañana, el Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES) entregará los resultados de una encuesta sobre percepción de la distribución del ingreso y la movilidad social. Estos muestran que aunque los chilenos toleran altos niveles de desigualdad en los salarios quieren una sociedad donde se premie más el esfuerzo.

Entender qué es lo que divide a los chilenos -y cómo los divide- y qué los hace sentirse parte de un proyecto común son las dos grandes preguntas que persigue el Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES). Preguntas que son interesantes en el ambiente de crisis que se percibe hoy.

El grupo de académicos del COES, en el que participan economistas, cientistas políticos, sociólogos y sicólogos de las universidades Católica, de Chile, Diego Portales y Adolfo Ibáñez, tiene un presupuesto anual de 1.3 millones de dólares para investigar y ya dio algunas luces a comienzos de año. El centro, que se formó en 2013, mostró los primeros datos de una encuesta que le puso más números al tema que ha marcado lo que va de 2015: la desconfianza. Los resultados confirmaron que la credibilidad de los partidos políticos, el Congreso, los tribunales, el gobierno o los bancos es muy baja en todos los niveles de la sociedad. Tan baja, que al director del centro, el economista Dante Contreras, no le quedó más que hacer un diagnóstico pesimista: “Estamos muy lejos de legitimar a nuestras instituciones y tener confianza en ellas. Chile está muy lejos de meterse en una trayectoria que nos permita transformarnos en un país desarrollado”, dijo en ese momento en Qué Pasa.

El lunes, el COES entregará la segunda parte del estudio, centrado en la percepción sobre la movilidad social y qué niveles de desigualdad son considerados justos por las personas. Y los datos, según Contreras, continúan siendo preocupantes: “Sigue emergiendo una imagen de precariedad social”, dice.

Meritocracia para mí, privilegios para ellos

¿Qué se necesita para surgir hoy en esta sociedad? Ante todo, educación. El 93 % de los chilenos cree que es esencial o al menos muy importante. “A pesar de la crisis de la educación, las personas la ven como la forma de tener éxito y obtener movilidad ascendente, cuando claramente estudiar no asegura la movilidad en términos de ocupación o ingresos”, explica Emmanuelle Barozet, investigadora del centro y profesora del Departamento de Sociología de la Universidad de Chile. También se requiere de esfuerzo y ambición, dicen los encuestados. De acuerdo al estudio, pocos creen que el origen sea la razón más importante para surgir en la vida y son menos todavía quienes afirman que las relaciones políticas o las coimas cumplan ese rol. Hay, dice Daniel Hojman, economista de la Universidad de Chile e investigador del COES, “una fuerte creencia meritocrática”. Pero, agrega el subdirector del COES y académico del Instituto de Sociología de la UC, Juan Carlos Castillo, “una cosa es creer en el mérito, y otra es evaluar si este funciona o no”. Ahí aparece la gran contradicción y lo que a juicio de Dante Contreras puede explicar buena parte del descontento social del último tiempo. El 59 % de los encuestados no piensa que las personas obtengan lo que se merecen y solo el 23 % cree que existe igualdad de oportunidades. “El chileno común y corriente tiene que esforzarse. Sacarse la mugre. Y por otro lado a nivel global de la sociedad lo que sobresale es que a los hijos de los que les va bien les va a ir bien, siempre, independiente de si se esfuerzan o no. Y eso también es cierto”, dice Hojman.

Pero la desigualdad no se mide solo en acceso a las oportunidades. Nueve de cada diez personas dicen que en Chile las diferencias de ingreso son demasiado grandes. Ese resultado es además parejo en los distintos deciles, y la afirmación obtiene sobre el 90 % de acuerdo, desde el grupo más rico al más pobre. Sin embargo, Barozet explica que eso no necesariamente significa que la gente quiera igualdad: “Lo que las personas critican, como se puede ver en los datos, son las trabas a la igualdad de oportunidades, la discriminación, el maltrato y los beneficios mal habidos. No argumentaría que existe una demanda generalizada por la igualdad, entendida como la igualación de las condiciones de las personas”. Y eso se ve cuando se habla de plata.

Lo que sabe la gente

En los últimos cinco años, en parte por la influencia de gente como Thomas Piketty, autor de El capital en el siglo XXI, se ha comenzado a hablar con fuerza de la participación en el ingreso del 1 % más rico en distintos países. En Chile, según un estudio de Tasha Fairfield  y Michel Jorratt publicado el año pasado, ese grupo se queda con el 23.7 % de los ingresos totales, lo que es alto comparado con otros países en donde se ha medido como Suecia (6.7 %), Uruguay (14.2 %) o Estados Unidos (16.7 %).

Los encuestados tienen bastante claridad de que hay una brecha grande, lo que queda en evidencia en la pregunta por los sueldos o “¿cuánto cree que gana el presidente de una empresa?”. La respuesta en la encuesta es 15 millones de pesos (como referencia, se estima que los gerentes de empresas grandes en Chile reciben entre nueve y 13 millones de pesos) y la gente cree que debiese ganar cerca de la mitad (ver gráfico). Mientras, en la pregunta por el salario de un obrero no calificado, aparece una cifra cercana al sueldo mínimo (hoy 225 mil), y los encuestados estiman que debiesen ganar alrededor del doble. Pero pese a esos ajustes, “en conjunto, las personas justifican una brecha enorme entre el presidente de la empresa y el obrero”, explica Hojman. A lo que Barozet agrega: “La medición muestra que a pesar del cambio de subjetividades en torno a la desigualdad, se sigue justificando una brecha de 12,5 veces entre las dos ocupaciones, lo que a todas luces sigue siendo muy alto. En países como Alemania la brecha descrita por la gente entre ambas ocupaciones es de 16,7 a 1 y la considerada justa es de 6,2 veces, es decir la mitad en comparación con Chile”.

El problema entonces, dice Castillo, no parece ser “la desigualdad en sí, sino algunos mecanismos no meritocráticos que generan desigualdad”.

Los más castigados en la asignación de sueldos son los políticos, específicamente los parlamentarios. La gente estima que reciben cerca de ocho millones de pesos (lo que es bastante cercano al sueldo de un diputado o senador) y dice que deberían ganar dos millones, un cuarto de lo que tienen hoy. “Quienes muestran más desconfianza en la política tienden a justificar menores salarios para los parlamentarios”, explica Daniel Hojman.

Los empresarios reciben una fuerte crítica. La encuesta pregunta específicamente por ellos y el 75 % de los participantes dice que el alto nivel de vida que estos tienen es resultado de que le pagan poco a sus trabajadores, que es, a la vez, una de las principales razones que explica la desigualdad para el 84 % de los encuestados. Eso sin contar que hay una amplia mayoría que cree que se benefician a costa de los consumidores.

Además, existe una percepción mayoritaria de que los que tienen más no pagan suficientes impuestos. El 63 % dice que estos son bajos para las personas de altos ingresos y más personas todavía están de acuerdo con que los más ricos tienen que pagar una proporción mayor. Pero a la vez, el   84 % piensa que los impuestos son gastados de forma poco o muy poco eficiente. “Y eso claramente no ayuda a legitimar la reforma de los impuestos o seguir avanzando en el camino progresivo de un aumento de los mismos”, explica Barozet.

Arriba la clase media

Coincidentemente con lo que ha aparecido en otros estudios, la gente tiende a ubicarse en la mitad. “Pasa en muchas partes, no sólo en Chile. Decir que uno es pobre puede resultar vergonzoso y que uno es rico, soberbio. Por lo tanto, por comodidad, pudor, facilidad o falta de conocimiento, en general entre el 60 % y el 80 % se identifica de clase media”, dice Barozet, quien se ha especializado en el estudio de aquella clase. Un 43 % cree que está mejor que la familia en que creció, mientras que un porcentaje similar dice que está igual. Sólo un 15 % considera que ha empeorado. Esto sugiere que existe una suerte de “conciencia de una clase media emergente”, explica el economista Daniel Hojman, pero según Dante Contreras, el problema es que en general esa gente que ha progresado tiene la sensación de que su posición es frágil.

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