Histórico

Engels, a la sombra de Marx

El historiador Tristram Hunt le da una nueva oportunidad a Friedrich Engels, quien junto a Karl Marx formó una de las duplas más sorprendentes e influyentes del pensamiento occidental. La biografía que acaba de publicar revela sus contradicciones y genialidades.

El capital sólo lleva la firma de Karl Marx, pero no se habría escrito ni publicado de no haber sido por Friedrich Engels, quien no solo aportó los datos que dieron cuerpo a las ideas de Marx, sino que lo presionó para que terminara con ese trabajo que se lo comía vivo. Engels, además de editor del libro, sustentó económicamente a Marx y su familia por décadas.

Marx y Engels formaron una de las duplas intelectuales más extraordinarias de la historia del pensamiento occidental, que escribió en conjunto obras tan influyentes como La ideología alemana, El origen de la familia y El manifiesto comunista y supo pasarlo bien en medio de las adversidades, entre conversaciones maratónicas y vacaciones familiares. La clave que explica la manera de actuar de este monstruo de dos cabezas fue la renuncia de Engels, quien sacrificó su carrera intelectual para resignarse a ser el "segundo violín" de Marx y entró a trabajar en la fábrica familiar para mantener de por vida a Marx y a su familión. El genio, reconocía Engels, era su amigo. Los demás, en el mejor de los casos, sólo tenían talento. Nadie en su lugar, concluía, podía ser tan pequeño como para no reconocer una verdad tan evidente.

Pero esta dupla que tan bien funcionó en vida no ha seguido de manera armoniosa los inciertos caminos de la posteridad. Ahora último, Marx ha sido objeto de un impresionante "lifting" histórico y político. Su rostro de profeta barbón ha dejado de ser el del ogro al que se le colgaban los desastres del marxismo leninismo y se ha convertido en la cara del humanista que supo describir las paradojas del capitalismo. Engels, en cambio, pasó al olvido o, peor, se adjudicó el infame papel de gran culpable de los demonios del comunismo.

El joven historiador británico Tristram Hunt, especialista en historia urbana y económica, decidió que ya era tiempo de darle otra oportunidad a Engels, en su libro The frock-coated communist (El comunista con levita), una excelente biografía que no aspira a canonizar a Engels sino que a retratarlo en toda su complejidad.

Es difícil encontrar personajes tan curiosos como este prusiano convertido en victoriano eminente, que fundó el comunismo internacional y su variante más elegante, conocida como el "socialismo con champaña". El principal interlocutor e intérprete de Marx fue un magnate textil, apasionado por la caza del zorro y las mujeres bonitas, que tomaba cantidades navegables de champaña y se preciaba de su ensalada de langosta. Pero es fácil encandilarse con sus contradicciones y acusarlo de inconsecuencia. Afortunadamente, Tristram Hunt es un buen historiador y no cae en juicios anacrónicos ni esquiva los rasgos antipáticos de la personalidad de este hombre de inteligencia enciclopédica y vitalidad sorprendente.

Friedrich Engels nació en Barmen, Prusia, el 28 de noviembre de 1820, hijo primogénito de un clan de empresarios textiles que tenía un pie instalado en la ciudad de Manchester, capital industrial del siglo XIX y también un lugar siniestro, donde la población trabajaba y vivía en condiciones miserables, tal como lo describiría Engels en su primera obra, Las condiciones de la clase trabajadora en Inglaterra, escrita a los 24 años. Engels inició su formación intelectual bajo el influjo de Hegel y Feuerbach, pero al promediar la veintena dejó atrás la filosofía idealista y se convirtió en un socialista entusiasta. Su primer encuentro con Marx, que califica para momento estelar de la humanidad, fue poco promisorio. La amistad se consolidó más tarde, debido a las agitaciones políticas de 1848.

Sin embargo, un par de años más tarde, Engels entró a trabajar en la industria textil de Ermen & Engels, haciendo esfuerzos para cuadrar una doble vida que se dividía entre los discretos encantos de la burguesía y los círculos proletarios. Como recalca Tristram Hunt, uno de los principales beneficiarios de este imperio textil fue Karl Marx, y "la verdad más incómoda fue que el lucrativo ingreso de Engels fue el resultado directo de su explotación de la fuerza laboral del proletariado de Manchester".

Desde mediados del siglo XX, críticos como Lukács, Sartre y Althusser acusaron a Engels de manipular el legado de su camarada, dándole a sus ideas un giro científico que anestesió su impulso humanista y lo reemplazó por políticas mecanicistas. Engels sería entonces el responsable ideológico de la Unión Soviética de Stalin y de otros horrores. Para Tristram Hunt esto equivale a culpar a Mahoma de los crímenes de Bin Laden y comete el error de ignorar que las ideas de Stalin tuvieron una trayectoria intelectual muy distinta de las de Engels. Lo más importante, agrega Hunt, es que es necesario tomar en cuenta que Engels y Marx compartieron el impulso de insertar al socialismo en una red cultural que se extendía por una época de cambios marcados por la irrupción del Darwinismo y otros avances en las ciencias físicas y naturales.

El veredicto, que Hunt repite dos veces, es claro: Engels sería inocente. Pero, pese a esto, y sin ánimo de revivir esta hoguera, hay algunas ideas de Engels, como su tendencia a romantizar la violencia y su desprecio por los "pueblos sin historia", que según el historiador atragantan al lector y que, tal vez, hayan orientado sus ideas hacia un acantilado terrorífico.

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