Federico Schopf, el gran promotor de la antipoesía, lanza su tercer poemario

Fue un encuentro clave. A principios de los 60, Federico Schopf entró a estudiar Literatura a la Universidad de Chile y allí conoció a Nicanor Parra. "Tuve una suerte enorme", cuenta. "Nicanor había publicado Poemas & antipoemas y era una figura muy atrayente. Comencé a ir a su casa en La Reina y gracias a él conocí la poesía americana e inglesa. Yo lo vi componer algunos de sus poemas más famosos, como Cartas de un poeta que duerme en una silla. Naturalmente, me ha influido mucho, como a toda mi generación".
Nacido en Osorno en 1940, Schopf se convertiría en uno de los primeros estudiosos de la obra de Parra. Y con el tiempo, en uno de los más relevantes: fue el encargardo de prologar el volumen uno de sus Obras completas, publicado en España por Galaxia Gutenberg.
Compañero de generación de Gonzalo Millán, Waldo Rojas, Omar Lara, Manuel Silva Acevedo y Oscar Hahn, Schopf debutó como poeta en 1966 con Desplazamientos. Veinte años y un exilio en Alemania después, lanzó Escenas de peep-show (1986). Y casi un cuarto de siglo más tarde publica La nube, su tercer poemario. Con prólogo de Armando Uribe, el libro será presentado el próximo jueves 24 en el Centro Cultural de España.
"Los primeros poemas de este libro los escribí a fines de los 80 y principios de los 90", cuenta Schopf. Entre las últimas protestas contra Pinochet y la vuelta a la democracia. "Entonces se respiraba cierto aire contestatario y de provocación sexual. Es la época de las Yeguas del Apocalipsis y de las performances de Patricia Rivadeneira. Pero es todo medio espectacular, nada espontáneo, todo medio actuado". De allí nacieron textos como Dos musas de la posmodernidad viajan con el espíritu de la época: "Una de ellas apoya su cabeza/ en el hombro de su amiga sonriente/ como si estuviera frente a las cámaras/ exageradamente maquillada/ mientras el tren avanza/ a la velocidad cambiante/ de lo real".
Pero en el camino se cruzó una musa en la vida de Schopf y aparecieron los poemas amorosos. "Pero no es romanticoide. Es una especie de escepticismo amoroso, una noción del amor precario, a tono con la época actual", explica. Y algo así se lee en estos versos: "Los amantes se tocan y se juran amor eterno (...)/ sin notar que en las yemas amorosas/ de sus dedos entrelazados/ empiezan a brotar ya las espinas invisibles/ que alcanzarán sus respectivos corazones".
Amigo de Enrique Lihn, en el volumen asoma el recuerdo del poeta y ensayista que fue una suerte de modelo para Schopf. Y también la sensación del paso del tiempo y el final de viaje. "Lo único que deseo es:/ una joven de ojos sangrientos/ y movimiento de serpiente/ que se enrosque en mi cuerpo/ y me haga enloquecer/ y pasar a peor vida/ sin darme cuenta".
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