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Ilusiones Opticas: tres miradas perplejas de Cristián Jiménez al Chile actual

Cristián Jiménez es un fantasma silencioso y con buena fama en el circuito local. Quienes vieron su cortometraje El tesoro de los caracoles (2004), han difundido su ingenio narrativo y belleza formal. Ahora, el director entra por la puerta grande con Ilusiones ópticas, largometraje rodado en el sur de Chile que la noche del jueves se mostró por primera vez en el país, en el Festival de Valdivia. El 5 de noviembre la cinta se estrenará en 11 salas.

Nacido y criado en Valdivia, Jiménez (1975) viaja hoy a Japón a presentar su película en el Festival de Tokio, el más importante de Asia. "Estar en Japón es como una ilusión óptica, al igual que el título de la cinta", explica el realizador, que no ha parado de itinerar desde el paso de Ilusiones ópticas en el Festival de San Sebastián (España) hace tres semanas. "Hemos agarrado un vuelo increíble. Ya está comprometido el estreno en Francia, para febrero", agrega entusiasmado.

Mientras El tesoro de los caracoles remitía a una historia de asesinato con características surrealistas, Ilusiones ópticas es derechamente una comedia con bastante humor disparatado, emparentada con las películas de Raúl Ruiz. La historia se mueve en tres niveles que se comunican en algún momento de la trama: un alto ejecutivo de una empresa de salud (Alvaro Rudolphy) convence a un hombre que acaba de recuperar la vista (Iván Alvarez de Ayala) para que haga publicidad a la compañía; un ingeniero desempleado de esa misma firma (Gregory Cohen) es relegado a un taller para cesantes, y un guardia de mall (Eduardo Paxeco) se enamora de una ladrona (Valentina Vargas). El personaje del ex no vidente, Juan, riza el rizo de lo tragicómico al no estar contento con lo que ahora puede ver.  "Preferiría volver  a ser ciego", dice.

La película despertó una muy buena crítica en el diario estadounidense Variety,  que la calificó de "drama cómico y deliciosamente observador". Ya en Chile, Jiménez espera encontrar sintonía con el público local, "que es el que realmente importa". En términos narrativos, Ilusiones ópticas casi no deja minuto sin una situación ridícula o un diálogo absurdo. "Creo que no hay que escarbar mucho en la realidad para encontrarse con escenas así. Raúl Ruiz es una de mis influencias en ese sentido", dice Jiménez, quien tomó su inspiración al regresar de Gran Bretaña y encontrarse con un gigantesco mall en un lugar de Valdivia donde antes había casas centenarias.

Jiménez, que trabajó con la cineasta Alicia Scherson en el guión, también cita a Jim Jarmusch, Wes Anderson y Woody Allen. "Y a cineastas de climas fríos, como Aki Kaurismäki y Fassbinder, quizás porque soy de Valdivia", precisa. La película también fue leída en el extranjero como una radiografía de la crisis económica, sobre todo a través del personaje del desempleado. "No lo echan directamente, sino que lo dejan en el departamento de outplacement, que en realidad existe en grandes empresas. Tratan de que el paso a la cesantía sea menos traumático", sostiene el director.

"Valdivia me sirve mucho como escenario, porque es una buena mezcla entre este provincianismo chileno y la modernidad global", dice Jiménez, que tiene dos proyectos: la adaptación de la novela Bonsái, de Alejandro Zambra ("aún en pañales") y un filme ambientado otra vez en Valdivia, acerca de un hombre que deja la familia tras 40 años de matrimonio.

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