Jaime Collyer, escritor: "Siempre me interesan esas tecnologías que degradan las relaciones íntimas"
El autor de Gente al acecho publica Swingers, un libro de cuentos de ciencia ficción sobre clones en la cotidianidad.
Michelangelo, Gandhi, Marie Curie o J. F. Kennedy. Finalmente, la compañía Trans-RVU decide rastrear en Amsterdam las huellas de ADN del pintor Vincent van Gogh y clonarlo. Las encuentran entre restos de su ropa y lo consiguen. En algún momento futuro del siglo XXI, logran dar vida a un "nuevo" Van Gogh en sus laboratorios de Minneapolis, EE.UU. Paralelamente, la empresa inicia la masificación de los clones en la población mundial, para todo tipo de usos, laborales, médicos, íntimos, etc. Es un nuevo mundo, a la larga, "incapaz ya de diferenciar entre su versión original y la falsa". Es el nuevo libro de Jaime Collyer.
A nueve años de su último volumen de cuentos, La voz del amo, Collyer (59) regresa al relato con Swingers. Y aunque en su bibliografía hay varias novelas, y también ensayos (Pecar como Dios manda), algunos creen que el género corto es su mejor registro. Seguramente es un eco de sus inicios: en el destape de la Nueva Narrativa Chilena, Collyer despuntó con una colección de narraciones inquietantes, Gente al acecho (1992). Seis años después, The New York Times lo llamó "el nuevo Borges".
"Me siento igual de cómodo en ambos géneros (novela y cuento), y en la crónica histórica, o incluso en la dramaturgia. La especialización obsesiva que se nos exige en estas latitudes obedece más bien a una cuestión de mercado: hay poco espacio para operar", dice Collyer.
Aunque el autor de El infiltrado siempre ha rodeado lo fantástico, Swingers es su más decisivo movimiento hacia la ciencia ficción: los 14 cuentos están unidos por la presencia protagónica de clones. Dobles genéticamente idénticos que en pocas horas surgen desde jaleas amnióticas, tan sofisticados y comunes que pueden germinar en la tina del baño. Réplicas a Voluntad del Usuario, las llama la poderosa compañía Trans-RUV. Cualquiera puede comprarlos.
Irónicos y oscuros, sobre todo los relatos de Swingers están ligados por la perplejidad de un nuevo orden. Un "cronista un poco interpérrito", dice Collyer, cuenta cómo un matrimonio opta por un clon para ayudar a un marido muy ocupado en su vida sexual. O cómo un profesor aburrido de sus alumnos consigue uno para que dé las clases por él. O cómo un presidente hace matar a su doble en dramáticos atentados, sólo para regresar de la muerte y mantenerse a flote en las encuestas. O cómo una mujer le envía periódicamente copias suyas a su amante en España, que duran sólo cinco días. Lo inesperado siempre sobreviene, pero Collyer prefiere la contención al estallido. Prefiere el desconcierto.
Piezas aisladas de un retrato general, la moral de los cuentos de Swingers podría estar en Soluciones en el campo de batalla: las reflexiones de un agente de la Genetic Control Agency sobre un mundo en que se confunden los humanos y sus réplicas, crece en la clandestinidad el mercado de los clones y aparecen ideas insospechadas: si quizás el alma se esconde en el ADN, "ya no hay muerte, sólo reciclaje de los cuerpos".
En un epílogo, Collyer relata que a los cuentos los engloba una idea de Milan Kundera sobre el fin de los tiempos: "Probablemente no haya nada más apacible que el fin". Y sigue Collyer: "Quería sugerir un escenario que parodie el nuestro, un apocalipsis sutil ya instalado entre nosotros, y a sus habitantes viviéndolo todo de manera apacible".
¿Qué le interesa de los clones? ¿Es una atracción sólo literaria?
En términos estrictamente literarios, el clon es una encarnación contemporánea del doble, un asunto que ya estaba en el romanticismo alemán: todos tenemos, en algún lugar de la tierra, un duplicado exacto de nosotros. El romanticismo decía que si nos lo topamos, nos provocará un descalabro. Por otra parte, siempre me ha convocado el tema de las tecnologías que se vienen o ya están en el umbral de nuestras vidas, esos "adelantos" presuntos que pueden terminar degradando nuestras relaciones íntimas o fraternas, como de hecho está ocurriendo con la internet y se sugiere que podría ocurrir masivamente con la ingeniería genética.
Como suele decirse, la ciencia ficción siempre dice algo sobre el presente. ¿Qué cree que dice Swingers sobre la actualidad?
Hay dos grandes vertientes en el género: una que imagina un futuro totalitario presuntamente feliz, y otra que proyecta nuestros dramas cotidianos al futuro, donde aparecen exacerbados por las nuevas tecnologías. Lo que me interesaba era esto último. Hay opiniones encontradas respecto de ese futuro, están los apocalípticos y los optimistas, pero en mis empeños anticipatorios los personajes no logran discernir, precisamente, si lo que se vive o se viene es bueno o malo. Son personajes cercanos a nosotros en sus emociones básicas, aunque el nuevo escenario sobrepoblado de clones los sobrepasa, vuelve un poco caricaturescas sus emociones.
Hace unos meses, Gonzalo Contreras aseguró que el panorama narrativo chileno actual carecía de "color y olor", que era como ver un televisor en blanco y negro. ¿Cómo lo ve usted?
Valga decir de entrada que a mí me gustaba la televisión en blanco y negro, casi más que el color. Yo veo que hay, como ocurre en cada momento, muchos y muy certeros narradores emergentes, lo veo en mis talleres. Es difícil escoger al bulto y proclamar a alguien como si uno fuese un oráculo. Hay libros buenos y malos, y un mismo autor -emergente o no- suele incurrir en ellos a cualquier edad. Me gustó mucho Los muertos, de (Alvaro) Bisama, pero sus novelas son algo disgregadas, se subordinan al karma "bisamiano", eso del déficit atencional convertido en relato. Pero quizá sea el karma de toda una generación que ha pasado, en coincidencia con la metáfora citada, demasiado tiempo frente a las pantallas, sean de color o no. Da lo mismo: lo que cuenta es cada nuevo libro que sale, no la trayectoria.
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