Jorge Baradit: "Nadie ha visto un huemul y no tengo ningún compañero de apellido O'Higgins, Portales o Freire"
El escritor que se hizo conocido por libros de ciencia ficción está convertido en el autor del momento con uno de historia en el que hay próceres desmitificados, espiritismo, conspiraciones y anécdotas curiosas. Sus relatos, dice él, nacen de la desconfianza y explica parte del éxito que han logrado en las ganas que tiene la gente de conocer su propia historia. Y la cosa sigue: anuncia un segundo volumen.

El 20 de agosto Jorge Baradit fue al matinal de TVN. Era la segunda vez que asistía al programa: la primera, habló de cómo Arturo Prat hacía espiritismo en una oscura casa de Valparaíso en 1875; contestó preguntas del público sobre si Chile provocó la Guerra del Pacífico para robarle territorios a Bolivia y explicó con pizarra qué ocultan los colores de la bandera. Iba por 10 minutos y terminaron dejándolo 50. En la siguiente ahondó en el misterio del Cristo de Mayo o la conspiración de la Virgen de Peñablanca, los símbolos en los billetes, candidateó a Neruda para aparecer en uno futuro de 50 mil pesos, volvió a subir el rating y se quedó más de media hora. Según el autor, esa visita fue una medida desesperada: la edición de su libro de 172 páginas Historia secreta de Chile se había agotado y él temía “desaparecer” para los lectores antes de que saliera la siguiente.
Pero no desapareció. Al contrario. Un mes después el libro que relata 12 extraños y curiosos episodios de la historia de Chile ha vendido 15 mil ejemplares y va por la quinta edición, algo que pasa poco en el mercado chileno, y que lo ha transformado en el fenómeno editorial del momento y, de paso, lo ha convertido a él -un porteño de 46 años, diseñador gráfico devenido en escritor de ciencia ficción, devenido en superventas de no ficción, devenido en comentarista de historia- en una cara reconocible a la que tres canales de televisión abierta ya le han ofrecido un espacio.
Su éxito se emparenta con el que ha tenido su amigo, el escritor Francisco Ortega con su novela Logia, pero a él le cuesta entenderlo. “Ya no tengo idea por qué está pasando. La editorial está sorprendida, yo estoy sorprendido y me está empezando a dar miedo”, dice medio en serio, medio en broma. Pero sí tiene algunas tesis y estas tienen que ver con las palabras que este año parecen explicarlo todo: desconfianza y sospecha. “Hay una necesidad de transparencia en el ciudadano común, unas ganas de saber qué les están escondiendo porque ya no quieren confiar ni entregarle la responsabilidad de protegerte, representarte o cuidarte a instituciones cada día más desprestigiadas”.
¿Cuándo cree que empezó eso?
En los 90 y explica fenómenos como los de Assange o Snowden. Los Robin Hood ya no roban plata sino que información para entregársela a los ciudadanos, quienes a través de las redes sociales se pueden comunicar y, con los datos fragmentados de cada uno armarse un panorama más allá del que le entregan las instituciones. No es menor que Los archivos secretos X vuelvan en 2016 a cosechar todo lo que olieron en los 90: “La verdad está allá afuera”, “nos mienten”, “no confíes en nadie”. Ese es un gran tema para la gente.
¿Los chilenos tenemos una carencia de identidad que su libro está llenando?
Sí, esa es otra cosa. Nuestra historia, personajes y emblemas no nos resultan representativos. Nadie ha visto un huemul y no tengo ningún compañero de apellido O´Higgins, Portales o Freire. Los personajes históricos son miembros de una elite que nos acompaña desde que Chile es Chile y la historia del 80 por ciento del país permanece escondida o derechamente negada. Hay una necesidad de empoderamiento de la ciudadanía que lleva a querer generarse su propia historia donde le cuenten que sus abuelos mineros fueron masacrados, que en realidad la Guerra del Pacífico fue organizada por las elites y mandaron al pueblo a pelear. Que cuenten ese lado B que te esconden.
Baradit, el historiador
Baradit viene del mundo rockero de provincia, de Valparaíso, donde formó una banda punk que a fines de los 80 incluso alcanzó a sacar un artesanal disco con 14 canciones propias y un cover de “Moon Over Marin” de los Dead Kennedys. Sabe mucho de cómics y de subculturas y antes de publicar esta historia secreta ya tenía un nombre. Pero era principalmente entre los seguidores de la ciencia ficción, gracias a libros como Ygdrasil, Synco o Lluscuma. Sin embargo, cuenta que su interés por la historia partió a los siete años porque su padre, un chófer de la Universidad Católica de Valparaíso, le traía los libros de la editorial Universitaria que guardaban en el mismo galpón donde estacionaba. “Él, en su ingenuidad, agarraba cualquiera y me lo llevaba. Un día llegaba con una obra de divulgación científica, otro con fragmentos del Decamerón de Bocaccio o uno sobre la decadencia del imperio romano de Occidente”.
Ese interés se transformó en libro cuando a principios de año Gonzalo Eltesch, editor de Penguin Random House (PRH), lo escuchó en Un país generoso en radio Zero, programa del cual era panelista y se dio cuenta de que él era el autor que hace dos años buscaba para escribir sobre el lado B de la historia, en algo similar a lo que se estaba haciendo en Argentina.
¿A quién hay que desmitificar en nuestra historia?
A todos. Necesitamos más carne y menos estatuas. Todos nuestros próceres tienen lados oscuros y no es la idea enlodarlos, pero sí humanizarlos. Tenemos al entronizado Diego Portales, que era un comerciante que se aprovechó de su condición política en términos comerciales, que se armaba sus chinganas propias y tenía prácticamente un prostíbulo para él solo. Nadie está buscando destruirlo a él o a O’Higgins, estamos tratando de dimensionarlos para poder valorarlos de manera correcta.
¿Hay que reescribir la historia de Chile?
No, hay que completarla. Soy escritor y no tengo credenciales historiográficas como para pretender siquiera hacer algo así. Pretendo tirar a la mesa piezas nuevas del rompecabezas. El libro en su intención es bien misceláneo: hay grandes historias, pero también pequeñas. El mensaje es que hay que tener un pensamiento crítico porque la historia no son hechos, son las interpretaciones de historiadores, las que pueden estar motivadas por objetivos de todo tipo, como instalar valores o proteger instituciones. Hay conspiración también.
¿Qué rol juega entonces la conspiración en la historia de Chile?
Una conspiración es un grupo que se junta para definir qué cosa es conveniente decir. Y en nuestra historia juega un rol importante porque necesitábamos construir en el corto plazo un relato aceptable, entonces se omitieron cuestiones. Como el objetivo era la construcción de un Estado, la conspiración tomó una línea bien específica: la de proteger las instituciones. Para proteger al Ejército se escondían las masacres o para proteger al Estado se ocultaba su relación con el empresariado y la corrupción. Nuestra conspiración funcionó de forma provinciana, omitiendo vicios privados. El afán de proteger estas instituciones, que se suponía eran la estructura de la República, fue en desmedro de las personas.
¿Por qué tiene tanto atractivo la conspiración?
Cuando no te está yendo bien con algún proyecto y ya no entiendes las razones, sientes que hay alguien que opera en contra. La paranoia tiende a personificar. Entonces, cuando estás en la oscuridad frente a los poderes, empiezan a aparecer organizaciones secretas. Es una cuestión bien humana. También, a veces, puede ser cierta. Nunca lo vas a saber.
¿Estamos más paranoicos?
Más que paranoicos, nos hemos vuelto desconfiados. La paranoia es una patología frente a hechos imaginarios, pero esto pasó a otra etapa: descubrimos que hay poderes fácticos detrás de la Iglesia o tipos que les están pagando a nuestros políticos. Todas esas cosas que nos volvían paranoicos se confirmaron en la realidad.
¿Usted es paranoico?
Dejo la paranoia para mi literatura de ciencia ficción. Lo que tengo es profunda desconfianza. Sólo creo en las personas. Hoy es de sentido común desconfiar de todas las instituciones, ya no es paranoia.
¿Qué lugar ocupa la conspiración y la conspiranoia en su libro?
A diferencia de la conspiranoia yo trato de no trabajar con la suposición, y la conspiranoia se apoya en la falacia, en el “si esto fuera cierto”. Yo estoy haciendo el ejercicio contrario: no estoy tratando de instalar una mentira como verdad, sino de traer verdad a la mentira. Por eso el libro tiene bibliografía y se funda incluso en nuestros pilares históricos más vetustos, como Diego Barros Arana o Sergio Villalobos.
¿Qué reacciones ha recibido de los historiadores?
Hasta el momento, pura buena onda. Todos se enfocan en lo realmente importante: que este libro algo les dice sobre los formatos y el mecanismo de la enseñanza de la historia. El mensaje para los que lo leen es que lo usen como plataforma para irse hacia fuentes más amplias o libros más profundos. Algo pasó con las herramientas de narración, el uso de la literatura, el formato y el enfoque que hizo que la historia, que es un ramo aburrido del colegio, se haya transformado en un best seller nacional. Es una cosa rarísima.
Juan Carlos Fau, el dueño de la librería Qué Leo Providencia, dice que la principal virtud de Baradit es que no tiene miedo de ir en contra de algo tan sagrado como la historia de Chile. “La mayoría de los escritores busca lugares acomodaticios por los fondos públicos, porque hacen clases en universidades o no los van a llamar para las ferias de libros extranjeras. A Baradit eso le importa un cuesco, es de una valentía que no se encuentra en los escritores nacionales”, dice.
Mientras tanto, aparecen casos de profesores desconcertados porque sus alumnos citan el libro en trabajos universitarios y otros miembros del gremio celebran el fenómeno. Cristian Gazmuri lo emparenta con Adiós al Séptimo de Línea, uno de los mayores best seller históricos chilenos. “Que el libro esté novelado y sea entretenido, ayuda. Lo he ojeado un poco y me parece que no tiene grandes errores, puede que en algunas cosas se exagere, pero no va a deformar la historia de Chile”, dice el académico de la UC.
La marca Baradit
Baradit -casado con la ilustradora Ángela González y padre de Gabriel- empezó a publicar en 2005, pero no pintaba para escritor. Venía desde el diseño y el marketing, donde aún trabaja. Por eso al comienzo fue catalogado despectivamente como un “turista” entre algunos seguidores de la ciencia ficción. Pero le fue bien. Su falta de complejos para promover sus trabajos ayudó, aunque también le acarreó críticas en el mundo literario. Ygdrasil, su libro debut, fue la primera novela chilena con página web; Synco, la primera en tener book trailer; y Kalfukura, la primera con canción oficial. Andrea Palet, quien lo descubrió y editó Ygdrasil para Ediciones B, dice que “es normal que los autores con experiencia profesional en marketing y promoción la ofrezcan y la usen. Él lo hace muy bien”.
“Una de las únicas cosas que tenía claro cuando empecé a escribir es que tenía que construir la marca Baradit porque eso me iba a permitir que los lectores me fueran siguiendo en mis distintas aventuras”, reconoce el escritor.
Esto se nota en espacios como Twitter donde tiene 26 mil seguidores. “Jorge se transformó en un líder de opinión a través de redes sociales. Las vio como una oportunidad para obtener información. Una de las características que tiene es esa llegada mucho más directa con los lectores, conversa con ellos y les responde sus dudas”, explica Eltesch. Pero hace más que eso. En 2008, por ejemplo, subió a su blog capítulos sin terminar de Synco para que el público comentara, “lo que le dio ataque cardíaco a la editorial porque era todo muy hermético”, dice Baradit. Sus seguidores lo ayudaron además a decidir la portada e incluso algunos se convirtieron en personajes de la novela. “Aparecen con nombre y apellido y participan de la historia. Y en Policía del karma, mi novela gráfica, incluí a personas de mi comunidad en el trabajo de promoción”.
¿Tanta actividad en redes sociales no lo expone mucho?
Sí, y puedes pasar malos ratos, pero la cantidad de cuestiones positivas lo superan con amplitud. Hace unos años me preguntaba si era posible transformar una comunidad de lectores en una con intereses políticos porque me interesa, más allá de lo ideológico, invitar a que unos lectores de ciencia ficción empiecen a pensar políticamente del lado que quieran. Y ha resultado, lo que me tiene muy contento. La posibilidad de que el arte, sin que sea ideológicamente orientado, produzca discusión política en un país medio despolitizado me encanta.
¿Y en qué puede terminar esto? ¿En un ejército?
¿Ejército? No, no le pongas así. Yo no pretendo dirigir ni transformarme en un James Jones y llevarlos a todos al suicidio. Quiero que vayamos juntos no-sé-para-dónde y que si alguien se quiere subir, se suba y si alguien se quiere bajar, se baje. Que ellos me reten a mí. Que sea horizontal, me interesan los organismos más que las estructuras piramidales.
Sin embargo, dice que el trabajo de difusión de este libro lo tiene cansado, que quiere empezar a recluirse, salir menos en televisión, para “no banalizar los temas, lo que es muy difícil porque la televisión es banal”.
En la editorial anunciaron el segundo volumen del libro. ¿Qué se viene?
No lo mismo, pero sí el mismo espíritu: hablar sobre las cosas que no nos han dicho del pasado; de nuestro presente, de cómo hoy se habla de un país pobre, de que las reformas no pueden apretar tanto al empresariado porque no hay tanta plata para financiarlo. Decir que eso es mentira, que las mineras que todos los días sacan toneladas de recursos minerales pagan los royalties más bajos del mundo. Hablar del saqueo de bienes que les pertenecen a todos los chilenos frente a nuestras narices y por lo que nadie está haciendo nada. Hablar de un pasado donde nuestros próceres no son quienes dicen que son realmente, que los ideales por los que lucharon no son efectivamente los que se dicen.
¿Algún personaje para adelantar?
Carrera, sin duda. De él solamente se sabe por un billete, por el baile de la resbalosa doña Javiera Carrera y el monumento que está al lado de O’Higgins en la Alameda. Es un tremendo personaje oculto por el culto a uno que no se lo merece: Bernardo O’Higgins. Eso no le va a gustar mucho a algunas instituciones, pero finalmente es la verdad. Son hechos, están ahí.
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