Histórico

Kathryn Bigelow: "No quería hacer una película política sobre Irak"

Si Apocalipse Now era sinónimo de Vietnam, Vivir al límite, que llegó esta semana a nuestra cartelera, lo es de Irak.

Los próximos Oscar estarán marcados por el enfrentamiento entre Avatar, de James Cameron, y Vivir al límite, de su ex mujer y colaboradora cinematográfica Kathryn Bigelow. Se trata de un retrato durísimo de la guerra de Irak, que ya fue distinguido como el mejor filme del año según la Asociación de Críticos de Estados Unidos.

Vivir al límite no habla ni de George Bush ni de Saddam Hussein. Su soldado protagonista, el artificiero William James (interpretado por Jeremy Renner), no sólo da la impresión de no sufrir en el combate, sino incluso de disfrutarlo de una forma morbosa.

La realizadora Kathryn Bigelow (California, 1951) muestra una radiografía de la aterradora cotidianidad de una unidad del ejército estadounidense encargada de desactivar bombas en pleno Bagdad, pocos meses después del inicio de la invasión. La unidad lleva a cabo uno de los trabajos más peligrosos, por lo que su porcentaje de bajas es muy superior al de la media. Como dice uno de los protagonistas: "Da igual estar vivo o muerto en Irak, porque acabarás muerto igualmente".

Vivir al límite dinamita y renueva el género bélico con una mirada documental que recuerda a Gomorra. Si entonces se trataba de hacer una película de gángsters sin glamour ni épica, aquí se trata de acercarnos a la guerra como una pura rutina en la que la vida y la muerte están siempre bailando, donde el horror puede terminar adquiriendo, como definiera Hannah Arendt, un carácter banal: "La idea nunca fue hacer una película política sobre Irak", explica la directora. "Lo que hacemos es mostrar el día a día de una unidad del ejército. Nos hemos centrado única y exclusivamente en lo que afecta al individuo. La pregunta es cómo transforma la guerra a los seres humanos".

De esta manera, la película, cuya visión deja al espectador profundamente perturbado, lo que hace es "transportar al público hacia ese escenario y obligarle a ponerse en la piel de sus protagonistas", explica Bigelow.

-La película no busca la corrección política, con los buenos a un lado y los malos al otro.
-Esa dualidad nunca fue la idea. Y no se trata de bandos. Para que los espectadores pudieran sentirse en la piel de los marines era obligatorio que tuvieran su misma perspectiva. Cuando preparaba la película hablé con muchísimos miembros del Ejército que habían estado en Irak en los primeros momentos. Y todos te contaban su misma frustración, porque no podían comunicarse con la gente de allí. De una parte estaba la barrera idiomática. Ahora creo que muchos ya saben algo de árabe y hay más traductores, pero al principio sencillamente no podían decir casi nada. Por otra, se enfrentaban al miedo a que cualquier iraquí en apariencia amigable fuera en realidad un terrorista.

-Esa ambigüedad del enemigo subraya el aislamiento de los personajes. Viven y luchan en un país que no conocen, encerrados en una burbuja.
-La guerra de Irak no tiene nada que ver con cualquiera de las guerras tradicionales que conocemos. No hay un ejército luchando contra otro y las bombas no caen del cielo, como en la II Guerra Mundial. Las bombas están en el suelo y pueden explotar en cualquier momento. Eso genera una psicosis profundamente desestabilizadora.

DOLOR Y RABIA
La idea de la guerra como una "droga", sugerida al principio de la película, es la hipótesis más subversiva de Vivir al límite. El protagonista busca el peligro de forma constante, cada vez más enganchado a la idea que supone zambullirse continuamente en la línea que separa la vida de la muerte. Jeremy Brenner, que ya ha ganado una docena de premios en Estados Unidos por esta interpretación, es uno de los favoritos para el Óscar. Transmite verosimilitud por este personaje difícil que vive al límite.

-A veces, no queda muy claro si el protagonista es un psicópata que aprovecha la guerra para poder dar rienda suelta a sus instintos. Hay un momento, después del atentado en la Zona Verde, en el que uno de sus compañeros le acusa de ponerlos en riesgo para "darse un toque de adrenalina".
-Mire, nadie sale ileso de una guerra. Es una tragedia de proporciones colosales, por eso pueden decirse muchas cosas sobre los efectos que provoca en la psique. Ese momento que menciona es clave en el filme: allí certificamos que esa persona se ha quebrado por dentro. Ya no es capaz de controlar ni su dolor ni su rabia.

-En un breve permiso en casa, vemos cómo ese soldado se siente más agobiado en un supermercado ante una variedad inmensa de cereales para el desayuno que desactivando una bomba capaz de matar a decenas de personas.
-Sí, muchos militares me han comentado que se han visto identificados con lo que pasa por la cabeza del protagonista. Cuando regresan a casa, algunos se sienten perdidos en situaciones cotidianas. La guerra altera su percepción de la normalidad.

-¿Cree que Estados Unidos se equivocó con esta guerra?
-Creo que las guerras son la peor tragedia que existe y que siempre que haya una oportunidad, por pequeña que sea, debe priorizarse la opción diplomática.

-Es curioso que su principal competidor en los Oscar, su ex marido James Cameron, también parezca referirse a la guerra de Irak en Avatar.

-Aunque sean dos películas muy distintas, estoy completamente de acuerdo en que ambos hemos partido de una misma inquietud. Cameron trata el asunto de una forma alegórica y yo directa. Es el signo de los tiempos.

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