Kim Kardashian, artista de la fama
Es una celebridad mundial. Tan sólo en los últimos días ha acaparado portadas y espacios noticiosos: rubia en Vogue de Brasil; lanzando su libro de selfies; su nuevo embarazo. Y no únicamente ella, también su círculo, sobre todo su padrastro, atleta y transgénero que apareció esta semana en la portada de Vanity Fair como mujer.

“Kim 'representa la reunión del este y el oeste'. Kim 'proyecta un aire de sexualidad mezclado con una vulnerabilidad casi infantil' que recuerda a Marilyn Monroe. Kim no sólo evoca a la actriz, sino que 'es la nueva Marilyn'".
La primera frase es del crítico Robert McCrum en relación a la novela de 1901 Kim (por Kimball) de Rudyard Kipling. La segunda es de la comentarista Nina Darnton sobre la actriz Kim (por Kimila) Basinger, cuando fue protagonista de la película Nueve semanas y media (1986). La tercera es del actual marido de Kim (por Kimberly) Kardashian, el rapero Kanye West. Cada época tiene su Kim.
El poder de las imágenes
¿Pero quién es Kim Kardashian?
Incluso plantearse la pregunta significa vivir en otro mundo. Kim es la celebridad de nuestra era. Prueba viviente de que los quince minutos de fama que propugnaba Andy Warhol pueden durar más de quince minutos. Famosa simplemente por serlo ha alcanzado niveles de popularidad sin precedentes en base al poder de la imagen. Incluso quienes no ven televisión por cable, ni usan redes sociales, no pueden sustraerse a su presencia ubicua.
Es cierto que no canta, no actúa, ni baila. Pero esa misma falta de especificidad le ha permitido moverse en ámbitos variados, de la moda a los perfumes, de la televisión a las obras de caridad. Sus primeras apariciones públicas se remontan al año 2005 cuando Kim fue contratada como estilista por la socialité y heredera millonaria Paris Hilton. La amistad con ella la llevó a los templos sagrados de la notoriedad (alfombras rojas, fiestas de famosos) y a ser perseguida por sus sumos sacerdotes, los paparazzi.
De ahí en adelante, en la prueba de selección múltiple de la celebridad consideró cada alternativa: a) reality show televisivo; b) video sexual casero; c) casarse con un deportista conocido; d) casarse con un cantante conocido. Ella optó por e) todas las anteriores, sin dejar de explorar otras vías: una única canción (con fines benéficos); una autobiografía junto a dos de sus hermanas; tiendas de ropa. Por otra parte, ha sido pionera en la fotografía de sí misma, la llamada “selfie” y cada retrato suyo lo ven millones de personas en su cuenta de la red social Instagram.
En aras de la industria del entretenimiento masivo, ella ha considerado la privacidad como un bien que se puede tasar y vender. En el reality de televisión Keeping Up With The Kardashians muestra su vida y la de su familia —en la que hay un claro predominio de la letra K: su hermano y sus dos hermanas Kourtney y Khloé, su madre, Kris, su padrastro que esta semana cambió el nombre Bruce Jenner por Caitlyn y sus medias hermanas Kendall y Kylie—, permitiendo saber de ella y ellos más de lo que cualquiera necesita saber de otra persona: que Khloé tiene problemas de fertilidad; que su padrastro Bruce se divorció de su esposa y ahora es transgénero; que Kim tiene psoriasis; también informó de su primer embarazo y, muy recientemente, del segundo. Su emparejamiento y posterior matrimonio (en mayo de 2014, en una costosa boda en Florencia, Italia) con el rapero Kanye West no ha hecho sino ayudar a su entrada triunfal en la cultura popular.
Obra de arte
En la Art Basel de Miami 2014, Kim Kardashian señaló que sus nalgas son “una obra de arte”. El chiste podría no ser tal considerando que usar el propio cuerpo como material artístico no ha sido extraño en las artes plásticas contemporáneas. En el mismo sentido podría considerarse su libro de selfies, con un título que se adelanta a toda crítica, Selfish (”egoísta”), publicado por una editorial de libros de arte, Rizzoli. Ella, en todo caso, no parece tener ambiciones artísticas, ni para el caso, literarias (de hecho, el libro apenas tiene palabras). Sin embargo, Kim —que no es un acrónimo de, en el lenguaje de las redes sociales, Ke Increíble Mujer— ciertamente tiene un valor icónico. Las imágenes de su rostro y de su figura están entre las más conocidas del mundo.
Detrás de capas y capas de maquillaje, bajo sus arácnidas pestañas falsas, hay, sin duda, una mujer de rostro hermoso, de belleza vagamente oriental —su padre, muerto en 2003, amigo y defensor de O. J. Simpson, era armenio de tercera generación—: piel morena, pómulos pronunciados, ojos almendrados. Pero ella prefiere siempre el arduo trabajo cosmético antes que lo que sea o parezca natural.
En cuanto a su figura, sus formas no son del todo convencionales. “Curvilínea” sería el eufemismo para definirla: busto generoso, caderas exuberantes, pero es su derrière, indudablemente, lo más llamativo. Parece el de una persona mucho más grande injertado en su cuerpo. Ella siempre ha negado haberse sometido a alguna cirugía estética. Las medidas que ha admitido (con variantes: 87-66-99 y 91-62-102) demuestran la entidad de su estampa.
Todo lo que brilla parece oro
Al igual que el rey Midas, todo lo que Kardashian toca se convierte en oro, o en algo parecido, eventualmente un pedazo de plástico pintado con aerosol dorado. O su cabello teñido de rubio.
En los inicios de su carrera a Marilyn Novak, el estudio de cine decidió, para evitar comparaciones con Monroe, cambiarle el nombre a Kim (otra más): Kim Novak, una de las obsesiones de Hitchcock y protagonista de su película Vértigo. Como todo símbolo sexual estadounidense, Kim Kardashian se ha enfrentado al fantasma de Marilyn Monroe. La mejor manera de hacerlo fue transformándose en ella (como alguna vez lo insinuó su marido). Entre las últimas noticias sobre Kim figura la portada de revista Vogue de Brasil, en la que aparece como el bombón platinado.
Después, por televisión, y de ahí a reinar en las redes sociales, informó de su segundo embarazo de West. Y lo mismo ha logrado con quienes la rodean. La fama ha ido llegando para el resto de su familia, como para su hermana Kendall, de 19, que ha ido acaparando portadas y recientemente apareció en la de GQ. El último y más llamativo ejemplo es el de su padrastro y ex atleta olímpico y ex Bruce Jenner, quien esta semana entregó las primeras imágenes de su nueva apariencia física femenina de Caitlyn y fue portada de la revista Vanity Fair.
El mundo como representación
“Puedo mirar cualquier foto mía y puedo decir quién hizo mi pelo y mi maquillaje, dónde estoy y con quién estoy. Las fotos son recuerdos para mí. Tan pronto como veo una imagen todos los detalles del día o momento reviven”, señala en una de las pocas frases que Kardashian incluye en su libro Selfish: cientos de selfies por casi una década, algunas tomadas antes de que el término mismo existiera, pues ha sido una adelantada del fenómeno que ella ha ayudado a hacer popular.
Si la selfie tiene características, aquí están: que la cámara se vea y los brazos que la sostienen también, ángulos raros, mirarse al espejo y a la cámara al mismo tiempo. Captura un momento en la vida de ella, pero también su evolución. De menos famosa a más famosa, de la dulce Paris Hilton al rudo Kanye West.
Está cuando conoció a Mario Dedivanovic, su maquillador artístico (“ese día cambió mi vida”) o a Jennifer López (“Nunca olvidaré ese día”). En unas pocas fotos figura con su hija, North West, en otras con alguna de sus hermanas. Intenta conectar las fotos con la memoria de su historia personal, pero rápidamente, unas cuantas imágenes más adelante, ya no hay eventos familiares o amistades, sino a ella misma como único objeto de atención, con variantes que se limitan a su estilista o peinador. Ella de un lado, del otro, peinándose o maquillándose. Demuestra las formas de cosméticos que en distintas mezclas y estratos le permiten dar la sensación de una nariz más fina o destacar sus pómulos (“estoy obsesionada con el contorno”, confiesa).
Fotos: ella enojada, sorprendida, incitante, asustada, saca la lengua, aburrida, gritando, lanzando besos, con tubos en el pelo. Ella en bikini, ropa interior o sin nada (de la filtración de imágenes privadas de celebridades robadas en 2014). El incentivo de este contenido “adulto”, con varias páginas de fotos de desnudos, sorprende por la uniformidad de su tono de piel (es seguro que fueron tomadas después de su bronceado en spray).
Probablemente, el auge de Kim Kardashian se vincule al incremento de la importancia de las redes sociales (que ahora son fuente de noticieros y diarios), así como al cambio de actitud respecto de la televisión (sí, sí, todo eso de que es el espejo en que nos reflejamos o que las series estadounidenses son la nueva forma de la literatura, etc.).
Como Warhol, mezclando oportunismo y superficialidad, Kim Kardashian ha logrado construir un personaje en que conviven los valores familiares y lo levemente escandaloso, la autoconciencia cínica (cuando bromea con su propio materialismo) y la ingenuidad, desde lo que parece distinguido (portadas en la revista Vogue) hasta lo que parece no serlo (fotos de primer plano de su trasero). En el centro de la figura que dibuja está ella mirando su propio rostro en un rapto admirativo, con la ilusión de que la apariencia no es algo fugaz.
LA IMPORTANCIA DE LLAMARSE CAITLYN
El caso del patriarca del clan televisivo de las Kardashians es el de un ícono masculino que esta semana se transformó en uno femenino, e hizo historia en el proceso.
Por Isabel Plant
Elegir un nombre es uno de los momentos más significativos para alguien transexual. Es un nuevo bautismo, es decirle adiós a la persona que estuviste obligado a ser, y el título nobiliario de la que realmente eres. Es una declaración de principios. Y que Bruce Jenner, después de pasar 10 horas en cirugía facial para eliminar sus rasgos masculinos, haya elegido el nombre Caitlyn, es muy significativo.
Caitlyn es un nombre que la sigue haciendo pertenecer al universo sonórico del clan Kardashian, al que entró en 1991 cuando se casó con su tercera esposa Kris, se convirtió en el padrastro de Kim, Kourtney y Khloé, y luego en padre de Kendall y Kylie. Pero Caitlyn al mismo tiempo se escribe con C, algo importante para ella según explicó en la histórica entrevista a Vanity Fair de esta semana, porque es parte de lo mismo, pero no es igual. “Llámenme Caitlyn”, dice simplemente la portada de la revista que mostraba la imagen del ex atleta olímpico, hoy transexual, vestida como Pin up, coqueta, hermosa, retratada por el lente experto de Annie Leibovitz. Tras pasar buena parte de sus 65 años anteriores como un símbolo de la masculinidad, Caitlyn Jenner se transformó así en un aplaudido símbolo de feminidad.
Bruce Jenner fue la encarnación del joven triunfador norteamericano. Fue atleta y ganó la medalla de oro en el decatlón de los Juegos Olímpicos de 1976, quizás la prueba más extenuante, para la que se requería un cuerpo musculoso, enorme, fuerte y veloz. Bruce Jenner hizo sus mejores marcas ese día, y su imagen masculina y ganadora vistiendo los shorts azules y la polera roja fue inmortalizada en las cajas de cereales estadounidenses e hizo sentirse orgullosa a una nación que alimenta su historia sólo con triunfadores.
“Ese día fue un buen día”, dijo Caitlyn Jenner a Vanity Fair. “Pero los últimos han sido mejores. Esta sesión de fotos es acerca de mi vida y quién soy como persona”.
Siempre quiso ser mujer, le contó a Diane Sawyer en la entrevista televisiva que dio tras años de esconderse y vivir entre rumores y fotos conspirativas y humillantes. Contó que en los 80 empezó a tomar hormonas, pero que no se atrevió a seguir. Que se probaba la ropa de su mujer a escondidas. La entrevista fue un espacio emotivo, respetuoso y una clase para 17 millones de norteamericanos que escucharon lo que significa nacer en un cuerpo que no sientes tuyo. Ahí no dijo ni su nuevo nombre, ni especificó si debían llamarlo él o ella. Aún quedaban rastros de Bruce.
La portada de Vanity Fair de Caitlyn Jenner es un hito porque muestra otro concepto de belleza. Caitlyn Jenner no sólo es hermosa, es despampanante, y está orgullosa. Viniendo de una familia que vive de exponer su vida, esta es quizás la primera vez que una de las Kardashians lo hace para cambiar el mundo. Que pone la sensualidad al servicio del cambio social.
Está bien que su nombre sea con C. Caitlyn Jenner pertenece al círculo de Kardashians, pero es otra cosa.
Los Kardashians de la A a la... K.
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