Histórico

La compleja relación con Pinochet

En su cuatro años de mandato, Aylwin tuvo que enfrentar a un Pinochet empoderado, que aún ejercía un rol como actor político relevante y controlaba al Ejército.

Apenas un par de horas después de entregarle el mando al Presidente Patricio Aylwin el 11 de marzo de 1990, el general Augusto Pinochet se trasladó hasta la Escuela de Caballería de Quillota. Allí, acompañado de casi todos sus ministros salientes y del alto mando militar, se realizó un almuerzo de despedida, a modo de cerrar los 16 años y medio que el general estuvo al mando del gobierno.

El encuentro se vio amenizado con la presencia de Los Huasos Quincheros, quienes interpretaron una de las canciones favoritas de Pinochet. Varios de los comensales, muchos luciendo chapitas con la leyenda “misión cumplida”, improvisaron el coro: “Pero sigue siendo El Rey”.

La escena -narrada en el libro “Historia oculta de la transición”, de Ascanio Cavallo- grafica fielmente la dinámica que imperaría durante el gobierno de Aylwin: un Pinochet que aún era un actor político relevante, al mando del Ejército por ocho años más, con la inamovilidad consagrada por la Constitución de 1980. Un cargo que no estaría dispuesto a dejar.

“Al día siguiente de que Aylwin ganara la elección presidencial de 1989, fue a visitar a Pinochet a La Moneda. En esa reunión, que fue muy protocolar, muy seria, Aylwin le manifestó a Pinochet la posibilidad de que él dejara la comandancia en Jefe del Ejército, a lo cual Pinochet le contestó en forma muy rápida, muy directa, que el mejor apoyo que él podía tener a la gestión presidencial era que él se mantuviera en la comandancia en jefe del ejército”, recuerda hoy Carlos Cáceres, ex ministro del Interior de Pinochet, quien acompañó al general en ese encuentro.

Tras dejar el poder, Pinochet continuó ejerciendo su influencia desde Fuerzas Armadas. Para esto, se hizo aconsejar por el llamado “Comité Asesor”, compuesto por una treintena de uniformados y profesionales de su más alta confianza, liderado por el general Jorge Ballerino, su último ministro de la Segpres, quien oficiaba como su vocero ante los ministros de Aylwin.

“La relación con los militares fue muy fría, muy distante, debido al contexto en que se produjeron los hechos. Y tuvimos que aceptar que Pinochet continuara como comandante en jefe del Ejército por los cuatro años de gobierno”, recuerda hoy el entonces ministro de Justicia, Francisco Cumplido.

El propio Aylwin recordó, tras dejar el poder, cómo era su relación con Pinochet, y las muestras de autoridad que en algunas ocasiones tuvo que darle. “En nuestra primera reunión en La Moneda, una vez que había jurado y asumido como Presidente, me dijo que se iba a reportar directamente conmigo y no al Ministerio de Defensa. Así que le mostré la Constitución y le dije: ‘Mire general, la Constitución que usted creó dice que está a cargo del ministro de Defensa, así que lo siento, pero va a tener que aceptarlo’”, recordó Aylwin, en el libro “Transiciones democráticas”, del ex ministro Sergio Bitar y el académico Abe Lowenthal.

La conformación del gabinete hacía más dificultosa aún la relación.“Pinochet tenía a tres ministros que realmente no soportaba: Ricardo Lagos, Enrique Silva Cimma y yo. Entonces, cuando teníamos que asistir a las celebraciones de las Fuerzas Armadas, nosotros tratábamos de ubicarnos generalmente al lado de los Carabineros, y no al lado del Ejército”, comenta Cumplido.

“Una de las situaciones que más molestaba a Pinochet era tener que dialogar con el ministro de Defensa, Patricio Rojas. Pinochet se sentía mucho más cómodo conversando directamente con Aylwin, o con el ministro Enrique Correa. Pero le enervaba tener que hablar con Rojas”, recuerda hoy el diputado de la UDI Patricio Melero.

Pinochet no siempre se reportó con Rojas, sino que acostumbraba a dialogar directamente con Aylwin. En muchas ocasiones, para abordar temas complejos, Pinochet era convocado a La Moneda por el mandatario, especialmente en algunas oportunidades en las que debía manifestar su disconformidad por alguna acción o declaración del Ejército.

Cuando había que abordar temas más delicados, Aylwin incluso lo invitaba a su residencia, a primera hora de la mañana. Así ocurrió, por ejemplo, luego de que estallara el caso ‘Pinocheques’, que terminaría desatando los mayores episodios de tensión cívico-militar de su gobierno.

El ejercicio de enlace y el boinazo

Corría septiembre de 1990 y los ánimos estaban tensos. En el Ejército existía desagrado debido a que el gobierno impulsaba la “Comisión de Verdad y Reconciliación”, liderada por el abogado Raúl Rettig, ante la cual el alto mando militar había manifestado sus reparos tras el anuncio del gobierno.

Pero la molestia de Pinochet aumentó cuando estalló el caso “Pinocheques”, luego de que se conociera que el Ejército pagó tres cheques por un total de $971 millones de la época a Augusto Pinochet Hiriart, hijo mayor del general, por la compra de la empresa Valmoval.

El caso provocó que en octubre la Cámara de Diputados creara una comisión investigadora que podría afectar a Pinochet. Tras diversas negociaciones frustradas entre el gobierno y el Ejército para acotar la indagatoria, la tarde del 19 de diciembre de 1990, y en medio de versiones que hablaban de una eventual renuncia de Pinochet a la comandancia en jefe del Ejército, el general ordenó un acuartelamiento a nivel nacional, a modo de una demostración de fuerza.

Un nervioso Patricio Rojas apareció esa noche en televisión explicando que “el Ejército ordenó un ejercicio que corresponde a un estado de movilización con fines de probar planes de enlace, y que la misma institución aclarará en su momento, espero que pronto”. Tras sucesivos llamados telefónicos entre gobierno y Ejército, y una serie de reuniones al día siguiente, el impasse se dio por superado. Y a investigación de la Cámara, finalmente, no tocó a Pinochet.

Pero dos años y medio más tarde, en mayo de 1993, y preocupado ante la reapertura del mismo caso -ahora por parte del Consejo de Defensa del Estado- Pinochet ordenó un nuevo ejercicio: esta vez, un contingente de oficiales, vestidos en tenida de combate y boinas negras, rodearon el edificio de las Fuerzas Armadas en calle Zenteno, frente al Palacio de La Moneda, cuando Aylwin se encontraba fuera del país.

El entonces ministro del Interior de Aylwin, Enrique Krauss, afirma que “fueron dos situaciones muy complejas, tanto el ejercicio de enlace como el boinazo, que me correspondió enfrentarlo como vicepresidente de la República, pero a pesar de toda esa tensión, paulatinamente se fueron recomponiendo las confianzas, y con el pasar del tiempo las instituciones fueron asumiendo el rol que les correspondía conforme a la institucionalidad”.

“Fueron dos eventos que pusieron en jaque este proceso, pero creo que nunca hubo la voluntad de lasFFAA de generar un nuevo pronunciamiento”, recuerda hoy Carlos Cáceres.

Pese a esos episodios, tras finalizar su gobierno, Aylwin destacaría el rol que jugó Pinochet los primeros años de la transición. En una entrevista al diario El País en 1994, afirmó que “tal vez la permanencia de Pinochet ha ayudado a la estabilidad del proceso”.

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