Dicen que el hábito no hace al monje, pero resulta cada vez más evidente que cuando de política se trata, algunas prendas pueden ser esenciales.

Buena parte de la política actual se hace en terreno, frente a los medios. Llamar adecuadamente la atención de éstos es una necesidad para encantar al público que ve o lee en la casa las noticias y para despertar la simpatía de las personas con las que se tiene contacto directo.

Esto lo sabe la Presidenta Michelle Bachelet, quien le ha sacado el jugo a su delantal de doctora. Ayer, sin ir más lejos, vistió de blanco para mostrar su preocupación por la propagación de la influenza humana. Antes había cosechado singular éxito al vestir gorra y cortavientos, montada en un carro blindado, para enfrentar, en junio de 2002, unas lluvias torrenciales mientras ocupaba la cartera de Defensa.  

Otros también han recurrido a alguna prenda característica. Un ex subsecretario de OOPP popularizó una muy fosforescente parka que hacía inconfundible su presencia. Con mayor sobriedad, el actual alcalde de Peñalolén utiliza una suerte de polar anaranjado que es su marca registrada. No hay ministro que resista la tentación de utilizar un casco de seguridad cuando asiste a cualquier inauguración. Hubo un ex presidente-candidato que recurrió a una perla para fijar su corbata de civil, mientras que un ahora postulante a senador vistió de aimara cuando aspiró a La Moneda.
Queda claro que, en política, la pinta no es lo de menos. (IIS)