La victoria del lumpen: llega el ácido retrato de Inglaterra de Martin Amis
Recién lanzada en Chile, la última novela del escritor británico, Lionel Asbo, es un retrato de la decadencia de la sociedad inglesa vista a través de un ladrón de poca monta que termina en la farándula.

Tabasco y cerveza. Sobre todo un día antes de sacarlos de paseo. Los pitbull Joe y Jeff despiertan al otro día hambrientos y rabiosos, el estado perfecto para acompañar a su amo en sus negocios. Extorsión, matonaje, tráfico, robo, etc., todas las gamas del crimen en los bajos fondos de Londres le sirven a Lionel Asbo. Rapado, grueso, de dientes separados y deliberadamente inculto y vulgar, ha pasado la mitad de su vida -tiene 21 años- tras las rejas y está a punto de convertirse en una celebridad nacional al ganar 140 millones de libras en el loto. Es un personaje detestable, pero al escritor británico Martin Amis le sirve para explorar la vísceras podridas de su país. No es un drama, es una comedia oscurísima.
La novela se llama precisamente Lionel Asbo, lleva el sugerente subtítulo de El estado de Inglaterra y está impulsada por la vieja ambición de Amis: atrapar el pulso de la sociedad británica. Lo viene haciendo desde los 70, nunca mejor que en Dinero (1984), esa excesiva novela sobre los 80, o que en la apocalíptica Campos de Londres (1989). Esta vez, retrata el ritmo de una descomposición social: incesto, violencia, delincuencia de baja estofa y farándula basura de corolario.
Recién llegada a librerías chilenas, Lionel Asbo funcionó también como una suerte despedida de Inglaterra de Amis, pues se publicó justo cuando el escritor se instaló en Nueva York, el año pasado. Le llovieron piedrazos por la supuesta “repulsión” de su retrato, pero también hubo elogios: “Es un Bic Mac hecho de filete mignon”, anotó The Guardian. Y aunque allá y acá lo compararon con Dickens y sus sátiras sociales morales, la feroz risotada de Amis no trae lección.
“Mientras escribía el libro me di cuenta de que más que cualquier otra cosa, era un cuento de hadas. Tenía Dickens en mi cabeza todo el tiempo y su idea de un Londres exagerado y estilizado”, le dijo Amis a The New York Magazine. Y agregó: “Diría que más que un sátiro, soy irónico. La sátira pretende cambiar las cosas y hasta donde sé, ninguna novela ha cambiado nunca nada. Todo lo que yo hago es subir el volumen”.
Amis (62) es un rabioso intelectual con alma de tábano que cruzó la no ficción primero como crítico literario (El infierno imbécil y La guerra contra el cliché) y en la década pasada, tras el ataque a las Torres Gemelas de Nueva York, estalló como comentarista político (El segundo avión). Con más ansias públicas que Ian McEwan y mejor novelista que el fallecido Christopher Hitchens, ambos amigos y compañeros de generación, en los últimos años su reputación literaria viene a la baja. Lo mejor de su anterior novela, La viuda embarazada, dijo la crítica, era el aroma a memoria en ese relato de la liberación sexual de los 60.
En Lionel Asbo el narciso Amis no está en ninguna parte. La novela es una ficción que huye de lo intelectual y aprieta todos los botones de la provocación. En cada página, el volumen está a tope: en las primeras, el querido sobrino de Asbo, el quinceañero Desmond Pepperdine, termina en la cama con su abuela, una mujer de 39 muy en forma a pesar de sus seis hijos. Ese incesto será una sombra que recorrerá todo el libro.
Pese a la transgresión, Desmond es exactamente lo contrario a su tío Asbo, quien lo ha cuidado como un padre y si lo descubre seguramente lo matará. Des, hijo de un padre negro vagabundo, es pequeño y delgado, prefiere el diccionario a la pornografía que ve como un adicto Lionel; nunca falta al colegio, quiere estudiar sociología o historia, y aunque a su tío no le gusta, lee diarios serios como The Guardian o The Independent.
“Lionel Asbo, el Patán del Loto”, titula en primera página The Sun el día en que resulta premiado. El está en la cárcel, pagando varios meses por una pelea violenta. Su vida cambia de inmediato: viste ropa de lujo, toma champaña en jarras de cerveza y vive en un hotel que aloja a estrellas de rock, futbolistas famosos y chicas de farándula. Todos los días lo siguen cuatro o cinco periodistas amarillistas a los que Asbo considera la “hez de la tierra” y que terminará golpeando. De vuelta tras las rejas, no se queja: “En la cárcel sabes donde estás. Buen sitio para aclarar las ideas”.
Hecha de ráfagas de furia, hacia el final de Lionel Asbo Amis extrema la ruta del tío y el sobrino: mientras Des arma una familia sólida, Asbo desarma la suya, lo ciegan las luces del espectáculo y se aferra al dinero. No pierde la partida, se diluye en lo que según Amis son las trampas de “la fama y el dinero inmerecido”. Lo que a su juicio es un eco de algo más profundo: “Creo que muchos países europeos están en un declive histórico. Y la obsesión con la superficialidad y las apariencias es parcialmente síntoma de la pérdida de poder. Si ya no importas más como país en el mundo te haces adicto a la trivialidad”, aseguró el escritor.
COMENTARIOS
Para comentar este artículo debes ser suscriptor.
Lo Último
Lo más leído
1.
2.
3.
4.