Histórico

Las figuras de las ideas de derecha en Chile

Vuelve a librerías El pensamiento conservador en Chile, de Renato Cristi y Carlos Ruiz. El libro, que aborda de Alberto Edwards a Mario Góngora, agrega ahora a Diego Portales y Jaime Guzmán.

Hace 23 años, cuando humanidades y estudios políticos estaban en otras cosas, dos académicos que no venían de la historia ni de la ciencia política irrumpieron con un libro improbable que buscaba, según ellos dirían más tarde, “sistematizar y exponer críticamente las ideas de un grupo de pensadores que había contribuido a la formación de un importante cuerpo de ideas de orientación conservadora en Chile”.

Renato Cristi y Claudio Ruiz venían de la filosofía política y les pareció que la historia del pensamiento “de derecha” merecía atención. Era entonces, a su juicio, un fenómeno “esencialmente” del siglo XX cuya fecha de bautismo fijaron en 1903, cuando Alberto Edwards publica su Bosquejo histórico de los partidos políticos en Chile. Y que tiene al propio Edwards como su más preclaro articulador en La fronda aristocrática (1928), con su crítica spengleriana de una democracia liberal decadente, así como su ensalzamiento de la élite política decimonónica, de Portales y del Ejecutivo fuerte.

Los autores coronaron con este volumen una investigación iniciada en 1974, repartiéndose equitativamente sus seis ensayos. Aparte de Edwards estudiaron a otros cuatro intelectuales, casi todos historiadores: Francisco Antonio Encina, Jaime Eyzaguirre, Osvaldo Lira y Mario Góngora. ¿Cómo vertebrarlo todo? Fijando la atención, agregaban los autores el 92, “en cuestiones epistemológicas”, como “la típica oposición al constructivismo legal y político”. También discutieron “categorías propias de la filosofía social y política conservadora, como las críticas al liberalismo, al individualismo y a la democracia, y el uso de categorías como autoridad, poder político y social, tradición, legitimidad, organismos intermedios, etc”.

No tenía por qué pasar, pero pasó. Y no pasó inadvertido, dentro y fuera de las fronteras nacionales. La Hispanic American Historical Review publicó una reseña del historiador británico Simon Collier (Ideas y política de la Independencia chilena), para quien los autores “dan sofisticada e incisiva cuenta de cinco chilenos cuyas visiones demandan respeto, más allá de lo que nos parezcan”, recordándonos que “hubo un tiempo en que ‘conservantismo’ era más que la simple racionalización de la ganancia”. Por su parte, en el Journal of Latin American Studies, Patricio Silva escribió que el libro evidencia la complejidad y el amplio espectro del tema que aborda, siendo “un inspirador llamado a continuar la exploración” de estos territorios.

Desde aquella publicación la historia se ha seguido escribiendo a este respecto y las fuentes están más abiertas que antes. Pero, sobre todo, los propios autores habían seguido caminos no del todo desmarcados de lo que expresaron en su obra seminal. Por eso lanzaron una nueva edición que incorpora, a modo de apéndices, dos nuevos textos, uno de cada uno.

Guzmán y Portales

El libro de 1992 identificó y examinó tres vertientes del conservantismo local: nacionalista, corporativista y neoliberal, estimando que las tres confluyen armónicamente en la Declaración de Principios de la Junta de Gobierno (1974). Para Cristi, hoy profesor de la U. Wilfrid Laurier (Canadá), la obra llenó dos vacíos: “Identificamos a los autores que contribuyeron a enriquecer ese caudal de pensamiento en Chile y articulamos el andamiaje conceptual que sustentó a la institucionalidad del régimen militar, y en particular, el diseño doctrinario que estructura la Constitución de 1980”.

¿Y qué justificó la nueva edición y sus adendas? La existencia de “dos áreas que no habíamos explorado”, prosigue Cristi. La primera corresponde al desarrollo de un pensamiento conservador en el siglo XIX, a partir de fines de la década de 1820, y que tiene que ver con “un giro autoritario frente al republicanismo original de la Independencia y a sus versiones más liberales o federalistas, después del gobierno de O’Higgins”. Ello, en palabras de Ruiz, hoy docente de la U. de Chile, para quien su agregado es “más que preámbulo”. Es, más bien, “la incitación a una comparación con un conservantismo que, como el del siglo XIX, fue muy radical, pero se mantuvo dentro de una afirmación republicana, aunque ciertamente muy limitada. Y que no comulgó con la tentación de la dictadura”.

El otro apéndice, responsabilidad de Cristi, supone el reencuentro con un personaje lateral de la primera edición, pero que se convirtió en el protagonista de un libro suyo editado en 2000: El pensamiento político de Jaime Guzmán. Entre una y otra edición, afirma el académico, hubo una toma de conciencia de “la importancia que tiene Guzmán en la formación de la institucionalidad social y política a partir del golpe de 1973. Guzmán constituye una síntesis estable de las distintas vertientes conservadoras, síntesis que le permite a la institucionalidad impuesta por la dictadura proyectarse en el tiempo”.

Entre una edición y la otra el fundadador del gremialismo fue identificado como autor de una serie de escritos publicados anónimamente en las revistas PEC, Tizona y Realidad. Estos hallazgos, a los que ya había sacado punta la historiadora Verónica Valdivia en su libro Nacionales y gremialistas (2008), permitieron también entender el quehacer intelectual de Guzmán como una totalidad. Los estudios de Martin Blinkhorn acerca del carlismo en España, explica Cristi, “posibilitaron también descubrir la raíz intelectual de los aspectos revolucionarios, más bien contrarrevolucionarios, que exhibe Guzmán al dar sus primeros pasos en la arena política, mientras su adhesión a la doctrina social de la Iglesia hizo más clara la unidad de su pensamiento político, que aparece, en su superficie, como un amasijo de doctrinas heterogéneas”.

Finalmente, allí donde Alberto Edwards fue seducido por la figura de Carlos Ibáñez hasta convertirse en un raro caso de intelectual que “administró el Estado de un César”, Guzmán fue más lejos: “Tuvo la oportunidad de crear la institucionalidad política y constitucional de un César. Por eso me ha parecido apropiado comparar la figura de Guzmán con la de Portales. Se podría decir que la relación de Portales con el Presidente Prieto es análoga a la relación de Guzmán con Pinochet”.

Cabe agregar, en palabras de Ruiz, la necesidad de concebir el pensamiento conservador “no como un producto de la especulación y la razón”, sino como una aproximación que “privilegia lo concreto, lo local y lo histórico por sobre lo universal”. Procediendo así, se hace más inteligible la presencia de historiadores que interpretan la trayectoria de un país como la encarnación de un pensamiento. Y no es lo único que se hace más inteligible.

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