Winston Churchil en su paso por Cuba en 1895 no solo observó combates y se hizo aficionado a la siesta -que luego lo ayudaría a mantenerse activo durante largas jornadas de la Segunda Guerra Mundial-, sino que fue una experiencia fundamental y formativa para su vida de estadista británico. Así lo asegura un libro recién publicado que sostiene que fue en la mayor de las Antillas, inmersa en la lucha entre mambises (los guerreros independentistas) y españoles, que el entonces joven oficial de 20 años vivió su bautizo de fuego y comprendió el sentido de la grandeza.

Los 18 días que pasó en Cuba inspiraron Churchill Comes of Age: Cuba 1895, del canadiense Hal Klepak, que pudo examinar y contrastar los archivos cubanos, británicos y españoles de la época. Winston Churchill, quien en mayo de 1940 se convertiría en primer ministro británico, llegó a Cuba como voluntario apenas graduarse de la academia militar de Sandhurst. Según la agencia Reuters, en Cuba Churchill se inició como corresponsal de guerra, analista político, estratega y enlace con un ejército extranjero, todo por primera vez. Sus escritos comenzaron a mostrar su distintivo sentido del humor y descubrió el ron y la calidad de habanos.

"Muy rápidamente, al mirarlo desde una perspectiva histórica, era bastante obvio que se trataba de una historia sorprendente, la cual por alguna razón no se había comentado nunca", dijo Klepak a Reuters.

Klepak afirma que Churchill, quien se sumó como observador a las tropas españolas, fue testigo de las acciones militares de dos líderes de la independencia de Cuba: Antonio Maceo y Máximo Gómez.

Churchill pasó la prueba del valor cuando las columnas españolas a las que acompañaba fueron atacadas por las fuerzas mambises. "Fue su bautismo de fuego y también coincidió con su vigésimo primer cumpleaños. Literalmente llegó a la mayoría de edad y en una decena de aspectos también llegó a la mayoría de edad”, declaró Klepak a Reuters.