Histórico

Liderazgo presidencial para limar asperezas

<div>Corresponde al Mandatario enfrentar las fricciones que han surgido al interior del oficialismo, pensando en el bien de su gobierno y del país.  </div><div><br></div>

HA SURGIDO un grado de tensión en el oficialismo a consecuencia de algunos intercambios entre parlamentarios y dirigentes de los dos partidos de la Alianza. El reclamo proveniente de la UDI en torno a la ausencia de militantes de esa colectividad en la toma de decisiones relevantes del Ejecutivo provocó réplicas en RN, creando un ambiente que no favorece la sana convivencia entre las dos agrupaciones y que podría afectar al gobierno.

El Presidente Sebastián Piñera llegó a La Moneda tras enarbolar un discurso que promovía la excelencia en la gestión pública. Luego buscó plasmar esa idea en la conformación de su gabinete. Algunas críticas iniciales, surgidas principalmente desde sectores del oficialismo desencantados por no haber conseguido un cupo ministerial, hicieron notar el carácter técnico del equipo de ministros, destacando el peligro que se corría por no haber ubicado en puestos clave a personalidades de amplia trayectoria política. Con el transcurso de los meses, sin embargo, esas voces han perdido vigor, dado el éxito del gobierno al lidiar con crisis, como la huelga de hambre de los activistas mapuches o el rescate de los mineros en Atacama.

Pese al criterio declarado por el gobierno para las designaciones en los más altos niveles  de la administración del Estado, resulta innegable y natural que en ellas también jugaron un papel relevante consideraciones de orden político. En ejercicio de sus prerrogativas, el Presidente nombró a ministros, subsecretarios y jefes de servicios buscando cuidar los equilibrios entre los partidos que lo apoyan.

El tiempo ha permitido delinear la forma que ha tomado el proceso de toma de decisiones en el Ejecutivo, con un gran protagonismo presidencial y una importante influencia del titular del Interior y la jefa de asesores del jefe de Estado, ambos militantes RN. Esto ha despertado suspicacias en la UDI, algunos de cuyos líderes han reclamado por lo que consideran la escasa influencia de su partido en la toma de decisiones clave. Aunque el problema no reviste proporciones serias, tiene el potencial de perjudicar al oficialismo y de convertirse en un obstáculo para la efectividad política de la Alianza y el gobierno.

La persona llamada a hacerse cargo de estas diferencias es el Presidente de la República, líder político de la coalición que lo llevó al poder y a quien debe interesarle en primer lugar que una disputa de esta naturaleza no escale. Es positivo que, en su gira europea, el Mandatario haya dado señales de acercamiento con los timoneles de RN y la UDI. A ese gesto deben añadirse gestiones concretas para apaciguar los ánimos, pensando en el bien del gobierno y en el del país. A los militantes y dirigentes de ambas colectividades, por su parte, les toca no emitir declaraciones incendiarias, mostrar disciplina y unidad tras el objetivo común de realizar un buen gobierno y no dejarse llevar por apasionamientos que dejan traslucir una intención de instrumentalizar los cargos y las posiciones en el aparato estatal. Tampoco deben, ni las autoridades ni los partidos, lanzar nombres de eventuales candidatos o tratar de posicionarse de manera muy prematura en una carrera presidencial que recién se materializará en 2013.

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