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Marianela Núñez en Giselle: Simplemente maravillosa

La bailarina argentina Mariela Núñez protagonizó el ballet Giselle en el Teatro del Lago de Frutillas, quien junto al Ballet del Sur de Bahía Blanca volvieron a Chile para ofrecer una de sus interpretaciones más aclamadas.

Hay veces en que las palabras no alcanzan a describir una experiencia: son tales las emociones que ésta produce, que difícilmente se puede traducir lo sucedido. Una de esas experiencias es la que se vivió este fin de semana con el ballet Giselle en el Teatro del Lago de Frutillar, donde la figura de la primera bailarina del Royal Ballet de Londres, Marianela Núñez, se robó todas las miradas y puso sobre el tapete su maestría interpretativa.

Con música de Adolphe Adam -la más lograda de su quehacer para la danza- y coreografía de Jean Coralli, Jules Perrot y Marius Petipa, esta joya del ballet romántico sale de las artimañas dancísticas para elevarse en lo artístico a través de una coherente narración construida en dos planos sucesivos: el real y el sobrenatural.

Ahora bien, más allá de esas y todas sus demás bondades intrínsecas, la atención se centró en Núñez. Y es que la artista argentina desborda magnetismo: con sólo aparecer llena el espacio de encanto, calidez, técnica y acabada interpretación. Se convierte en Giselle y transita por la dualidad de la joven campesina, de la enamorada alegre, de ingenua malicia, al espíritu brillante y dramáticamente salvador; de la mujer de carne y hueso al ser inmaterial. Su baile férreo, sus movimientos y gestos que atraviesan su cuerpo, hasta llegar al rostro mismo, dicen y transmiten. Con su plasticidad y su pureza de líneas hace galas de ligereza, de virtuosismo, de técnica a toda prueba.

Junto a ella, su partenaire en el escenario y en la vida real, Alejandro Parente, configuró un solvente Albrecht, de potente presencia, y se mostró emotivamente compenetrado con Marianela. Manuel Martínez interpretó con autoridad a Hilarión, el guardabosques enamorado de Giselle. Estefania Segovia y Gregoire Lansier, por su parte, entregaron un sentido y acertado Pas paysan, y Carolina Basualdo fue una imponente Myrtha, la Reina de las Willis (espíritus de las novias abandonadas).

Marianela Núñez fue secundada por la compañía transandina Ballet del Sur, que tuvo como momento cumbre la escena de estas almas, configurando un bello cuadro blanco de gran precisión. A este grupo pertenece también la escenografía y el vestuario, tradicional, refinado y de gran gusto.

Si Giselle es de por sí un placer en el mundo del ballet, qué se puede decir cuando, además, cuenta con una artista que la vive, la transmite y la corona. Un verdadero acierto del Teatro del Lago que, esperamos, vuelva a revivir.

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