Histórico

Mohamed Bouazizi, el ícono de las revueltas árabes

La inmolación del joven tunecino Mohamed Bouazizi provocó una protesta que terminó con el gobierno de Ben Ali. El hecho marcó el inicio de la primavera árabe y llevó a Túnez a realizar sus primeras elecciones democráticas.

El origen de las revueltas árabes tiene nombre y apellido: Mohamed Bouazizi. Un chico callado y modesto de Sidi Bouzid que se ganaba la vida vendiendo fruta en una carreta por 10 dinares al día, -unos siete dólares- y que nunca pensó en convertirse en un héroe nacional. Sin embargo, un 17 de diciembre, frustrado y sin perspectivas de futuro, decidió prenderse fuego frente al Ayuntamiento, después de que una policía le pegara y le confiscara la mercancía. Así estalló una revuelta social hace un año que derribó la dictadura de Zine el Abidine Ben Ali. El joven se convirtió en una inspiración para derrocar a los tiranos de otros muchos países árabes como Libia, Egipto, Yemen, y quien sabe si todavía quedan más por venir, porque continúan las protestas en los países árabes.

La historia de Mohamed podría ser la de cualquier otro joven tunecino, que sin un futuro prometedor, sabía que le esperaba más de lo mismo. Mohamed, que tenía 27 años cuando decidió quitarse la vida, había abandonado sus estudios al terminar el colegio y trabajaba duro para ayudar a subsistir a su familia. Su madre, dos hermanos y cuatro hermanastros, convivían en la misma chabola de Sidi Boudiz, donde todos dormían con colchones esparcidos por el suelo. Mohamed era la fuente de ingresos de toda la familia y aportaba dinero para que su hermana Leila pudiera estudiar en la universidad, en Monastir. Ninguno de sus familiares tenía un empleo, explica Samia -su hermanastra de 20 años- que tiene otros dos hermanos mayores y agrega conmocionada que Mohamed era quien cuidaba de todos ellos.

Algunos medios de comunicación señalan que Mohamed era un joven informático desempleado, pero según su hermana Samia no tenía ni la menor idea de internet ni de tecnología en general. No sólo no tenía un diploma en informática, sino que ni siquiera existía en la red. Mohamed era un simple vendedor de frutas que tenía un puesto ambulante como única fuente de ingresos y que "algunas veces, avergonzado de volver a casa sin dinero se quedaba a pasar la noche durmiendo en el mercado", dice uno de sus vecinos que conocía al joven desde muy pequeño.

Las revueltas tunecinas empezaron justo hace un año y parece que hubiera pasado toda una vida desde entonces. Ya no está Ben Ali  en Túnez, que tiene un nuevo gobierno nacido de las urnas y un nuevo presidente. Todo empezó el 17 de diciembre de 2010, cuando Mohamed estaba vendiendo con su carreta frente al Ayuntamiento como hacía todos los días. Una agente llamada Fedia fue a confiscarle la mercancía porque el joven no tenía licencia para vender sus frutas, "no tenía dinero para pagar la licencia", asegura Samia, que alguna mañana de camino a la escuela había visto como los policías de Sidi Bouzid abusaban de él otras veces. "Fedia le pedía que le pagara mucho más dinero del que había ganado vendiendo su mercancía", agrega.

Aquel día Mohamed le dijo a Fedia que podía llevarse todas sus frutas, menos la balanza porque se la había prestado un amigo. Pero "Fedia no le hizo caso, tiró de la balanza, probablemente se hizo daño en la mano y le pegó enfadada", dice Samia, que asegura que Mohamed no pudo defenderse, porque la agente iba con otros dos policías. Cuando Fedia le pegó, fue un fuerte insulto para él, no porque la policía fuera un hombre o una mujer, sino porque le había pegado", aunque algunos tunecinos aseguran que la bofetada de una mujer fue un insulto y el joven debía estar muy dolido " ¿Sabes por qué murió Bouazizi? Porque una mujer le pegó y el gobierno le hacía pagar para vender", dice un tunecino.

Mohamed, humillado, se fue al Ayuntamiento para denunciar lo sucedido, pero no quisieron recibirle, le echaron, y después se prendió fuego rociándose encima un bidón de gasolina. Probablemente no fue un héroe por lo que hizo, pero dio un motivo para que empezara una revuelta que ya se venía gestando en Túnez desde hacía mucho tiempo, y que como consecuencia, provocó que Ben Ali abandonara el país después de 23 años de gobierno.

Mohamed, antes de morir el 4 de enero en el hospital de Ben Arous, a pocos kilómetros de la capital, recibió la visita del propio Ben Alí, que intentó de este modo calmar las protestas consciente de que le quedaban pocos días en el gobierno. Entre otras cosas prometió que Mohamed sería trasladado a Francia para recibir un mejor tratamiento médico, pero era demasiado tarde. El presidente también trató de calmar los ánimos compensando a la familia con 20.000 dinares - 13.450 dólares- , lo cual no fue muy bien recibido por todos los tunecinos.

Un año después de la muerte de Mohamed Bouazizi, la plaza del Ayuntamiento de Sidi Bouzid continúa empapelada con las fotografías de este joven que cambió el mapa político de su país. Y a raíz de la atención captada por los medios de comunicación, Samia y su hermana Leila, cansadas del acoso constante de los periodistas, se trasladaron a La Marsa con el dinero que les dio Ben Ali. Samia explica que la presión de lo sucedido hizo que tuvieran problemas para concentrarse en sus estudios. Su madre Menoubia enfermó más tarde y se traslado con ellas a este barrio de la capital.

La puerta metálica de la pequeña chabola donde vivían los Bouazizi ahora permanece cerrada y repleta de suciedad. Su nueva vivienda, en un barrio más acomodado, nada tiene que ver con la anterior del barrio de Hainur, en Sidi Boudiz, donde las casas son pequeñas chabolas construidas de adobe. La familia no se ha mudado a una villa de lujo, pero vive en la planta baja de un chalet escondido en un callejón del barrio de La Marsa, en la capital. Los Bouazizi ahora alquilan, pagando 200 dólares al mes al propietario, que vive en la planta de arriba.

En Sidi Bouzid no ven con buenos ojos que la familia de Mohamed Bouazizi se trasladara a vivir a La Marsa, que tiene fama en Túnez por ser un pintoresco pueblo costero y un popular lugar de vacaciones. Sus antiguos vecinos les acusan de cobrar del gobierno y largarse del barrio con todo el dinero. "Muchos otros murieron en la revolución y no recibieron ninguna ayuda", dice uno de ellos, que explica que poco o nada ha cambiado en el barrio desde que se desataron las revueltas 12 meses atrás. Algunos habitantes de Sidi Bouzid señalan que la situación ha ido de mal en peor, porque "ahora hay gente arrestada, la comisaría ha sido quemada y estamos menos seguros". Y es que en Sidi Bouzid los pobres siguen siendo muy pobres, los desocupados, que son la mayoría de ellos, continúan sin encontrar un empleo y hay todavía muchos jóvenes "bouazizis" que se ganan la vida con apaños diarios.

Mohamed era un joven vendedor de fruta, sin estudios, que no se encontraba a gusto con su situación familiar desde que su madre contrajo matrimonio con uno de sus tíos. Este joven, que se podría considerar el antihéroe, se ha convertido en el ícono de unas revueltas que han cambiado el mapa político de Túnez y de parte del mundo árabe. "La revolución llegó a nuestro favor para que las cosas mejoren" opina un tunecino. "Desde la caída de Ben Ali "ahora puedo hablar y gritar ¡No al desempleo!".

En Túnez todavía continúan las protestas contra el paro en una sociedad donde el desempleo juvenil llega al 30% y donde una población educada y con falta de perspectivas no quiere contentarse después de haber tenido que contemplar durante años cómo el círculo de Ben Ali se quedaba con todo el dinero.

El pasado 23 de octubre se celebraron las primeras elecciones democráticas en Túnez -ganadas por el partido islamista moderado Nahda-, pero todavía hay que esperar un poco más para ver los resultados de las revueltas que han sacudido el país. Hoy Sidi Bouzid parece haberse detenido en el tiempo y algunos manifestantes continúan acampados en la plaza reclamando por "trabajo y dignidad para todos los tunecinos".

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