Raphael no se quiso bajar del escenario y triunfa con el mejor show de Viña
Pese a que los conductores insistían con que el show había concluido, el español quería seguir. Se llevó dos Antorchas, una Gaviota y perdió un diente. Todo en dos horas de presentación.
Había que tener un rival de la misma estatura. Para igualar el brillante show que Paul Anka dio en la jornada inaugural sólo tenía que aparecer uno de su misma especie, con recorrido similar y la prestancia de los que nacieron en la era de oro de la balada internacional.
Raphael, uno de los más dotados artistas hispanohablantes, estuvo allí para contarlo: su regreso a la Quinta Vergara se anota como uno de los mejores shows en lo que va del evento. Sí, la vara está demasiado baja; pero "Er Niño" va más allá de la anécdota y su espectáculo actual simplemente confirma una vigencia artística deslumbrante, con un poderío vocal que tumbaría a cualquiera de los nuevos baladistas y un manejo escénico –con sus tics, sus modales, sus maneras y sus gestos- que sigue alzándose como abrumador. El español entregó todo en el escenario (incluso un diente, que se le cayó, según acusó en Twitter el animador de Canal 13 Eduardo Fuentes).
Aunque la respuesta del público siempre se acercó más a la reverencia que al estallido, al saludo respetuoso que a la euforia (gran parte del respetable esperaba a Miranda!), Raphael detonó la química desde un principio. Salió a las 00:28 horas, bajó 3 pantallas que dominan la escena y que anuncian sus 50 años de trayectoria, el gran motivo de su actual gira.
Un recorrido por los mejores episodios de su existencia artística en imágenes dan paso a su señorial aparición: caminando sin estridencias, sonriente ante un escenario que ha alimentando capítulos esenciales de su anecdotario. Y éste es otro.
Con Caminante no hay camino –popularizada por Joan Manuel Serrat- casi a capella, el intérprete inicio un show cruzado por temas como Mi gran noche, Cuando tú no estás, Desde aquel día y Estar enamorado.
"Estos son mis primeros 50 años en un escenario", dijo con sonrisa de Dorian Gray, con esa pose de dandy que se resiste al paso del tiempo. Es más: las nuevas épocas las toma como propias y hasta hace uso de la tecnología. Se lanza en un dúo virtual con Rocío Dúrcal y su pianista hace de Joaquín Sabina para 50 años después, canción del disco del mismo nombre.
También hay guiños locales con la interpretación de Gracias a la vida, y en el último tramo de su presentación se subió Beto Cuevas para acompañarlo en Infinito, tema que "Er niño" grabó con Enrique Bunbury en su último trabajo. Esta vez no hubo espejo ni zapatazos, pero sí su insigne manta roja batallando con el aire, moviéndose veloz, como un torero bajo los focos.
Todo terminaba con Escándalo y el asunto era literal: el público, que en un principio apenas fue correcto, lo vitoreó hasta el cansancio y le entregó Antorcha de plata, de oro y Gaviota de plata. El propio Felipe Camiroaga avisó que la noche debía seguir, como una forma de domesticar a un "Monstruo" que quería a toda costa premiar la categoría del español. El hombre de TVN llamó a un pacto con Raphael –clásica estrategia que siempre ocupaba Antonio Vodanovic- para que sólo tocara un tema más. "Dos", dijo el baladista, que no se quería retirar del escenario y seguía parado esperando que su show continuara y así fue. Era su gran noche, otra vez.
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