"Realities", un placer culpable que tiene explicación
Necesidad de estatus social e inclinación por la venganza, son algunos de los deseos que los espectadores cumplen a través de estos programas, de acuerdo al análisis de los especialistas. <br>
Cada vez que se le pregunta a alguien si le gustan los realities shows, que desembarcaron en Chile en 2003, la respuesta es parecida: "No, no veo esas cosas" o "me cargan, porque son puro morbo". Pero estas críticas, que suelen aparecer en semanas como ésta, cuando se acaba de estrenar en TVN una nueva versión de Pelotón, no alcanzan a acallar la verdad indesmentible de los "realities": siempre atraen rating. Algo hay en ellos que "engancha" a los espectadores, algo que los hace adictivos, aunque nadie quiera reconocerlo.
"Realities" hay muchos. En nuestro país comenzaron con un grupo de jóvenes que, intentando ganar la competencia, tenía un solo objetivo en mente: alcanzar la fama. Con el tiempo, las historias se fueron diversificando, para dar cabida a personas que quisieran encerrarse por meses en una granja, vivir como lo hacía la gente hace un siglo o sufrir los rigores de una base militar, pero su denominador común sigue siendo el mismo: exponer (en la mayoría de los casos) a personas comunes y corrientes viviendo su vida igualmente común y corriente. Y, señalan los especialistas, eso es precisamente uno de los componentes más importantes de la adicción de las personas a estos shows. Pero también hay otros.
Necesidad de estatus: Una investigación de la U. del Estado de Ohio, en Estados Unidos, se hizo la pregunta del millón, con la que bautizó el estudio: ¿Por qué las personas ven televisión reality? Y la respuesta no deja de sorprender. Los espectadores de estos programas, concluyeron los investigadores, no pueden dejar de ver la vida cotidiana de otros, porque este acto llena una necesidad vital en ellos, la de demostrar un cierto estatus social.
James Wiltz, uno de los autores del estudio, señala que la necesidad de estatus, que corresponde a un enorme deseo de ser o sentirse, al menos, importante, es suplida por los "realities" a través de dos formas. En primer lugar, ver la vida común y corriente de otros, muchas veces cruzada por problemas de mayor o menor importancia, puede llegar a hacer creer que la propia es mucho mejor. El segundo elemento tiene que ver con interpretar que el interés de millones de personas por las minucias de la vida cotidiana de los participantes convierte a estos últimos en estrellas, unas que ellos mismos, los espectadores, podrían llegar a ser. "Si ellos pueden, ¿por qué yo no?", es la premisa.
Wiltz señala que esto "tiene que ver con fantasear sobre la fama y la fortuna. Los televidentes de estos shows ven a otros, que no son celebridades, pero que son tratados como tales. Las personas que participan en shows como Survivor, vienen de pasados muy comunes y corrientes y luego saltan al estrellato. Para aquellos que no valoran particularmente el estatus social, estas pueden no ser historias tan absorbentes, pero para aquellos a quienes sí les importa, pueden ser fascinantes".
Tendencia a la venganza: Pero no sólo quienes quieren demostrar estatus a los demás son los fanáticos seguidores de estas historias. Otro rasgo fuertemente relacionado con el consumo de "realities", señala el mismo estudio, es la inclinación por la venganza. La necesidad de venganza, para los especialistas que condujeron la investigación, es un rasgo típico de las personas a las que les gustan las competencias, uno de los elementos esenciales, como se sabe, de este tipo de programas.
Si las personas ven los "realities" para llenar su deseo de venganza, "probablemente tenga que ver con la naturaleza competitiva de estos programas", señala Wiltz. "Por ejemplo, Survivor incorpora muchos juegos que son similares a los deportes. Hay ganadores y perdedores. Además, todo el programa es una competencia con un solo vencedor, que supera a todos los demás para ganar el gran premio".
Curiosamente, y en contra de lo que pudiera pensarse, el vouyerismo no es una de las razones más importantes para ver este tipo de programas. Un estudio de los investigadores Zizi Papacharissi y Andrew L. Mendelson, publicado en la Revista de Radiodifusión y Medios Electrónicos de Estados Unidos, intentó medir las motivaciones de las personas para ver reality shows, y se encontró con que, para la mayoría, ellos se transforman en una forma habitual de pasar el tiempo, que, por su carácter diario, se incorpora a la rutina de los individuos hasta convertirse en un ritual. El vouyerismo sólo aparece como una razón menor.
La nueva teleserie, fresca y espontánea: Ignacio Arnold, sociólogo, productor e investigador de audiencias, cree, al preguntarse por el enganche de los programas hiperreales, que "desde el punto de vista televisivo, la principal gracia es que se transforman en una gran historia de continuidad, con tramas que se van contando de a poco, con puntos de giro, sorpresas". Si los 'realities' fueran semanales, plantea, generarían menos adicción de la que tienen ahora", porque han venido a reemplazar a las teleseries, pero incorporando la necesidad de cercanía y naturalidad de las nuevas audiencias, que le han exigido a la TV ser más fresca y espontánea.
El sociólogo comenta que este tipo de programas ha cambiado las reglas y que se ha hecho popular gracias a que "vende una promesa muy atractiva, que tiene que ver con una televisión más cercana, más horizontal". A pesar de que sabemos que eso no es real, sostiene que "la promesa se mantiene en pie, porque acerca un poco a la gente y también genera impredictibilidad".
Y podemos llegar a hablar de nuestros propios "realities". Arnold asegura que si bien se trata de un fenómeno mundial, esta concentración en las personas comunes y corrientes o figuras del espectáculo en situaciones cotidianas tiene en cada país componentes especiales, relacionados a la idiosincrasia.
"Cuando uno escucha o lee hasta dónde ha llegado este género en otros países, piensa que es difícil que en Chile ocurran las mismas dinámicas, que pueden ser un poco más polémicas. Esto es porque las diferencias culturales se reflejan en los programas. En España hay programas donde si a la gente algo no le gusta, lo dice, sin miedo al conflicto. Me da la impresión de que acá somos más recatados".
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