Cada época tiene su afán y la nuestra es la de las revisiones históricas, las precuelas y los paralelismos contemporáneos. La nueva versión de Hollwyood sobre el héroe medieval inglés Robin Hood llega mañana a las salas locales con cerca de 50 copias y si alguien busca encontrar al tradicional caudillo que según la leyenda "le roba a los ricos para darle a los pobres" es mejor que se olvide de la entrada. Por el contrario, la película de Ridley Scott huye de ese  molde y rechaza cualquier personificación picaresca del arquero que con garbo y humor encarnaron Douglas Fairbanks en 1922, Errol Flynn en 1938 y Kevin Costner en 1991.

El mismo Ridley Scott (Gladiador) se encargó de exponer su filosofía sobre la mesa cuando le preguntaron por las versiones anteriores del héroe en el cine. "Me cuesta acordarme de una buena película sobre Robin Hood. ¿Errol Flynn? Dios lo bendiga, pero creo que era cursi y afectado. ¿Kevin Costner? Tenía peluca. Francamente la única decente es la comedia que hizo Mel Brooks en 1993", declaró Scott hace dos años al diario británico The Times.

El ceño fruncido del director ante el destino del caudillo en el celuloide terminó en su caso por derivar en una película que se propone contar la historia de nuevo. Estrenada en Cannes en mayo, Robin Hood barre con varios postulados de las anteriores adaptaciones: pasa de  simple bribón a héroe nacional.

Un tipo con conciencia
Si en las clásicas aventuras de capa y espada con Fairbanks y Flynn la causa de robar a los ricos era sólo un engranaje de la historia, ahora es un interés importante para Robin Hood (Russell Crowe). El justiciero va poco a poco tomando conciencia del desastre económco en que el rey Juan mantiene a Inglaterra. A propósito de esto último, The Times ironizó sobre la trama del filme, calificándola como una "cruza entre el Manifiesto comunista de Karl Marx y Errol Flynn".

La trama comienza a fines del siglo XII, hacia el término de la Tercera Cruzada. Robin Hood es un soldado de las huestes del rey Ricardo Corazón de Léon y su única intención es salir vivo de su paso por Francia, país enemigo de Inglaterra. Después que el rey muere en un asalto a un castillo galo, Robin logra escapar a su país y al mismo tiempo se entera de que el malvado Sir Godfrey (Mark Strong) es un infiltrado del gobierno francés que se hace pasar como alto funcionario del rey inglés.

Ya en Nottingham, Robin es testigo de la crueldad de Sir Godfrey como cobrador de impuestos de la corona, comprediendo que sus planes son sembrar la semilla de la Guerra Civil en el país y facilitar el ataque francés. Su objetivo es, de ahí en adelante, ayudar a que Inglaterra a no caiga ante la corona gala.

En esta reinvención, Robin Hood no tiene un origen noble como lo indica la tradición y según el director es un socialdemócrata que lucha contra los excesivos impuestos de un rey que dejó al país en la bancarrota tras las cruzadas.

La película ha recaudado 246 millones a la fecha, convirtiéndola en un éxito moderado que bien podría tener una secuela. A fin de cuentas, Robin Hood se presenta como el prólogo de la historia que todos conocemos, la del hábil bandido que se esconde en el bosque de Sherwood y se enfrenta al sheriff de Nottingham. En esa hipotética continuación sí debería estar el Robin Hood clásico y amigo de sus amigos.