Histórico

Sylvain Chomet: "Intento retomar el Disney de mi infancia"

Autor también de Las trillizas de Belleville, el cineasta es un defensor del dibujo a mano.

Hace medio siglo el comediante Jacques Tati (1907-1982) se consagraba internacionalmente. Su filme Mi tío (1958) recibía el premio especial del jurado en Cannes, así como el Oscar a la mejor película extranjera, haciendo reconocible en todo el mundo la figurada espigada de Monsieur Hulot, el señor de pipa, sombrero y figura espigada que miraba perplejo el mundo moderno.

Por la misma época, Tati escribía un guión que tributaba los music halls donde había fojado su arte cómico. Era la historia de un mago de cierta edad que conocía a una muchacha que se convertía en una especie de protegida. Pero era una historia muy personal para esconderla bajo la máscara del señor Hulot y el propio Tati no podía llevar físicamente a la pantalla los trucos del protagonista de modo creíble. Tampoco era razonable que lo encarnara otra persona. Así que el guión quedó archivado hasta que, a principios del nuevo siglo, una hija de Tati se lo mostró al animador Sylvain Chomet (46) tras ver el trabajo que este había hecho para Las trillizas de Belleville (2003). Así, Chomet pudo homenajear a uno de los creadores más admirados, aunque incorporando también sus propias inquietudes audiovisuales. El resultado se llama El ilusionista, filme ambientado en los 50 y presentado en la última edición del Festival de Berlín. Y hoy se proyecta en el Festival de Valdivia (Sala 4, Movieland, Mall Plaza de los Ríos).

"Una vez muerto, lo que nos quedó de Tati fue su alma", cuenta Chomet telefónicamente a La Tercera desde su casa en Francia, destacando el hecho de que la palabra "animación" viene de anima (alma). "Ahora hemos logrado darle un cuerpo en mejor estado para permitirle hacer su magia: abrirle los ojos al espectador".

El protagonista del filme es Tatischeff (apellido legal de Tati), un mago que anda literalmente con el conejo en el sombrero y que ve cómo las bandas de rock llenan los teatros de jovencitas gritonas y dejan sin escenario a artistas de la vieja guardia, como él. "A Tati le dolió mucho que el music hall muriera a manos de artes menores", cuenta Chomet. "El music hall fue la madre de todas las artes de la escena y además era un espectáculo al que asistían los abuelos y sus nietos, gente de todas las generaciones. A fines de los 50 se terminó. Se creó la generación de los teenagers y hubo una cultura para los jóvenes y una cultura para los viejos. Y ahí hay algo que se perdió, una relación tribal que reunía a los niños con los mayores".

Usted mismo no hace filmes explícitamente "para niños", pero tampoco "para adultos"…
No pienso en un público en particular. Trato de hacer películas que me gusten y creo que si me gustan, también podrán gustarles a otras personas. Por mucho tiempo la animación ha sido destinada a los niños únicamente, pero hay muchos temas que se pueden abordar. Cuando comencé a hacer animación no pensé hacerla para niños, sino en mostrar que es un cine por derecho propio, que puede producir emociones más fuertes que el cine que registra lo real. Las trillizas de Belleville y El ilusionista son películas en que los niños no encuentran cosas chocantes: no hay violencia, no hay sangre ni sexo. La animación es un arte muy poético que, como tal, puede llegar a todo el mundo. He querido mostrar que con la animación un adulto puede recuperar ciertas sensaciones que tenía cuando niño, aunque con temas más serios y con ritmo más natural.

Inclasificable
Cuando Las trillizas… se estrenó en EEUU, la prensa no sabía cómo etiquetar esta insólita historia de un ciclista raptado durante el Tour de Francia y llevado por oscuros agentes a una urbe lejana.

¿Qué le parece que cueste tanto clasificar su trabajo?
Prefiero no ser clasificado. Nunca me ha gustado pertenecer a un club. Siempre me ha entusiasmado hacer películas que los demás no hacen, un poco por "joder" (emmerder) el pensamiento común. Si todo el mundo va a hacer películas para niños, o películas en 3D, prefiero ser un emmerdeur. Y me siento cómodo así: los libros y las películas que me gustan son en general libros y películas inclasificables. Ahora hago películas en 2D y sin diálogos.

¿Qué lo atrae del "dibujo a mano"?
Conserva el aspecto humano. Creo que hay muchas películas 3D o computacionales que se parecen entre sí y donde no hay verdaderos personajes. Pienso también que la animación es el arte de la ilusión, de hacer creer cosas a la gente. Está muy cerca de la magia. Por eso es un arte aparte. En cuanto al 2D, afortunada y desafortunadamente ha existido Walt Disney. Afortunadamente, porque creó un arte y una técnica extraordinarios y muy bellos filmes, y desafortundamente, porque se convirtió en algo puramente comercial. Lo que intento hacer es retomar un poco el Disney de mi infancia y abordar temas diferentes. No puedo aceptar que desaparezca una animación como la de Disney de los 60 y los 70, la de La noche de las narices frías o Los aristogatos.

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