Zamudio: Bajo la sombra de un crimen

A cuatro años de la muerte de Daniel Zamudio, los condenados por el crimen han enfrentado de distinta manera su estadía en la cárcel. Mientras Patricio Ahumada y Alejando Angulo acumulan sanciones por infracciones y varias riñas, Raúl López y Fabián Mora Mora intentan dejar atrás su historial delictual.




Diez con 50 de la mañana. Alejandro Angulo Tapia (30 años) tararea la canción de los dibujos animados Los Pitufos. Junto a otros reos, Angulo espera ser atendido en un procedimiento de rutina en el Departamento de Enfermería bajo la custodia de los cabos Víctor Cisterna y Cristián Belmar, responsables de vigilar el comportamiento de los internos de la Cárcel de Alta Seguridad (CAS).

No están solos. Frente a ellos se encuentra la paramédico Paola Rojas Romero, de baja estatura, contextura gruesa y vestida completamente de color azul. El joven, serio, insiste en la réplica musical de Los Pitufos, hasta que  Rojas se incomoda. Cisterna le llama la atención, pero Angulo no se siente aludido.

La escena -del pasado 9 de febrero- está descrita en un informe de audiencia de la causa por la que Angulo y otros tres cómplices cumplen condena. Inmediatamente después de ocurrida, la paramédico informó la situación y dejó una constancia ante el jefe de la sección Máxima Seguridad de la CAS, teniente Marco Rauld Rodríguez. En su declaración, Rojas señaló sentirse “dolida, ya que asumí una burla a mi persona”. El registro termina por replicar lo que ha venido ocurriendo desde hace años en la hoja de vida de Angulo: pese a haber testigos de sus faltas, las niega hasta el final. En esta oportunidad, la sentencia fue de 20 días sin poder recibir encomiendas.

Los más de mil días de encierro de Patricio Ahumada Garay (condenado a cadena perpetua), Raúl López Fuentes y Alejandro Angulo Tapia (ambos condenados por 15 años), además de Fabián Mora Mora (siete años de presidio), todos imputados por el crimen de Daniel Zamudio en 2012, han estado marcados por riñas, suspensión de beneficios e infracciones varias. A Fabián Mora, el menor de ellos, la muerte no ha dejado de asediarlo: en abril de 2008 falleció su madre -única responsable del joven luego del abandono de su padre. Quedó a cargo de una tía, quien murió en octubre de 2011. Ambas víctimas de cáncer de páncreas. La última persona con la que vivió y su única familiar viva hasta entonces era su abuela, Rosa Morales Reyes, quien ya tenía un estado de salud delicado al momento de la detención de Mora Mora y que, según el certificado de defunción, murió el 24 de octubre de 2014 a causa de una insuficiencia renal crónica terminal.

Los culpables del asesinato de Zamudio también han tenido desencuentros entre sí, como las amenazas por parte de sus compañeros de causa con que Mora Mora y López Fuentes lidiaron después de sus declaraciones en el juicio oral ante el fiscal Ernesto Vásquez, el 17 de octubre de 2013, donde se determinó su futuro judicial. Ambos sindicaron a Ahumada Garay y Angulo Tapia como los principales agresores de Zamudio. Desde entonces, por petición de sus respectivas defensas, se estableció que Mora Mora no puede tener contacto con el resto de los imputados, a pesar de compartir condena en la Cárcel de Alta Seguridad. López Fuentes -en tanto- fue destinado, por el mismo motivo, al Centro de Detención Preventiva (CDP) Santiago Sur.

Pese a la ruptura del grupo, la única amistad que se mantuvo después de la sentencia fue la de Ahumada y Angulo. Eso, hasta principios de este año, cuando, según un documento que se incorporó al expediente de la causa firmado por la jueza del 7º Juzgado de Garantía, Tatiana Escobar, la convivencia entre ambos se hizo compleja y las amenazas por parte de Ahumada se volvieron insostenibles. A raíz del hostigamiento, se dictaminó que Gendarmería debía adoptar medidas de seguridad para proteger a Angulo Tapia de las “constantes represalias, amenazas y amedrentamientos de las cuales ha sido víctima”.

Rencillas internas

27 de febrero de 2014. Angulo Tapia forcejea al interior de su celda con funcionarios de Gendarmería. Se ve eufórico. Grita insultos y se da fuertes e intencionados cabezazos contra el suelo. La pelea se habría originado tras una discusión con un compañero de prisión luego de ser sorprendidos con un celular dentro del recinto. El ex imitador de Michael Jackson y aún bailarín de flamenco comenzó a infligirse heridas en el antebrazo con un lápiz. Inmediatamente, personal del recinto debió intervenir, según indica un documento de Gendarmería al que tuvo acceso Reportajes, firmado por el teniente coronel a cargo, Antonio Ibarra. Más tarde, pese a que Angulo reconoció ser el dueño del aparato, empezó una huelga de hambre acusando persecución de parte de los funcionarios en su contra. La protesta, sin resultados, duró cuatro días.

Un informe médico del penal señala que Angulo Tapia suele presentar constantes ataques de pánico.

Sus numerosos conflictos y faltas al interior del recinto penitenciario han llevado a Angulo, desde su detención, a pedir en reiteradas ocasiones cambios de módulo y celdas. Según la minuta de la oficina de clasificaciones de internos, entre 2014 y 2015 el imputado ha sido reubicado de módulo y piso en siete oportunidades por conflictos dentro del recinto. Pese a los intentos, la mayoría de las veces lo han devuelto a su lugar inicial, el mismo donde empezaron sus problemas.

La tendencia de Angulo desde el inicio de la investigación por la agresión y posterior asesinato de Zamudio fue nunca esclarecer su participación. Incluso, el fiscal a cargo de la causa, Ernesto Vásquez, recuerda que “nos dijo un par de cosas al principio en forma privada: inicialmente le echó toda la culpa a Patricio Ahumada y después se desdijo”. Finalmente, se dictaminó que fue uno de los principales agresores del joven homosexual: le orinó, le dibujó esvásticas en su piel con el gollete de una botella -según la sentencia-, le quemó insistentemente los hombros con cigarros encendidos y le lanzó, junto a Ahumada Garay y López Fuentes, una roca de seis kilos encontrada sobre el tobillo derecho de Zamudio, misma pierna fracturada por los insistentes golpes con el concreto.

Lo controvertido, violento e impactante del caso dio origen a la Ley 20.609, más conocida como Ley Zamudio. Su objetivo apunta a sancionar de manera efectiva cualquier caso de discriminación.

De sus cuatro compañeros de condena, Angulo es quien más problemas acumula en la Cárcel de Alta Seguridad  y también el que más solicitudes de información, traslados y beneficios ha realizado por medio de sus defensores penales a Gendarmería.

El 28 de marzo de 2014, un día después del segundo aniversario de la muerte de Zamudio, escribió una carta dirigida al 7° Juzgado de Garantía de Santiago, en la que pidió un cambio de módulo para “evitar contagios criminológicos y así reinsertarme a la sociedad correctamente”. En la misma misiva, sugirió de manera “urgente” el ingreso de elementos que permitieran una “correcta recreación y desarrollo intelectual” durante su condena.  Más tarde, en mayo de 2015, se aceptó el ingreso de un computador sin internet que Angulo usó tres días a la semana durante dos horas y media en el sector de la biblioteca del penal. El beneficio fue revocado apenas un día después, cuando Gendarmería se percató de que el aparato contenía películas y música pirata.

De la misma época data una misiva para pedir, “de manera imperativa”, medidas de protección contra el resto de los condenados por el caso Zamudio, además de solicitar, mediante Ley de Transparencia, la hoja de vida de todos los funcionarios de Carabineros que participaron en su detención y en la del resto de los imputados.

Al interior de la Defensoría Penal afirman que Angulo está “bastante informado sobre el proceso judicial en su contra y los derechos que tiene como interno”. A pesar de esto, la mayoría de sus peticiones han sido negadas a causa de su mal comportamiento: no sólo acumula graves problemas en contra de la autoridad, sino que en su hoja de conducta del penal se incluye una riña con otros internos y varios celulares incautados, además de la pelea con gendarmes y las burlas a la paramédico, por lo que ha sido sancionado numerosas veces con días sin visitas y negándole el ingreso de encomiendas.

En la cárcel, cuando no está castigado, Angulo recibe visitas dos veces por semana. Allí, según Soledad Tapia, madre del joven, llegan su hermana, padre y ella. Sin embargo, en el registro de visitas del expediente del caso, entre 2014 y 2015, Tapia solo ingresó una vez al recinto penitenciario. El resto, son tres mujeres de aproximadamente 20 años que ingresan como amigas del joven.

Angulo está tranquilo. Según su madre, es consciente del revuelo del caso, pero no le incomoda. Ni la promulgación de la Ley Zamudio ni la serie de TVN que pudo ver pese a estar en prisión, Zamudio: perdidos en la noche, lo incomodaron. Según su madre, el joven sólo resiente que se reproduzcan datos inexactos de su vida, como la fecha en que se inició en el flamenco: “No fue un tercero el que descubrió el talento de mi hijo, fui yo la que lo llevó a los 13 años a la academia de baile”.

La misma displicencia tuvo con el libro del periodista Rodrigo Fluxá Solos en la noche, que también aborda el caso.  Sí reconoció un denominador común en ambas recreaciones: la historia de Zamudio estaba contada correctamente. “Lo que dicen que es, es lo que fue”, cierra su madre.

En busca de beneficios

En su declaración judicial del caso Zamudio, Raúl López Fuentes (29 años) aseguró haber sido obligado por Ahumada Garay a pegarle al joven homosexual, a lanzarle más de una vez el pedazo de concreto de seis kilos y a guardar silencio. También dijo que su participación en los hechos había sido menor. Ello, a pesar de que la fiscalía demostró que zamarreó la cabeza de Daniel Zamudio por más de 15 minutos. En el juicio, López ofreció disculpas públicas por sus actos y señaló que “si pudiera retroceder el tiempo, lo haría”, mientras que su madre, María Amparito Fuentes, se acercó a Jacqueline Vera, la progenitora de Zamudio, para pedirle perdón por el crimen de su hijo. Iván Zamudio, padre de la víctima, recuerda ese momento: su ex esposa respondió que nunca podría llegar a perdonar a López Fuentes.

Los días de presidio en la CAS de López, a diferencia de sus compañeros de causa, han transcurrido sin mayores incidentes. El hecho más relevante registrado en el expediente del caso data de agosto de 2014, cuando fue identificado por personal de Gendarmería ingresando a la celda de otro interno para agredirlo con palos de diferentes tamaños y un trozo de aluminio, causándole lesiones leves a sus contrincantes. Un mes antes, había sido sorprendido con dos celulares al interior de la cárcel, por lo que fue sancionado con 20 días sin visitas.

La única petición que registra hacia Gendarmería fue en marzo del año pasado, cuando solicitó cambiarse de módulo debido a la “conmoción pública y mediática” que su delito había originado. Por esos días se estrenaba la serie de TVN y López tenía temor sobre la reacción de otros internos al verlo representado en televisión. En esa oportunidad fue interrogado por José Acuña Norambuena, jefe de sector de módulos del penal. Según un documento al que tuvo acceso Reportajes, al joven le consultaron si es que ha sido amenazado física o psicológicamente por algún recluso o funcionario de Gendarmería. “No, en el módulo en que estoy tengo buenas relaciones con todos”, respondió López. Luego vino una segunda consulta: “¿Usted quiere ser trasladado a otro penal?”. La respuesta fue enfática: “Por el momento no, pero después me gustaría irme a la cárcel de Los Angeles, porque he escuchado que allá es más fácil conseguir beneficios”.

La solicitud, sin embargo, fue negada, debido a que el módulo requerido no estaba  acondicionado para albergar internos en conflicto con el resto de la población penal, sino que era una dependencia diseñada para reclusos de bajo compromiso delictual, en especial los que tenían que ver con delitos sexuales, ex uniformados y delitos blancos. Pese al buen comportamiento que ha registrado durante estos años, López no cumplía el perfil.

Según la abogada Karen Santander, quien lo defendió en el juicio, “la relación entre López y su familia es muy cercana”. Por lo mismo, supone que “lo siguen visitando dentro del penal, donde ha tratado de adoptar un perfil bajo y de buena conducta”. Uno de los últimos movimientos de López dentro de la cárcel fue el taller de teatro que integró junto a otros reclusos. Según Santander, su objetivo es mantener una conducta y actividades “que le permitan acceder a futuros beneficios penitenciarios”.

Perpetuo reincidente

“¡Eres lacra para la sociedad!”, repitió Patricio Ahumada Garay (29 años), mientras cacheteaba y pateaba a Daniel Zamudio. Luego, le quebró una botella en la cabeza, le quemó el cuerpo con cigarrillos y le rompió una pierna. Esta última, según la declaración judicial de Mora Mora, Ahumada alardeó con que sonó “como hueso de pollo”.

Para el día del ataque, el 2 de marzo de 2012, Ahumada estaba cumpliendo una condena de cinco años y un día por asalto a mano armada. Esa noche se encontraba en el Parque San Borja -en el centro de Santiago- por un beneficio obtenido por buena conducta para salir libre los fines de semana. La libertad duró poco.

De regreso a la cárcel, las cosas no han ido mejor para Ahumada. El pasado 7 de marzo fue sorprendido por Gendarmería con un celular con cargador y batería; una sierra adosada a un trozo de madera de 3,5 cm; una punta artesanal de 13 cm y dos botellas con alcohol fermentando artesanalmente, con un par de calcetines al interior del baño de su celda. La sanción fue de 10 días sin visitas. Un año antes, le fue negada la entrada de un PlayStation 2 a la cárcel, aparato con que el imputado solicitaba poder recrearse, pero el alcaide, Héctor Inostroza, fue enfático: dentro del penal existían otras actividades recreativas y Ahumada no había manifestado intención alguna de realizarlas, según consigna una misiva dirigida al 7° Tribunal de Garantías de Santiago. Un informe médico dentro del penal arrojó que Ahumada presentaba trastornos ansiosos-depresivos.

El heredero inesperado

Fabián Mora Mora (24 años) no tenía antecedentes penales previos al crimen que lo llevó a la cárcel. Es el único al que, según las declaraciones en el juicio, Zamudio le alcanzó a pegar dos manotazos haciendo un atisbo de defensa.

Tras la muerte de su madre y su tía, Mora   vivía con Rosa Morales Reyes, su abuela, quien entonces tenía 77 años y ya presentaba graves problemas renales. Durante su permanencia en la cárcel la conducta de Mora Mora mejoró: ha mantenido un perfil bajo y no ha presentado conflictos con otros internos dentro de la CAS. La única amonestación que se registra en un informe publicado en el portal del Poder Judicial data del 18 de julio de 2013, cuando le encontraron un celular Samsung, dos baterías y un chip Entel ocultos al interior de una bolsa de detergente. Fueron inmediatamente requisados sin defensa de Mora.

La única petición del joven que se registra en Gendarmería fue el 9 de septiembre de 2014, cuando solicitó el beneficio de salida de la CAS para visitar a su abuela que se encontraba  hospitalizada en el Hospital San Juan de Dios. Según el certificado médico, la mujer estaba desahuciada por “múltiples patologías que han mermado su vida”. Era la cuarta muerte que Mora presenciaría.

Aunque Mora quería visitarla para despedirse -era el único familiar directo que le quedaba con vida-, Morales murió de un paro cardiorrespiratorio el 21 de octubre de 2014. No hay registros que indiquen que Mora pudo haber salido para asistir a su funeral.

De su abuela, el joven recibió una herencia: una casa en Lo Prado que está arrendada, mientras su dueño siga privado de libertad, y además algo de dinero. Este último lo administra Guillermo Hernández, un tío lejano, quien, además, se ocupa de visitarlo en la cárcel y de enviarle encomiendas varias veces por semana. En ocasiones, cuando no puede asistir él, va su hijo, quien llega con una bolsa plástica con al menos tres porciones de comida.

Cercanos al imputado cuentan que Mora pretende vender la casa e irse a otro lugar. Su ex habitación sigue intacta, bajo llave, y con sus libros favoritos acumulando polvo. Le gustaba escribir poemas. Si bien en la cárcel lo visita un psicólogo, su preocupación está puesta en su vida fuera del recinto penitenciario: sigue pendiente del estado de su mascota, Cuky, que quedó a la deriva desde que su dueño fue detenido por participar en el homicidio de Daniel Zamudio. De los otros tres internos involucrados en su misma causa no sabe nada.

Su abogado, Carlos Quezada, jugó un rol importante al sacar a su representado del grupo de cuatro cómplices, pidiendo medidas de seguridad especiales y ofreciendo un testimonio clave para esclarecer los hechos. En un principio, cuenta el fiscal del caso, Mora había escrito una carta en la que culpaba de la golpiza sólo a Raúl López, pero luego reconoció que había escrito la misiva amenazado por Alejandro Angulo. Vásquez también recuerda que “Mora, bien aconsejado, cambió de camino. Y esa ruta que hizo a él le trajo frutos positivos”. En las audiencias, según consigna su declaración, se demostró que su participación se limitó sólo a presenciar el ataque a Zamudio.

La intención de Mora, una vez fuera de la cárcel, es estudiar Psicología. Pronto se cumplirán los cinco años de su condena y podrá solicitar el beneficio de salidas durante el fin de semana. Será el primero de los imputados en el caso en cumplir las condiciones para solicitar la medida.

El joven tiene muy claro, cuenta una fuente cercana, que estaba en el “lugar y en el momento equivocados”. También lo cree Iván Zamudio: “Siento condescendencia con él, porque siempre he opinado que ese cabro estuvo en el lugar, en el momento y con los amigos que no le correspondían. Se pegó solo nomás”.

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