Admisión en Chile y PSU: desafíos y oportunidades

Estudiantes Universitarios


En los últimos días, mucho ha pasado y se ha dicho a propósito de la PSU y del sistema de admisión en Chile. La transición que viviremos, hacia un sistema administrado por la Subsecretaría de Educación Superior, genera incertidumbres adicionales. El sistema de admisión centralizado que han construido los rectores del Cruch durante más de cuatro décadas, con la colaboración del Demre y aportes financieros del Mineduc, tiene méritos que vale la pena preservar y profundizar. Entre ellos, el aportar transparencia a un proceso de altas consecuencias para los estudiantes y sus familias, recabar información que utilizan familias e instituciones en la toma de decisiones, y profesionales en investigación y evaluación de políticas públicas.

Durante los últimos 20 años, el sistema se ha complejizado; ha crecido el número de alumnos matriculados, se ha diversificado el perfil que ingresa a las instituciones, pero también ha aumentado el número de planteles y necesidades que cada cual debe satisfacer. La mayor complejidad del sistema presenta nuevos desafíos al mecanismo de admisión, compuesto hoy de una prueba estandarizada, las notas de educación media, el ranking y procesos de admisión especial que hoy incluyen programas de admisión equitativos como el PACE.

El sistema de admisión podría avanzar, entonces, en la consideración de nuevos indicadores que permitieran dar respuesta de manera activa a las demandas de equidad, tales como el uso de cuotas para grupos de interés, por ejemplo, de alumnos egresados de la educación media técnica profesional. También podría considerarse trayectorias educacionales que den cuenta de intereses y motivaciones especiales en contextos de menores oportunidades educacionales. Esto, al interior de un sistema de admisión común, transparente y centralizado, que permita aprovechar sinergias, pero que al mismo tiempo entregue libertad a sus miembros en el tipo de instrumentos y en el peso de cada indicador en la decisión final. Un sistema así facilita los procesos de postulación, especialmente, a aquellos estudiantes de menores ingresos y menos familiarizados con la educación superior, comparados con sistemas en que cada institución implementa un proceso de admisión propio con instrumentos y fechas diferentes.

Ahora bien, los beneficios de dicho sistema, tanto para los alumnos como para el diseño de políticas públicas, podrían expandirse si el sistema de admisión incluyera a todas las universidades y al sector técnico profesional. La inclusión de dichas instituciones no necesariamente implica el uso de los mismos instrumentos de admisión, pero sí la transparencia y visibilización de indicadores y procesos de selección. Esto es especialmente importante considerando que el sector técnico concentra parte importante de los alumnos de menores ingresos, y de cuyas trayectorias educacionales conocemos menos.

El sistema de admisión también podría ayudar a reducir la angustia y nerviosismo que viven los estudiantes y sus familias, si la prueba estandarizada de admisión pudiese rendirse más de una vez al año. Esta presión ha estado especialmente presente en el proceso de este año. Para ello es necesario avanzar decididamente en la implementación de procesos estadísticos más flexibles, que permitan la obtención de puntajes a partir de administraciones muestrales, y no necesariamente censales. Estos procedimientos se utilizan frecuentemente en mediciones estandarizadas internacionales y han sido sugeridos por evaluaciones de la PSU en reiteradas ocasiones.

La coyuntura actual presenta desafíos importantes pero estos desafíos son también oportunidades. Conocemos los diagnósticos, hemos explorado alternativas, es momento de tomar decisiones y avanzar.

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