Al antivoto
En la construcción de oferta de un candidato es necesario conjugar aspectos propositivos con elementos críticos. Según el contexto y la propia estrategia, cada candidato define su narrativa en función de lo que es (lo que vengo a hacer) y lo que no es (lo que vengo a cambiar) y estas definiciones delimitan en buena medida su oferta hacia el electorado.
Mirar cómo se ubican en el mapa del “antivoto” los distintos candidatos es también una señal de mercado en política ya que, tratándose de animales curtidos en el arte de desplegar las velas a favor del viento, la oferta electoral tiende a perseguir a la demanda y los políticos, en su mayoría, apuntan sus tablas hacia dónde va la ola.
Así las cosas, en esta elección la mayor oferta se concentra en quiénes se definen como “antigobierno”, donde se ubican 7 de los 8 candidatos (solo Jeannette Jara queda fuera). Esto no es un exotismo, sino un signo de los tiempos en los que la incumbencia es sinónimo de derrota en casi cualquier rincón del planeta y es coherente también con el insuficiente pero persistente tercio de la opinión publica que apoya al gobierno.
El siguiente bolsón de oferta es el anti-establishment, con variantes integradoras y de choque. Acá se ubica la retórica de sacar a “fachos y comunachos” de Parisi; la de sobreponerse a la confrontación política como pantomima, de Mayne-Nicholls; la propuesta identitaria de derechas de Kaiser y la identitaria de izquierdas de Artés. Jara tuvo un discurso antielite para la primaria, pero lo cierto es que lo dejó guardado en un armario y ME-O, que podría calificar en este grupo, aún parece más concentrado en estar contra los que lo han dejado fuera del juego a él.
Aunque “antielites” es el segundo subconjunto de antivoto más grande, es difícil encontrar en él a las tres candidaturas que lideran las encuestas. Kast ha de ser el menos preocupado ya que por narrativa y por su ubicación en el plano ideológico se ha posicionado como la oferta más nítida para los “antigobierno”, el bolsón más grande. Es precisamente de aquí de donde desplazó a Matthei hace ya varios meses y es un espacio que la Jeannette socialdemócrata difícilmente podrá pellizcar.
Pero Jara tiene una luz al final del túnel: en caso de pasar a segunda vuelta, su antivoto aparecerá solo, sea bajo la forma de antifascismo o de antiderecha, según cómo decodifiquen sus equipos el contexto. Para Matthei la cosa es un poco más apremiante, aunque estabilizado su campaña en las últimas semanas, está lejos aún de la segunda vuelta por lo que no puede esperar para que su némesis aparezca.
Dado que Kast le tiene copado el liderazgo en antigobierno y su campaña ha optado por presentar a la élite (política, técnica y económica) como su fortaleza, Matthei haría bien en analizar con detenimiento a la masa de votantes que la centroizquierda perdió entre la convención constituyente y la primaria oficialista. Hasta ahora han intentado hablarle desde la razón, pero tal vez la respuesta esté en las emociones: cuáles son sus rabias, a qué le temen y a quiénes culpan de ello.
Por Camilo Feres, director de Asuntos Políticos y Sociales de Azerta
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