Opinión

Boeninger, un día 13 hace 13 años

12 Noviembre 2008 Edgardo Boeninger ex ministro de Patricio Aylwin en entrevista en su departamento de Las Condes Andres Perez

Diálogo, con esa palabra elijo recordar a Edgardo Boeninger hoy 13 de septiembre, en que se cumplen 13 años de su partida. Su preocupación constante eran los problemas que debían resolverse para construir un Chile mejor.

La periodista le pregunta a su entrevistada, pero usted ¿está con el gobierno o en contra? Responde, “ni con ni en contra, apoyaré todo lo que haga falta a este gobierno, si es bueno para Chile”. La respuesta de la periodista, fue: “ah, entonces está con la derecha, ya que dijo el dirigente de tal partido que están en la misma vereda respecto tal tema”, con tono acusador.

Este es el gran problema de Chile hoy. No hay diálogo transversal. No será posible mientras se censuren las conversaciones entre las llamadas izquierdas y derechas tratando de polarizar aún más al Chile de hoy. ¿Está mal juntarse con quienes piensan distinto? Pero si con quienes pensamos igual, ya estamos de acuerdo. Es esa superioridad moral, la que anula toda posibilidad de una democracia con pluralismo ideológico.

Boeninger, su manera de vivir, ser y pensar está presente en este momento, posplebiscito. Cada decisión, propuesta o acción que Boeninger llevaba a cabo, tenía rigor histórico y de investigación científica. No podemos borrar la historia decía, se debe siempre acudir a quien más sabe en cualquier tema que debamos analizar.

Existe un amplio consenso en la necesidad de que Chile cuente con una nueva Constitución que garantice un país sólido, institucional, social y próspero. Para que esto ocurra, se debe acordar el cómo, el cuándo y el qué. Este camino que se inició con el resultado del plebiscito del 4 de septiembre, requiere de diálogos amplios, donde nos escuchemos entre todos tal de lograr los acuerdos transversales necesarios, que garanticen la gobernabilidad que se requiere en momentos trascendentales como éste que hoy vive Chile.

Boeninger, hablaba de la importancia de los liderazgos. Decía que “liderar no significa imponer posturas intransigentes. Junto con la firmeza de sus propias convicciones, un líder debe tener la capacidad de transigir, de dejarse persuadir y de conducir a la gente a acuerdos negociados”. Agregaba, “por sobre todas las cosas, un líder es aquel que tiene coraje, honestidad y la capacidad de jugársela aún en condiciones adversas, enfrentando las encuestas y posiciones intransigentes”. Una democracia eficaz necesita liderazgo en cada uno de los dirigentes políticos, sin espacio para la agresión o el odio, sino el de la cohesión, para infundir esperanza. “El liderazgo del Presidente de la República es fundamental en este momento, junto a los máximos dirigentes políticos, económicos y sociales, tal que se garanticen todas las condiciones necesarias para avanzar en este camino”.

“Los problemas existen, y el país no puede hacerles el quite indefinidamente”.

Escuchar, persuadir y ser persuadidos es lo que debemos hacer hoy. “Es imperativo levantar la mirada por sobre la coyuntura y fijarla en los decenios que vienen, es decir, hacer una lectura desapasionada del país que esté en clara contradicción con el clima de máxima tensión política que se vive”. Que se debata, que se discuta, que se entienda que las ideas importan. Que la política y la historia no son solo la figura de los grandes hombres, porque éstos -por grandes justamente- siempre representan ideas. La voluntad, capacidad y mérito de los seres humanos son también parte de la historia.

Esto fue Boeninger.

Independiente, resiliente, libre y fiel a sí mismo. Su calidad humana, con las dificultades y abandono que tuvo que vivir cuando era solo un niño, tienen relación con su importante contribución política. Salió adelante como un hombre íntegro superando los escollos, doblándole la mano al destino. Fue ministro, senador, rector, y uno de los principales ideólogos de la transición democrática. Independiente y transversal, creía en la democracia y en la importancia de los partidos políticos. Jamás se lo escuchó hablar con encono, o contra alguien y menos faltando el respeto, aunque fuese un adversario político. Un hombre sencillo y brillante de una paciencia infinita. Vivió sin odio en su jardín, ni resentimiento alguno. Logró gozar, reír y amar. Amaba a Chile por sobre todo. Curioso incansable, bueno para la hípica y el ping-pong.

Recordarlo hoy, en ese jardín, el que supo construir, y que seguimos visitando de tanto en tanto, quienes lo queremos, quienes lo consultamos. Aún hoy.

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