Brexit or not Brexit, el dilema shakespeariano del Reino Unido

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Theresa May durante la votación sobre la moción de censura, ayer en la Cámara de los Comunes.


Cuando británicos votaron por el Brexit lo hicieron sin saber cuál era el plan. Un 51,9% optó por dejar el bloque europeo -al que pertenece desde 1973- sin tener medianamente claro qué relación sucedería a la membresía británica a la Unión Europea (UE). Aún no lo saben. Van dos años y 9 meses desde entonces y la luz al final del túnel no se ve, más bien se asoma más nítidamente el precipicio.

Este sábado más de un millón de personas salió a la calle a exigir un segundo referéndum. Por otra parte, más de 5 millones de firmas se han reunido para pedir al Parlamento británico que revoque la salida. Sondeos –que han perdido credibilidad tras haberse equivocado en 2016- dan una leve ventaja a la opción Remain. La sociedad británica está profundamente polarizada y los días de Theresa May esta vez sí parece que están contados.

¿Qué ha pasado? ¿Cómo resumir este tortuoso camino del Brexit sin perderse? Difícil. Hasta quienes seguimos atentos el desarrollo de las negociaciones podemos descolocarnos si nos desconectamos un minuto.

Recordemos que David Cameron convocó a un referéndum donde se preguntó a británicos si deseaban seguir o no perteneciendo a la UE. Por estrecho margen se impuso la opción Leave, para sorpresa incluso de los propios promotores de la salida. Cameron dimitió la misma noche y semanas después lo reemplazó Theresa May, ganadora de la elección interna del Partido Conservador. May asumió la pesada mochila de llevar a cabo la decisión más importante del Reino Unido tras la II Guerra Mundial. Ella fue partidaria de quedarse en la UE pero una vez a cargo del gobierno británico tomó la bandera del Leave.

La activación del Brexit se produjo el 29 de marzo de 2017 cuando May notificó al Consejo Europeo (reunión de los Jefes de Estado y Gobierno de los países de la UE) la intención de abandonar el club. Es lo que se conoce como la activación del artículo 50 del Tratado de la Unión Europea (no Tratado de Lisboa como se suele publicar). Este artículo regula el procedimiento de salida de un Estado miembro.

El art. 50 establece un período de negociaciones de dos años. Si se hubiese llegado a un acuerdo de salida antes de esa fecha, el plazo habría sido más corto. Pero si en dicho plazo no se llegaba a acuerdo entre las Partes, el Reino Unido pasaba a ser considerado tercer Estado de la UE y dejaban de estar en vigencia los tratados que los vinculan. Es lo que se llama el "Brexit duro", "Brexit sin acuerdo" o "Brexit a las bravas". La fecha en este caso era el 29 de marzo 2019.

El gobierno de Theresa May llegó a un acuerdo con la UE el 25 de noviembre de 2018. Además de establecerse las condiciones de una salida ordenada y un período de transición (Reino Unido deja de ser parte de la UE y las relaciones comienzan a estar regidas por ese tratado), éste consideró también una Declaración Política que contiene lo que se le conoce como "backstop" o "salvaguarda" para la frontera de las dos Irlanda. La idea es que, si durante el período de transición las Partes no llegan a acuerdo sobre las relaciones futuras, Reino Unido seguirá siendo parte de la Unión Aduanera y algunas normas del Mercado Interior de la UE se seguirían aplicando a Irlanda del Norte para evitar el establecimiento de una frontera física en la isla. Esta salvaguarda fue el principal obstáculo que algunos "Brexiteers" invocaron para rechazar el acuerdo con la UE porque, en su opinión, se votó para salirse totalmente de ella y no quedar "amarrados" a través de la Unión Aduanera.

May sometió dos veces el Acuerdo de Salida a la aprobación del Parlamento británico, ambas veces rechazado por amplia mayoría en la Cámara de los Comunes. Ni las garantías políticas concedidas por la UE para asegurar que el backstop solo se usaría como último recurso en caso de no acuerdo en la reglamentación de las relaciones futuras ni la repetida negativa de la UE para renegociar el acuerdo de noviembre convencieron a los parlamentarios británicos para darle el visto bueno al tratado.

El reloj de los dos años seguía corriendo y May no logró aunar las fuerzas políticas. Las posiciones seguían polarizadas y no se avizoraba ni plan B ni C ni Z. El 29 de marzo se veía a la vuelta de la esquina.

El art. 50 TUE permite que el plazo se prorrogue, para lo que se necesita el acuerdo unánime de los otros 27 Estados de la UE. A último minuto, en la víspera del Consejo Europeo del 21-22 de marzo, May envió una carta solicitando dicha prórroga hasta el 30 de junio. Los 27 rechazaron dicha fecha pero acordaron la extensión del plazo bajo ciertas condiciones. En primer lugar, si el Parlamento británico aprueba esta semana el acuerdo de noviembre, el Brexit se producirá el 22 de mayo y comenzaría el período de transición ("salida ordenada"). Lo que correspondería ahí sería comenzar las negociaciones sobre las relaciones futuras entre la UE y UK. De no llegar a acuerdo durante ese período y no mediar prórroga del mismo, entraría a regir el backstop. En segundo lugar, si el Parlamento británico no aprueba el acuerdo, el Reino Unido tiene plazo hasta el 12 de abril para informar a la UE qué va a hacer.

Por lo tanto, ya no habrá Brexit el 29 de marzo. La fecha crítica se trasladó al 12 de abril. Hasta ese día UK tendrá plazo para decidirse y las opciones siguen siendo las mismas: salir sin acuerdo ("salida caótica"), revocación de la activación del art. 50 TUE ("no Brexit") o petición de extensión del plazo y nueva prórroga (la que nuevamente los 27 deben aprobar unánimemente). En los dos últimos escenarios, el Reino Unido tendría que participar en las próximas elecciones del Parlamento Europeo que están organizadas entre el 23 y 26 de mayo y cuyas campañas en los Estados miembros ya comenzó.

En resumen, no Brexit el 29 y toda la presión en los hombros de las Islas Británicas. Theresa May se volvió a Londres con la responsabilidad de decidirse por algunas de las opciones, en los plazos indicados, y dejar de dilatar el futuro de su país en la UE.

El gran problema que enfrenta May es la falta clara de una mayoría por una u otra salida de la crisis. La sociedad británica está fuertemente dividida. Pese a que desde el exterior veamos la enorme marcha por un nuevo referéndum o las millones de firmas por la revocación (que ha trasformado la petición en la más apoyada en la historia del Parlamento y que hizo caer el sistema por momentos), existe aun al interior de UK un fuerte sector que quiere sí o sí abandonar el bloque y muchos de ellos están dispuestos incluso a hacerlo sin acuerdo alguno. No hay mayoría por tanto para Brexit duro, Brexit blando, No Brexit, Acuerdo de noviembre, nuevo referendum…

Y es esta indefinición lo que ha exasperado a europeos. La decisión de salir de la UE fue adoptada por británicos. Sus socios no los están echando pero también ellos están viviendo las consecuencias de largas, agotadoras, caóticas y poco decisivas negociaciones.

El "tictac" del reloj solo se reseteó para dar un poco de aire a UK (dos semanas). Ante el precipicio que asoma, solo ellos pueden salir de esto. Un cambio en la conducción del gobierno no necesariamente será la salida política. Ni siquiera está claro que nuevas elecciones aclaren el panorama. Un nuevo referéndum o elecciones anticipadas requerirán además tiempo (y no poco) lo que haría urgente solicitar una prórroga más larga. ¿Qué pasará? Nadie se atreve a apostar. Brexit or not Brexit es el dilema shakespeariano que deben resolver y al otro lado de La Mancha ya el tiempo –y la paciencia- se agotó.

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