Chile en el contexto de la economía mundial

FMI


La economía global crecerá este año a su nivel más lento desde la crisis financiera internacional. Esta es una de las conclusiones que pueden extraerse del último informe Perspectivas de la Economía Mundial que publicó ayer el Fondo Monetario Internacional (FMI). El organismo prevé que en 2019 el crecimiento mundial será de solo 3% -una corrección de 0,3 puntos porcentuales respecto de su estimación de abril- debido a una particular desaceleración sincronizada, que arrastra principalmente a las economías desarrolladas a crecimientos precarios. Para 2020 espera un crecimiento de 3,4% para el mundo, cifra que también sufrió un ajuste a la baja en relación al informe de abril.

El FMI atribuye estas correcciones masivas en las proyecciones de crecimiento a las crecientes barreras comerciales y la agudización de las tensiones geopolíticas. El informe señala que las escaramuzas comerciales entre Estados Unidos y China -donde ambas potencias intentan avanzar en un principio de acuerdo- podrían costarle al PIB mundial un 0,8% en términos acumulados hasta el 2020. Este freno a la actividad comercial, producto del alza de aranceles entre las economías más poderosas del planeta, ha conllevado hasta el momento un brusco deterioro en la actividad manufacturera e impactos significativos en la inversión y la demanda por bienes de capital, efectos que en algo ha compensado el dinamismo del sector servicios.

En este escenario de menor actividad global, el FMI realizó un fuerte ajuste a las proyecciones de crecimiento de Chile, las que terminaron alineándose con las perspectivas de los analistas locales. Para 2019 estima que la economía chilena crecerá 2,5% -con un ajuste de 0,7 puntos porcentuales-, mientras que para 2020 el incremento esperado es de 3%. Es cierto que frente a otras economías latinoamericanas el crecimiento local no parece paupérrimo -basta con revisar las proyecciones que hace el FMI para Venezuela, Argentina, Brasil o México-, pero es un hecho que frente a países de referencia como Colombia y Perú o, peor aún, al contrastarnos con las economías del sudeste asiático, el desempeño chileno se ve más bien opaco.

De materializarse el escenario que describe el FMI para la economía chilena en el periodo 2018-2021, con un crecimiento promedio esperado de 3,2%, la actual administración quedará cerca de cumplir su promesa de duplicar el incremento del cuatrienio previo (1,7%). Sin embargo, su desempeño quedará por debajo del crecimiento en la actividad mundial (3,4%) y lejos del robusto aumento que ha seguido anotando el resto de las economías emergentes (4,4%).

La falta de dinamismo local responde en parte a la debilidad del panorama externo. Pero sigue acumulándose evidencia empírica que revela que el peso de políticas públicas mal orientadas -ya sea por los efectos de su materialización o sencillamente por las amenazas que supone su discusión legislativa- le han restado competitividad a la economía chilena y que en episodios de enfriamiento global, el país se desacelera más que sus competidores directos.

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