Chile Vamos y su rol como coalición de gobierno

Ha sido una compleja semana para Chile Vamos, luego de que se han hecho evidentes las diferencias entre sus principales dirigentes, al punto que la UDI anunció que "congelaba" su participación en el conglomerado, y su presidenta incluso puso en duda la continuidad de la coalición, posibilidad que también fue compartida por su par de Renovación Nacional.
El punto que ha tensionado el ambiente es la fórmula elegida para asegurar la paridad de género en la eventual instancia constituyente que redactará la nueva Constitución, si así se refrenda en el plebiscito de abril. A pesar de que existían acuerdos previos para adoptar una postura común, finalmente RN y Evópoli optaron por sumarse a la fórmula de la oposición, de tal manera que la mitad de los constituyentes serán mujeres, existiendo el riesgo -a juicio del gremialismo- de que con ello se pueda distorsionar la voluntad ciudadana que se exprese en las urnas.
La reunión que antenoche los timoneles de los partidos oficialistas sostuvieron en la casa del Presidente de la República para consensuar una fórmula frente a la paridad es un paso que puede ayudar a resolver este intríngulis, pero que sigue dejando abierta la interrogante de cómo se desenvolverá Chile Vamos en los dos años que aún le restan de gobierno, atendido lo que aparenta ser un temprano deterioro en su convivencia interna.
Los partidos que componen la coalición no pueden perder de vista que tienen la responsabilidad ante el país de ofrecer razonable gobernabilidad, especialmente en una etapa de tanta tensión e incertidumbre como la que actualmente afecta al país, en donde resulta indispensable que cuando menos el gobierno tenga la capacidad de articular acuerdos, conducir procesos y dar coherencia a una gestión.
Es extraño que atendida la mayor homogeneidad ideológica que existe entre los partidos de Chile Vamos -a diferencia de lo que ocurre en la oposición-, se estén presentando dificultades para procesar sensatamente las diferencias. Esto último no solo previsiblemente causa desazón entre sus electores, sino que además abre legítimas dudas de cómo será capaz la coalición de enfrentar decisiones mucho más complejas de cara al proceso constituyente, en particular, si podrá congregarse en torno a la defensa común de principios e idearios que caracterizan al sector político que representa.
Los partidos y sus líderes tienen una importante cuota de responsabilidad en asegurar el buen funcionamiento de la coalición, pero es evidente que aún más crucial resulta el liderazgo que debe ejercer el propio Presidente de la República en tanto cabeza de Chile Vamos, rol que ha sido errático y que probablemente ha contribuido a profundizar que se hagan más visibles las diferencias. El discurso que pronunció esta semana en La Moneda para promulgar la reforma que da inicio al proceso constituyente, en la cual entró a detallar sus propias definiciones acerca de lo que debería contener la nueva Constitución -independientemente de lo que estimen los propios partidos-, es una muestra de las falencias que persisten para funcionar en la lógica de una coalición.
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