Chile: un país de más de 200 años que discute como si tuviera cinco
Septiembre marca el inicio de la primavera y la celebración de las Fiestas Patrias, por lo que es una instancia mayor para celebrar. Pero, la efeméride es centenaria, por lo que también invita a reflexionar respecto de los desafíos de largo aliento del país.
En nuestros 215 años de vida autónoma -teniendo por hito la primera Junta de Gobierno del 18 de septiembre de 1810-, Chile ha consolidado una República moderna y equilibrada y una democracia participativa y pluripartidista, de las cuales sentirse orgullosos, en tanto han ido integrando a los chilenos a los procesos de decisión de su destino y a la prosperidad de la nación. ¡Salud por ello!
Es así como en noviembre tendremos una nueva fiesta, esta vez la de la democracia, donde podemos estar seguros que habrá elecciones limpias mediante las cuales elegiremos nuestros líderes, ganando una oportunidad para desatar nuestros problemas y miedos.
Sin embargo, junto con el frescor primaveral y el olor a empanadas que podemos asociar a un país que se conoce a sí mismo, el aire trae también una fuerte sensación de crisis e inseguridad que a ratos parece tomarse la atmósfera.
Así, el clima político no parece responder a un país de más de 200 años, sino a una República recién creada -o una “republiqueta” como nos denominó Alan García-, que se bate por su existencia y que corre el riesgo de tomar decisiones al calor de la chicha en cacho y el vino en botella.
Las razones de este estado de crispación son multifactoriales, pues confluyen varias crisis -como la de la inmigración masiva y el crimen organizado, o la del fracaso de un modelo educativo que solo ofrecía esperanzas y no una vía de salida de la desigualdad-, pero pareciera que la explicación principal corre por parte de que Chile está empantanado en el clivaje del estallido social de 2019-2020.
Como evidencia, basta con escuchar el discurso del alcalde de Santiago Mario Desbordes en la inauguración de las fondas, quien -ofendido porque Gabriel Boric fue a la Pampilla a dar inicio a la celebración de las Fiestas Patrias- aludió al estallido social como un eje de divisiones dicotómicas, interesadas y simplistas. Una forma de pensamiento básica, propia del inicio de la trayectoria de un país y no de una nación madura, capaz de observar matices.
Así, Chile se ve hoy como si tuviera cinco años, que son los que han pasado desde el 18-O, los cuales también parecen una dilatada resaca en la que no se disipa el malestar ni las recriminaciones.
El problema es que ese punto de vista infantilizado que impugna a los 30 años anteriores al estallido social, impide poner en perspectiva aquel proceso histórico. Algo que es urgente hacer para entender el difícil ajedrez político que desafió a Patricio Aylwin, las apuestas de modernización que emprendieron Eduardo Frei Ruiz-Tagle y Ricardo Lagos, la búsqueda por mayor inclusión y derechos de Michelle Bachelet y la oferta meritocrática de Sebastián Piñera.
Tal vez no sea necesario desenterrar con anticipación la cápsula bicentenario, para ver el Chile que teníamos. Después de todo, para un país de 215 años no debiese ser tan difícil entender 30, los que representan sólo el 14% de su existencia. Sin embargo, sólo podemos hacerlo si es que abandonamos la perspectiva exclusiva de estos últimos y caóticos cinco años (2,3%). De lo contrario, estaremos destinados a prolongar nuestro desconcierto.
Por Cristóbal Osorio, profesor de Derecho Constitucional, Universidad de Chile
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