Columna de Álvaro Ramis: Verdades incómodas sobre los indultos presidenciales

El Presidente Gabriel Boric.


La discusión sobre los indultos se ha instalado en un momento de confusión, marcado por la coyuntura y los efectos político-electorales que entraña esta difícil decisión del Presidente Boric. El episodio exige ser pensando con perspectiva de Estado y desde una temporalidad mucho más extensa que la que marca el tiempo de los partidos y las elecciones. Se trata de una medida que solo se entiende si se asumen verdades incómodas, con dimensiones opacas, que piden una reflexión profunda sobre lo que nos ocurrió.

Una verdad incómoda es que el Estado, en 2019 y en otras ocasiones similares, no ha sido el que ha protegido a los ciudadanos, sino el que los ha atacado. No es lo mismo cuando un grupo de manifestantes ejerce la violencia que cuando lo hace el Estado. Otra verdad incómoda es el trasfondo socioeconómico detrás de lo ocurrido, y que obliga a reconocer que Chile viene luchando con un modelo inclusión-exclusión del que no hemos podido salir. Hay un país incluido en un proceso de modernización, donde muchos de los indicadores han mejorado, pero hay un país excluido que no ha podido insertarse en esa economía. Ello exige asumir los rasgos disfuncionales de un modelo de desarrollo desigual, en el que la presencia del Estado no siempre es visible, y cuando es visible es simplemente por medio de los agentes policiales y su acción represiva sobre la población excluida.

Otra verdad incómoda es que todos los sectores deben poner de su parte para salir de la crisis abierta en 2019. Cuando hoy se difunden fotos de las flores que embellecen la plaza Italia deberíamos pensar en todos los esfuerzos que se han hecho para que eso sea posible, y que van mucho más allá de un ejercicio de jardinería municipal. La normalización del país, con todas sus limitaciones, es fruto de muchas decisiones difíciles que nos están devolviendo un poco de paz social, al precio de un poquito de justicia y un poquito de verdad sobre lo que ocurrió.

Los indultos presidenciales no responden a aspiraciones maximalistas ni caprichosas. Es una acción reparatoria que va mucho más allá de los individuos directamente beneficiados. Es una medida puntual dentro de muchas otras acciones que están colaborado a salir de la polarización de los años recientes.

Reconozcamos como verdad incómoda que la crisis social de 2019 tuvo unas raíces tan profundas, tocó a tanta gente, porque fue un conflicto donde víctimas y victimarios se confundieron, por lo que todas las narrativas de lo sucedido tienen que ser complejas. Y nos guste más o nos guste menos, los indultos reflejan ese grado de complejidad.

La decisión del Presidente no puede contarse como una fábula. Tenemos que recuperar el sentido de país para mirar con mayor perspectiva y reconocer que más allá de su innegable constitucionalidad, fue una respuesta adecuada para vacunarnos contra la banalización de una crisis social que superó las explicaciones convenientes que solemos darnos a nosotros mismos. Es una opción que buscó marcar un derrotero hacia adelante, inspirada en una lectura lúcida del pasado, sobre las evidencias de lo que nos pasó. Esa reflexión es fundamental para nuestro futuro. Si no lo asumimos, la tensa calma que siente hoy buena parte de la población se va a transformar en rabia, en desesperación, y si eso ocurre vamos a volver a un punto de inflexión de muy difícil pronóstico.

Por Álvaro Ramis, rector Universidad Academia de Humanismo Cristiano

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