Columna de Ascanio Cavallo: Dos fuegos

President of Chile's Constitutional Convention Maria Elisa Quinteros (3-L), vice president Gaspar Dominguez (3-R), deputy vice president Tomas Laibe (L), Natividad Llanquileo (2-L), Lidia Gonzalez (2-R) and Amaya Alvez (R) pose for a picture during the presentation of the new director board at the former National Congress of Chile in Santiago, on January 6, 2022. - After two days of session and nine voting shifts, the 40-year old Chilean dentist, epidemiologist, researcher, and politician Maria Elisa Quinteros got the 78 votes needed to replace Mapuche linguist Elisa Loncon in her post. (Photo by JAVIER TORRES / AFP)


La elección de la mesa de la Convención Constitucional fue bochornosa para varios de sus participantes, pero no por su resultado, ni porque tuvieran que votar muchas veces, sino porque en cada ronda parecía erigirse un nuevo sistema de bloqueo que hacía imposible alcanzar un acuerdo. La cuestión de fondo, sin embargo, había sido planteada por constituyentes comunistas: se trataba de impedir que la Convención adquiriese un aspecto “centrista”. Esa es la explicación y el fundamento del bloqueo.

Cabe deducir que esa será la exigencia principal que se hará a María Elisa Quinteros y a Gaspar Domínguez. Pero, al final, el mensaje va dirigido al presidente electo, Gabriel Boric. La coalición del presidente había propuesto para la testera a Beatriz Sánchez, una idea que debió contar con la anuencia del presidente. Pero los convencionales, no sin cierta razón, estimaron que esto amenazaría lo que muchos convencionales estiman, no sin cierto exceso, que es el principio más preciado de la Convención: su autonomía. Beatriz Sánchez no significaba la subordinación a La Moneda, pero sí una cercanía que a muchos convencionales les parecía negativa, aunque por razones muy diferentes. El bloque del PC no puso el acento en esta relación, sino en la orientación de la Convención. Y esa, no la otra, fue la tesis que triunfó.

Puede sonar muy descarnado decir que el presidente fue derrotado en la Convención. Pero no es exagerado. Lo importante no son las personas rechazadas y elegidas, sino la tesis. En horas posteriores se ha discutido acerca del modo en que la coalición Apruebo Dignidad reparará la fractura exhibida en la Convención, que es lo mismo que discutir por qué no fue escuchada la posición de la subcoalición del Frente Amplio. ¿Cómo se traducirá el conflicto en la formación del gobierno y, lo que es más importante, en la necesidad de dar gobernabilidad?

El PC siempre ha creído contar con una “mayoría social” que durante muchos años no pudo expresarse. Ahora sí. Con esa convicción, no está dispuesto a aceptar que el gobierno que ayudó a elegir se muestre vacilante, timorato, “moderado”, en su proyecto de cambio social; el costo de tocar las libertades del liberalismo le parece subalterno. El PC fue leal al camino progresivo de Allende, porque confiaba en su experiencia de político fogueado. No es el mismo caso. Y, además, eran los 1970, no los 2020.

Pero el presidente no gobernará con la Convención (aunque ella puede derrumbar colateralmente al gobierno si produce una Constitución que resulta rechazada). Más importante para la marcha efectiva del gobierno es el Congreso. Allí ocurre lo contrario que en la Convención. En conjunto, Apruebo Dignidad apenas empata a la ex Concertación en diputados y es la mitad en senadores. Quien predomina es la derecha, especialmente en el Senado.

El nuevo Parlamento aún no se constituye, pero su composición es muy elocuente. Y lo que expresa, prima facie, es que no aceptará un gobierno impetuoso, radical, inmoderado, iliberal. Por lo menos, no les hará la vida fácil a los proyectos que presenten una voluntad refundadora. Tampoco será un Congreso disponible para aceptar excesos de entusiasmo de la Convención, como cambiar sus reglas o modificar sus mandatos. Hay un punto en que el Congreso y la Convención pueden verse enfrentados; es algo que no le conviene a nadie, pero nadie está libre de la incuria y el error.

De modo que, dos meses antes de terciarse la banda, el presidente ya se ve flaqueado por dos fuerzas radicalmente contrarias, con el agravante de que una de ellas lo ayudó a llegar a La Moneda y tendrá que estar en el intestino del Ejecutivo.

El presidente está en el medio. Quién lo habría dicho.

La teoría dice que cuando ocurre este tipo de cosas, también existe la posibilidad de escapar de la trampa. Esto significa administrar con enorme astucia las relaciones con los poderes laterales: usarlos para neutralizarse mutuamente. El Ejecutivo podría moderar a un Congreso muy hostil en alianza con la Convención, y viceversa. Pero este es un desfiladero enormemente peligroso, donde todo depende de que el otro no perciba la maniobra.

Las instituciones han mostrado sus peores rostros durante la crisis de octubre del 2019 y durante los dos años de la pandemia. Pero sus inteligencias no deben ser subestimadas para el momento en que se inicia una nueva normalidad. El presidente enfrentará un conjunto de problemas estructurales, desde la economía hasta la violencia, en la primera mitad de su mandato. Aparte de decisión, necesita cierta libertad para hacerles frente. Tras las votaciones de esta semana, no la está teniendo.

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