Columna de Ascanio Cavallo: La tos de la democracia

16 de Marzo  de 2021/SANTIAGO Letreros de campaña politica en Avenida Isabel La Catolica esquina Carlos V Comuna de Vitacura FOTO: MAURICIO MENDEZ/ AGENCIAUNO


Chile podría batir otra de esas marcas a las que parece haberse aficionado: ser el primer país en el que un gremio determina la realización de unas elecciones. Este no es juicio, sino un dato: el Colegio Médico es el protagonista en la iniciativa de postergar las cuatro elecciones simultáneas del 10 y 11 de abril.

En el sistema político, no hay ningún actor significativo que apoye esa idea. Casi todos ellos guardan silencio o eluden el bulto, con la expectativa de que se pueda cargar ese bulto a alguien: tanto el de posponer las elecciones afectando la democracia, como el de mantener el proceso afectando la salud. Es una de esas opciones entre la sartén y las brasas. El gobierno también permanece agazapado. Ya se acostumbró a no tomar decisiones hasta que la última encuesta dictamina qué es mejor.

Las encuestas se inclinan mayoritariamente por postergar las elecciones, lo que no es tan raro cuando se ha impuesto la mayor cuarentena desde el inicio de la pandemia y cuando las cifras de contagios son más alarmantes. La situación sanitaria es, en efecto, mala. No parece haber empeorado con el relajo, como dicen algunos, sino más bien con la angustiosa necesidad de retomar los trabajos. Y al mismo tiempo, las perspectivas han mejorado por el cambio de los perfiles epidemiológicos y por la velocidad de aplicación de la vacuna. Contagios y vacunas corren una sardónica carrera en direcciones inversas.

Mover las elecciones es un desbarajuste mayor. Los especialistas del mundo concuerdan en que las razones sanitarias no pueden ser las únicas que decidan acerca de un proceso electoral. En el pandémico 2020 se realizaron 52 elecciones en el planeta. Hasta julio se habían postergado 67. Pero a partir de octubre, la tendencia fue decididamente en favor de mantener los procesos electorales inalterados.

El deterioro que la pandemia ha significado para la democracia en el mundo no es una broma. De hecho, ha sido la gran oportunidad para los autoritarismos y los populismos de todas las latitudes. Freedom House registra retrocesos en 80 países, incluyendo cinco de América del Sur (Argentina, Bolivia, Ecuador, Paraguay y Venezuela). De acuerdo con el reporte de otra ONG dedicada a la democracia, Idea International, muchos gobiernos han penalizado las informaciones sobre la pandemia que se salen de su línea, arrestando a los periodistas, como Cuba. El régimen de Nicaragua ha ido algo más lejos: despide a los médicos que critican la estrategia oficial.

El Colegio Médico chileno no corre tal riesgo. Presenta sus opiniones desde la perspectiva de la prevención del mal, pero resulta difícil saber si en su definición del mal entra primero el virus o el gobierno. De modo que la propuesta de postergar las elecciones ha derivado hacia una exigencia con ciertos brumosos ribetes políticos. Sin embargo, al proponer que el asunto se discuta con el Congreso y “a puertas abiertas”, demuestra que también comprende que el gobierno no puede afectar un proceso democrático sin tener un consenso político.

Las proyecciones pueden ser temibles, pero los hechos no lo han sido. El plebiscito para aprobar la convención constituyente fue postergado una vez y realizado luego en plena pandemia, sin que hubiese noticia de un serio aumento en los contagios. Mejor aún, Idea International ha clasificado como “caso destacado en prevención y mitigación” las medidas que tomaron las autoridades electorales chilenas en ese plebiscito. El Servel ha sido neutral en el debate, precisamente porque puede hacerse cargo de cualquier opción. No es su eficiencia lo que está en juego.

Postergar las cuatro elecciones tiene toda clase de costos en un año que ya está recargado por los anteriores retrasos. Entre abril y diciembre hay nueve elecciones de autoridades y una que instala la convención constituyente, la que, a su turno, tiene unos plazos que también se verían extendidos. Ahora mismo, prácticamente todos los municipios están descabezados, con sus alcaldes y concejales renunciados -y muchos, en campaña- desde hace ya meses. (En Sri Lanka hubo cinco meses sin Parlamento por una medida similar, para gozo y solaz del gobierno).

Lo más notorio, sin embargo, es que una nueva postergación de las elecciones, aun con las más santas razones del mundo, podría afectar la credibilidad del proceso y deteriorar la voluntad de participar (también puede hacerlo el miedo a la pandemia). En verdad, los únicos políticos a quienes les conviene la postergación son aquellos que se sienten retrasados en la competencia por hacerse visibles. Y esa ya es una motivación non sancta.

Todo el mundo agradece a los médicos su preocupación por la salud, cómo no. Pero cuando la democracia sufre un espasmo, ¿no debería alguien preocuparse también de su salud?

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